SOBRE LESBIANAS Y TUMBAS
Hace unos años, cuando caminaba mis días de estudiante en la Universidad San Martín, en la Facultad de Psicología, la vida, en su diario acontecer, no solía ser tan implacablemente alharacosa. En esos años acabamos de salir de una dictadura militar represiva y respiramos ciertos nuevos aires libertarios y aparentemente democráticos. El Rector de esa época era el inefable Raúl Peña Cabrera, un tipo al que le hicimos una huelga extensa y que gobernaba la universidad como si se tratara de su feudo particular. Teníamos una corrupción que era monse y decadente. Lo que recuerdo con alguna dosis de nostalgia.
Me parece cercano el primer día de clases, el comité de recepción de los cachimbos había colocado una banderola que rezaba " El psicólogo es un bello problema" . Conforme pasaron las semanas pude darme cuenta de un hecho que explicaba este lema de comnotaciones medio crípticas. La mayoría de estudiantes de esta Facultad parecían ser cada uno una posibilidad viable de consulta. Teníamos una gran cantidad de alumnos que provenían de hogares de padres enemistados,teníamos también algunos que eran divorciados, separados, solitarios, precísos y emblemáticos personajes de la tipología clínica. Y claro, teníamos médicos frustrados, artistones de toda laya, gente que simulaba estar de paso en busca de su verdadera vocación y lógico también habían muchos gays, lesbianas, y hasta un par de transexuales que alguna vez provocaron ligeros escándalos protestando por sus legítimos derechos (Al cambiar de sexo legalmente, figuraban en actas con nombres que ya no le correspondían)
Tuve amistad con una chica que era lesbiana y aunque ella aún no había decidido abandonar el viejo clóset de la autorepresión era sencillo descubrir su verdadera orientación porque usaba el pelo muy corto, no se maquillaba y tenía gestos masculinos y ahombrados. Cuando llegamos a tener un poco de confianza me confesó estar enamorada de otra alumna (a la cual seguía por las aulas con una acalenturada y acosadora pasión) y sufrir mucho al no ser correspondida. Además mi buena amiga era izquierdista hasta los tuétanos y su amada transitaba de la derecha al fascismo con una facilidad digna de mejores de causas. Recuerdo con tristeza cuando una tarde de café y coca cola (ideal mezcla para que el cerebro despierte) me comentó como había sufrido su condición humana cuando estando en su casa con su mamá y su abuelita viendo televisión (¿recuerdan las series de lo mejor de la televisión mundial que presentaba Ricardo Blume en Panamericana?) habían observado una escena de la teleserie francesa Naná en la que se veía al personaje principal con una amiga en una escena timoratamente lésbica. Su madre y su abuela reaccionaron asqueadas, llenando de duras críticas y de invectivas terribles a las lesbianas por la situación que veían en la televisión. Entonces, mi amiga decidió callar y jamás confesar lo que vivía y vibraba en su interior. Decidió -en ese momento- jamás salir del ropero vital en donde solía esconder su verdad.
Con el tiempo yo dejé la psicología por la literatura y me perdí para siempre de la Facultad, además tampoco podía seguir pagando la universidad porque en la vida todos tenemos nuestra historia triste. Perdí de vista a mi amiga (en esa temporada ella militaba casi radicalmente en una frente de izquierda) y nunca más volví a saber de ella y como con el paso verdugo del tiempo uno olvida, mis recuerdos fueron a dar a la última gaveta del archivo mental de mi cabeza.
La he recordado por lo que ha venido pasando en mi vieja (aunque ahora más conservadora) alma mater en donde se ha pretendido intimidar a una docente (contra la cual no pesa ninguna situación de ingrata inconducta) por el simple hecho de haber confesado en su blog (sexonosex.blogspot.com) su auténtica definición sexual. Ella ha declarado abiertamente su lesbianismo.
Se le ha llamado al conversado privado y se le ha sugerido con cierta estúpida sórdidez algunos cambios que la pongan lejos de la tentación del alumnado femenino. Es realmente delirante la doble moral de este país en donde -por ejemplo- que una hermosa chica como la Srta Johana Nakano aparezca en una escena de bellísima desnudez escandaliza más que el prontuario de un candidato sospechado de ladrón (o de delitos comprobados) al cual se le puede reelegir con total tranquilidad y darle carta blanca para que actúe como la gallina que comió el huevo. Y en la Universidad San Martin (donde digamos que nunca ha habido unas autoridades locas por la honestidad) y en donde estos temas se llevaban en perfecta paz (algunos de mis compañeros recordarán las fiestas en cierto pasaje por Av La Colmena que organizaba un profesor gay y a las cuales asistían muchas personas, alumnos y profesores, incluído el Decano de entonces) sin llegar a estos niveles de escasa amplitud, de terrible estrechez. Habría que actuar. Y legalmente.
Claro lo que la Srta Vargas decida hacer será su propia decisión y quizás su elección más definitiva. Se puede caminar por el mundo sacudiendo algunas cabecitas de la injusticia con un par de artículos en la columna del diario que nos cobija pero enfrentar los propios temores y lograr que los derechos civiles den un paso gigantesco e histórico en el Poder Judicial requiere un sacrificio que no estamos en capacidad de pedirle a nadie, tampoco nos corresponde como ilústres representantes del no compromiso. Eso sí, desde este blog bastante chonguero e irreverente nuestra solidaridad total para todo aquel ser humano al que cualquier idiota soberbio, lleno de fantasmas de ocasión, pretenda enseñarle como vivir su propia vida o como matar sus propias pulgas. No toleren jamás estos absurdos, porque lo que en verdad buscan es empujarlos hacia sus propias y depresivas tumbas.
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