A cocachos aprendí por Rosa María Palacios (*)
El jueves, el congresista Pando se salvó de una sanción segura por contratar a una empleada 'fantasma'. Se salvó no porque despierte las simpatías de su colegas ni porque esté respaldado por la poderosa bancada fujimorista. Se salvó, simplemente, por la ociosidad o la "diversidad de intereses" de los parlamentarios. Así como lo lee, el jueves los congresistas se fueron en mancha a cualquier sitio menos al Congreso. No deja de ser paradójico que un congresista tramposo sea salvado por otros ociosos. Pero esos son los valores de casi todos nuestros parlamentarios. Lo mínimo que debe hacer un congresista para cumplir sus obligaciones es asistir a trabajar.Es decir, ir a votar. Congresista que no asiste, no existe. En una institución con votaciones mínimas obligatorias no se llegan a tomar decisiones nunca si los elegidos no están. Cuando se les llama, uno a uno, todos tienen excusa: viaje oficial, licencia, comisión, lo que usted quiera, menos hacer lo único en lo que son irreemplazables: votar en el Pleno y en sus comisiones.
Tanto va el cántaro al agua, que al final se rompe. Un hombre paciente y con correa como Luis Gonzales Posada, presidente del Congreso, no pudo más y decidió poner disciplina. Multas y mayor severidad para las excusas, entre otras medidas conocidas, fueron anunciadas hoy. El problema es que el actual presidente del Congreso enfrenta los mismos problemas con medidas que no funcionaron en el pasado. A la hora de la hora, las multas no son significativas y las licencias (hoy por ti, mañana por mí) se van colando una a una hasta que se vuelve al problema original.Es verdad que los plenos son aburridos, que el nivel del debate es bajísimo y que a los políticos les resulta intolerable escuchar otra voz que no sea la propia y que todo esto motiva a que quieran estar en cualquier lugar menos ahí. Pero nadie los obligó a postular. Si están ahí, es porque así lo quieren.
De otro lado, hay un número considerable de congresistas para los que votar no es lo más importante que tienen que hacer. Las ausencias de los congresistas son justificadas por ellos mismos, señalando que están cumpliendo sus "otras" funciones. Y es ahí donde se deben hacer esfuerzos por liberar al congresista del peso de atender cientos de cuestiones que no son de su competencia. Desde conseguir empleos, apadrinar de todo, gestionar obras públicas o intereses privados.Y si no entienden, revocatoria. Si existe para alcaldes y presidentes regionales es hora de que se aplique a congresistas. La sola mención a esta palabrita tal vez los ponga más en orden que la multa.
El jueves, el congresista Pando se salvó de una sanción segura por contratar a una empleada 'fantasma'. Se salvó no porque despierte las simpatías de su colegas ni porque esté respaldado por la poderosa bancada fujimorista. Se salvó, simplemente, por la ociosidad o la "diversidad de intereses" de los parlamentarios. Así como lo lee, el jueves los congresistas se fueron en mancha a cualquier sitio menos al Congreso. No deja de ser paradójico que un congresista tramposo sea salvado por otros ociosos. Pero esos son los valores de casi todos nuestros parlamentarios. Lo mínimo que debe hacer un congresista para cumplir sus obligaciones es asistir a trabajar.Es decir, ir a votar. Congresista que no asiste, no existe. En una institución con votaciones mínimas obligatorias no se llegan a tomar decisiones nunca si los elegidos no están. Cuando se les llama, uno a uno, todos tienen excusa: viaje oficial, licencia, comisión, lo que usted quiera, menos hacer lo único en lo que son irreemplazables: votar en el Pleno y en sus comisiones.
Tanto va el cántaro al agua, que al final se rompe. Un hombre paciente y con correa como Luis Gonzales Posada, presidente del Congreso, no pudo más y decidió poner disciplina. Multas y mayor severidad para las excusas, entre otras medidas conocidas, fueron anunciadas hoy. El problema es que el actual presidente del Congreso enfrenta los mismos problemas con medidas que no funcionaron en el pasado. A la hora de la hora, las multas no son significativas y las licencias (hoy por ti, mañana por mí) se van colando una a una hasta que se vuelve al problema original.Es verdad que los plenos son aburridos, que el nivel del debate es bajísimo y que a los políticos les resulta intolerable escuchar otra voz que no sea la propia y que todo esto motiva a que quieran estar en cualquier lugar menos ahí. Pero nadie los obligó a postular. Si están ahí, es porque así lo quieren.
De otro lado, hay un número considerable de congresistas para los que votar no es lo más importante que tienen que hacer. Las ausencias de los congresistas son justificadas por ellos mismos, señalando que están cumpliendo sus "otras" funciones. Y es ahí donde se deben hacer esfuerzos por liberar al congresista del peso de atender cientos de cuestiones que no son de su competencia. Desde conseguir empleos, apadrinar de todo, gestionar obras públicas o intereses privados.Y si no entienden, revocatoria. Si existe para alcaldes y presidentes regionales es hora de que se aplique a congresistas. La sola mención a esta palabrita tal vez los ponga más en orden que la multa.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21. Un pensar bastante cándido de Rosa María Palacios, si es que supone que la oportuna parchadita del Cabezón Gonzales Posada tiene algo de cierta. ¿Otorongo papeándose otorongo?, ni de vainas.
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