20.12.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN



Diario de la desocupación
Página 31 - El templo
Despertó de golpe, en su memoria los recuerdos se escabullían y aparecían como los destellos de un flash fotográfico. La boca le sabía a pisco. 
Por el olor a eucalipto impregnado en el cuerpo logró deducir que había estado en un sauna. La memoria se amotinó, y vio en ella una sucesión de brindis, un sándwich de jamón (era el Queirolo, el de Pueblo Libre, sin duda) luego las voces desafinadas haciendo el coro a una canción de Iron Maiden y vueltas en el auto hasta estacionar en un edificio anónimo de la cuadra 20 de arenales: El templo.
Solo a Coco se le podía ocurrir denominar así a un lenocinio con el ropaje de baños turcos. Espigadas señoritas ofrecían masajes exageradamente prometedores, delicias insondables, placeres infinitos, sexo al fin y al cabo.
Levantó la vista y vio a Coco, como un cetáceo feliz, desparramado en una especie de poltrona de piscina. Dormía ajeno a su desnudez. La tranquilidad de la absoluta inconsciencia.
Otros putañeros paseaban en toallas, observando a las masajistas, y dentro de todo el ambiente estaba tapizado como por un aura de silencios.
Tenía un elástico con unas llaves ajustándole el antebrazo. Recordó que ahí había dejado su ropa al entrar, en un casillero con llave.
También divisó en los confines del pensamiento que había entregado su billetera, sus celulares, sus llaves en una especie de bolsita de tela a una recepción manejada por una señorita a la que, en sus ojos, se podía leer cierta advertencia de distancia.
Las prostitutas están adentro, señor, no se confunda.
Un ligero dolor de cabeza, una sed inmemorial, el cuerpo descompuesto, son los resultados del exceso de chilcanos, de los brindis innumerables en aras de las borracheras del amiguismo.
Piensa: No tomo más
Las señoritas laburantes cuchichean entre sí, observan la puerta de ingreso y tratan de adivinar cuál de todos esos machos sombríos será el salvador de una noche más de fingida entrega.
Y las horas pasan, Javier da vueltas en la perezosa, se acomoda entre toallones húmedos.
Decide irse. Tapándose con los mismos toallones se incorpora y se dirige al vestidor, ahí con cierta paciencia se cambia, mientras de reojo observa la belleza de una joven morena, alta, más allá de los tacones, delgada, de cuerpo fibroso, de una belleza casi salvaje, se cimbrea suavemente al ritmo de un chilout con base de bosanova. Un reloj de pared marca las 4.35 a.m.
La morena, al sentirse observada, se acerca, soy Estrella, papi, le dice, ya me estoy yendo, si me jalas por 100 dólares, soy tuya hasta el amanecer, servicio completo, no te vas a arrepentir…
Estoy sin auto, responde Javier con amabilidad.
Aquí a dos pisos hay un hotel, 50 soles la noche, sugiere Estrella.
Paso por hoy, sentencia, Javier, se acerca, le coge la barbilla, y murmura Dios sabe que no quisiera pasar le dice con cariño, pero hay que pasar,
La mejor forma de evitar la tentación, es caer en ella, refuta la morena,
Javier asiente y se dirige a la recepción en donde revisa que sus pertenencias estén completas, sale a la calle, el aire fresco lo golpea con suavidad y estira el brazo para detener un taxi que pasa de largo sin hacer caso a la señal….
Una voz enronquecida por la noche canta a sus espaldas, ¿quieres salir papá?
Una dama algo mayor, se abre el abrigo y muestra unos pechos maltratados, macerados por el descuido y una mata de pelos coronando una vulva vieja.
Esta vez un taxi si se detiene. Diez solcitos nomás, responde el chofer mostrando una dentadura cariada que huele a tabaco negro.
Una noche brava maestro, inquiere el taxista, lanzando una risotada
Lima es una ciudad con forma de poto y alma de puta, sentencia mientras el eco de su risa se estrella contra las paredes de una esquina solitaria.
Y somos fanáticamente creyentes, por eso vamos a los templos, advierte Javier…sintiendo que abandona territorios poco explorados, selvas vírgenes, ciudades secretas, puertas clausuradas en el alma.

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN



Diario de la desocupación

Página 30 - Los enanos y yo



Le pasaba también a Ludo en "Los geniecillos dominicales". 
Osea le pasaba al gran Julio Ramón Ribeyro ("Ludo se daba cuenta que su vida estaba llena de enanos que le jugaban malas pasadas")
Y es raro porque normalmente no tengo nada contra los enanos, chatos, suchos, retacos, medio metro, cuarto de pollo, churupacos además.
Si me tratan de morder, llegan como cualquier perro chico como una especie de humano toy a jalonearme el pantalón por los tobillos, y cuando me cruzo con alguno evito cercanías que me obligan a mirarlos desde arriba (como se observan a los insectos con lupa), o darles golpes como que por casualidad les acierte un debido rodillazo en la frente.
A mi los chatos me parecen hombres incompletos que se quedaron a medio camino entre la adolescencia y la juventud, sin desarrollo de las gonadas, por eso la mayoría son medio lampiños, salvo los de los libros de Tolkien que son enanos barbudos y valientes y no cobardes como los que me tocan en suerte en este ruedo cotidiano en donde hay que torear novillos que encima carecen de vello púbico.
No les puedo pegar porque es como maltratar un niño.
No les hablo ni les explico nada porque no soy profesor de kinder.
No me acostumbré nunca a ningún tipo de intrigas y no hay chato que no sea intrigante en aras de su alicaído ego.
Sexualmente son graciosos, porque siempre en el acto pareciera que estan naciendo o que los estan pariendo. Y les gustan las grandotas.
Va a parecer que tengo algo contra los chatos, nada, no ocupan espacio, no hacen sombra, suelen no ser muy listos, (por falta de concentración) y sus odios son los odios que me hacen sentir Gulliver comiéndoselos en el desayuno bañados en miel de maple.
Queridos, yo no encogí a nadie, por qué tanto resentimiento? si tan solo nos separan, algunas malas noches orgiásticas, cigarrillos y pilas de libros.

HDP

17.12.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN


Diario de la desocupación 
Página 29- Cosas del grintch interior.
El sábado en la mañana desperté de improviso, alguna vecina (la desgracia de vivir en edificios, por la reputa que los parió) había decedido darse una baño de villancicos. 
Debo confesar que los Toribianitos me parecen un proyecto de niños gays, insoportable, y que las letras de estas cancioncitas me producen arcadas.
Blanca Navidad? En este país la única navidad blanca es la del Tío Charly y la de todos aquellos que se amenicen y agasajen con tiro sin pistolas.
Sopa le dieron al niño? Mafalda, hubiera puesto el grito en el cielo.
Yo tenía un tío medio coca cola y aficionado a sus buenos whiskachos, que una nochebuena le echo cubitos de carne Knorr al chocolate familiar, fusión con la que convirtió el brebaje en una sopa a la minuta. No la tomamos.
Es mas, no tomo chocolate mas que ese que viene en bolsa ya helada, marca Pura Vida y que cuesta menos de tres mangos.
Sin embargo conozco gente que hace unos concentrados mas espesos que Alan García dando consejos de gobierno, y que son un golpe de Mike Tyson, en sus mejores tiempos, al higado.
Amén de descomponerte el termotasto corporal, porque, con este calor quien se mete un chocolate caliente, o tibio. Sólo un loquito.
No baja el pavo que normalmente dura varios días, en la refri (fíjense bien que con el calor, el ave entra en curva y las intoxicaciones son bravazas)
y que ese caldo con los huesos (agua con culantro y huesos grasosos) es un tacle al organismo.
Yo ya hice mi nacimiento (esto es un programa, un sofware, matrix) no necesito ser bueno (soy tan bueno que ya parezco huevón todos los días) tirandome el último centavo en regalos, ´para en Enero, misio y muerto de calor, sin un pezziduri que me alumbre me ponga a putear y reputear como Ricardo Darin en el hijo de la novia.
Navidad es compartir. Las huevas.
Navidad es paz. Las huevas.
Navidad es buenas intenciones. Las huevas.
Con que no nos engañen. no nos roben los sueños y con sostener la posibilidad de un mundo equitativo me conformo.
Pero para eso necesitamos todo el año, no un solo día.
Hoy APUNTO EN MI DIARIO que no me dejare inocular de consumismos.


Me voy a regalar un poco de vino y un poco de ti.

Say no more. 

26.9.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN



Diario de la desocupación
Página 28- Suicidas políticos apolíticos

Hace unos años cuando mataba las horas del día en la universidad, con un grupo de pequeños burgueses, caviares y gente de base formamos un FER para postular a las elecciones de la facultad.
Como eramos -entre tanta bazofia, el menor de los males- ganamos el proceso por un amplio margen.
Recuerdo que nos reunimos con los catedráticos simpatizantes del grupo. Uno de ellos, el chino Benitez, quería que voláramos a todos los docentes que habían servido (y se habían beneficiado con creces) durante la gestión del Rector, el inefable Raúl Peña Cabrera.
Muchachos,  al fin y al cabo, y tiernos como choclo fresco serrano, muchos se opusieron alegando que esos señores eran buenos enseñando.
Hubo idas y venidas y la discusión se cerró cuando el chino Benitez(*) -ya hecho una verga- se retiró del bar donde nos reuníamos a complotar, (La china, una camara de gas entre dos talleres de reparación de automóviles en Jesús María, cuya propietaria era una norteña culona y asuripantada) asegurando que íbamos a pagar nuestra candidez con una buena dosis de realidad. Y así fue. La realidad recargada nos dió de patadas en el poto. 
Dos meses mas tarde y en tratos con los apristas nos desalojaron sin asco con amenazas de acusarnos de terroristas y de expulsarnos. 
Y lo que pudo ser, nunca se dió porque no fuimos capaces de asumir nuestra responsabilidad real. Matar no es una opción en cualquier guerra. 
Años después, revisó con interés las causas porque la actual administración de Lima, cuya dirección está en manos de una persona cuya honestidad no esta en duda nunca, se deja copar por las mismas mafias que convivieron con Castañeda, siguen ganando licitaciones tramposas, y siguen manejando las cosas como si el Alcalde fuera el mudo de antaño.
Encuentro en mis anotaciones, que la escasez de cuadros de izquierda es lamentable y que la metamorfosis de los apristas y fujimoristas (enemigos jurados de la gestión) es impresionante. Ahí siguen. Ahí están. 
Lo de Relima podría ser la punta del iceberg que muestra la incapacidad para liquidar enemigos que sufrimos los románticos de la zurda. 
Es más, si le sumamos el síndrome de Belaunde (confiar demasiado en quienes nos rodean) nos vamos a encontrar con la señalización de peligro inminente, de lamentable descuido que se nos acerca. 
Se habló de la formación de un Comite de fiscalización "Manos Limpias" para evitar cualquier exceso de confianza que genere que alguien empiece a llenarse los bolsillos con plata de la ciudad. 
¿Se puede asegurar que esto no esta pasando en estos momentos?
Como sea, nuestra obligación es poner la pica en Flandes y dejárselas ahí picando, rodando,  para que se hagan famosos. 
Cuidado con eso, porque si camina como rata, tiene cola, huele a rata, no parece, es una rata y hay que fumigarla en nombre de la decencia que nos acompaña desde la formación en casa y desde los valores que nos inculcaron nuestros maestros más queridos. 
El tiempo vuela. No se pierde el tren al que nos ha convocado la historia. 
(*) A los años me encontré el profesor Benitez, era autoridad universitaria, manejaba un buen auto del año, vestía de saco y corbata y me resumió su filosofía de vida actual, con una frase cantinera: "los cojudos compadre, no llegan al cielo, y si me voy a ir al infierno mejor me voy cómodo en mi Toyota que incomodo en tu burro".  
HDP

31.8.13

DIARIO DE LA DESOCUPACION


Diario de la desocupación, 
Página 27  Convivir con la absoluta infamia


Cuando Glorias se levanta, y mira sus pies sobre la alfombra de estera, recuerda esa niñez, ahora algo lejana, en donde no tenía zapatos. 
Su mamá por la noche, le vendaba los pies con fuerza  a la usanza de la China anterior a la revolución cultural y le colocaba medias de lanilla de diferentes colores para protegerla del frío inclemente,  pero zapatos no tenía, quizás por eso cree, que sus pies, chiquitos pero anchos son la lógica consecuencia de haber tenido una niñez de pobre,  siempre descalza. Y siente emoción al vestirse cuando las prendas interiores son de ese color rojo serrano, por que le recuerdan su primer juguete de la infancia, una pelota de plástico que con el tiempo se hizo hueco y se desinfló hasta convertirse en un amasijo chato y sin vida, desprovisto de las alegrías de la infancia. Pero mientras duro fue de una belleza suprema. 
Ella es capaz de hacer cosas para luchar contra el pasado que a veces se le presenta con la misma cara de las carencias y armado de espadas de deudas, de cobradores insolentes, de negativas vergonzosas. 
Ella aun recuerda como suele doler el estomago cuando hay que esperar para comer, con tan solo un pan y un poco de té  bailando en el estómago hasta altas de la noche.
Su madre llegaba apurada, despeinada, algo culposa, y siempre traía  solo fideos, vísceras de pollo, pero ese caldo grasoso solía saber a ambrosías. 
Su padre no estaba, aparecía mas tarde, a veces dormitando los tragos, a veces presa de una furia impostergable, a veces bueno como el pan caliente, la leche tibia, o la sonrisa de la satisfacción.  
Pero la pobreza es infame, la pobreza es horrible, la pobreza marca, la pobreza causa temores, deseos de revanchas, ojos de odio, inconsolables. 
Y lo que mas dolor causa es la indiferencia general ante ella. 
Fue Glorias quien me hablo de la gente que duerme en las calles. 
El frío del invierno y la garúa inacabable, entonces caminé desde el Jr Ucayali y cruce por la calle lateral  a obscuras, y allí en la puertas de ingreso a los negocios de la banca, de la bolsa  de valores y en las calles de los alrededores, hombres y mujeres de edad incalculable duermen sobre cartones en el piso. Uno los puede oír roncar como si lanzaran sus estertores agónicos en medio de una noche impávida y ante sus verdugos disfrazados de hombres de negocios. Estas son sus victimas, banqueros.  
Yo no entiendo de macro economías (y no quiero entender) me interesan un pepino las leyes del mercado, el liberalismo neocon me asquea pero el espectáculo de la pobreza me atraviesa el alma , mas aun cuando se trata de mis pares,  de esta raza humana, a la que queremos como humanidad pero nunca como prójimo. Alguien me pide un cigarro, le acerco la cigarrera y le digo que tome dos. Vieja historia de abusos de alcohol y de drogas, mientras el hombre me habla, noto que no tiene dientes y que el frío de la noche me cala sin clemencia los huesos. Meto la mano al bolsillo e improviso un par de monedas, que entrego con culpa y con unas ganas locas e impostergables de salir huyendo ante el cuadro de la necesidad.  
Pienso que cualquier iglesia o credo, o que cualquier organización de ayuda bien podría tener hospicios que den un catre en donde pasar la noche, un plato de sopa caliente, un gesto de solidaridad a esta pobre gente.
Recuerdo hace una punta de años , a mi padre, movilizando policías, bomberos y paramédicos para que atiendan un anciano que agonizaba en un jardín de Jesús María. Lo recuerdo puteando fuerte, diciendo que esto no era Calcuta, que la gente no se podía morir así, sin el auxilio de los demás. Que vivíamos tiempos terribles. Hace mucho tiempo de esto. 
Los años han pasado, viejo y te habrás dado cuenta que cada día es peor y que la única forma de contarte la historia de Glorias es a través de la exacta repetición de estas palabras como sentencias: 
" la pobreza es infame, la pobreza es horrible, la pobreza marca, la pobreza causa temores, deseos de revanchas, ojos de odio, inconsolables" 
pero también veo en esas miradas la inexorable certeza de una venganza por llegar, y todo para que el equilibrio retome su cauce normal. 
No se convive con la infamia. Ni se escribe sobre ella. Excúsenme. 

23.8.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN



Diario de la desocupación
Pagina 26- No hay gestos inequívocos

Tenía que viajar. Era un trashumante ser, preso de violentas prisas, de odios liberados, de desenfados urgentes, de regresos impostergables.
El terminal terrestre estaba atestado de paisanos vestidos a la usanza de su region, ropaje para el frío duro y tejido con maestría ancestral.  
Sintió que lo miraban con sorna en su condición de apurado pasajero.
Escogió -sobre un mostrador en donde lo atendía una distante señorita- un pasaje en el segundo piso del ómnibus. Era todo lo que había disponible.
Mirando de reojo, sobre el impreso, constato que le tocaba de compañera de viaje una dama, de treinta y tres años, su nombre no decía absolutamente nada pero evidentemente olía: Jazmín. 
Siguiendo con el enojo del apuro, trepó al gigantesco ofidio metálico mientras un jovencito amanerado disfrazado de terramozo le indicaba que le tocaba el segundo piso y que apagará su cigarrillo, lo cual hizo no sin antes putear contra las leyes absurdas que le impedían consumir el tabaco. 
La tarde mejoró de golpe. En el asiento 14, al lado del número 13 que le había tocado (no reparo nunca en esa señal del destino) se encontraba una chica que se presentaba al mundo con una blusa escotada de la cual brincaban dos pechos grandes, pecosos y provocativos. 
Mientras acomodaba su maletín de viajero en el portaequipajes y su laptop dentro del morral, se cercioro que además del busto, la señorita en cuestión tenía un magnífico par de piernas que una minifalda atrevida dejaba ver. 
Al sentarse, sintió la tibieza de su muslo adhiriéndose sin temores al suyo y un calorcito especial de deseo se instalo en el ambiente. 
No estaba tan mal la cosa después de todo. El juego parecía prometer. 
Me llamó Jazmín, dijo la pasajera y después de darle la mano, sosteniéndola, como si la pesara o midiera, le aplico un beso en la mejilla.
Disertó un rato sobre banalidades a las que Javier fingió prestar atención hasta que el carro arranco luego de zapatear un par de veces. 
El transporte se interno en la carretera, como si se desplazara por un pasadizo hacia las fauces de una noche feroz y hambrienta. 
Al rato, la chica empezó a dormitar y a hacer algunos ruidos blupsomanos con la boca, rechinaba los dientes con cierta agitación contenida. 
Luego cayo en los abismos profundos del sueño inexorable que debe sobrevenir a todos los cansancios. 
Tanto así que apoyo su cabeza en el hombro de Javier que algo incómodo comenzó a lanzarla suavemente hacia el lado izquierdo. El estomago de la mujer hizo ruidos raros. Sonaba como una indigestión en ciernes. 
Casi imperceptiblemente Javier notó que la chica lo observaba un poco de reojo entre los ojos a medio cerrar. Minutos después vinieron los roces.
Ella tocaba con su rodilla la pierna de Javier, era un toqueteo evidente, obvio, empujaba su pierna contra la de el como si frotándola y como si de esa forma fuera a encender alguna fogata tardía para el trayecto.
Javier se sintió halagado: su ego creció como el de un animal sobrealimentado para los efectos de un ágape multitudinario.
El también comenzó a jugar empujando la pierna de la joven con su rodilla e incluso levantandola ligeramente para tocar el inicio de un muslo carnoso y comestible, a todas luces y a obscuras bastante tentador. 
El asunto duro algunos minutos. 
Tanto forzó la pierna que un calambre lo asalto por segundos. 
Lo de Jazmín paso a ganar sitio, cada vez se pegaba mas y empujaba con mas fuerza, en un momento, Javier distinguió su rodilla con forma de pan francés sobre la de el. Cuando acercaba su mano, para buscar el rastro húmedo del ojo ciego, ella empujo mas fuerte y puso su cabeza entre las piernas de Javier, por leves segundos y luego entre las de ella misma, y precedido de un grito gutural y nauseabundo comenzó a arrojar los alimentos, a vomitar desesperada-mente en el piso del pesado vehículo salpicando los zapatos de todos sus vecinos.
No hay gestos inequívocos pensó Javier, cuando el deseo puede ser tan literalmente pasajero. 

15.8.13

NUNCA ES DEMASIADO PARA EL AMOR



Nunca es demasiado para el amor

-Fatuos de mierda, fatuas de mierda- refunfuñó con un dolor opresivo sobre su pecho. Fueron sus últimas palabras.
Su padre murió de sucesivos ataques de fulminante ira. 
El auto que lo llevaba rumbo a la emergencia del hospital doblo en la última esquina y de su boca emergió un ruido seco como si algo se quebrara, fatuos de mierda, fatuas de mierda dijo y se acabo su universo en un segundo
Falleció, como había vivido, retando al cosmos, en eterno pleito con el mundo, con sus gentes, con sus vanidades y desdichas. 
Solo así uno puede explicarse porque el, su hijo, tenía tanto miedo a amar.
No quería que le rompan el corazón. No quería morir. 
Normalmente uno no sabe que se va enamorar. 
En el fondo se desea, pero no se puede prever. 
Claro que a todos nos gustan las maripositas en el estomago, o ese aleteo de paz que inspiran los sentimientos elevados, o el deseo de la otra piel que combinada a la nuestra produce fuego del que no se apaga jamas.
La ilusión sobre el concepto del amor lo volvió desconfiado. 
Sabía que uno se hacía co-adicto a las adicciones de la pareja, de la otra persona. Si tu pareja discute, tu te volverás un terrible polemista. 
Desde que la muerte (que es celosa y es mujer) se llevará a su padre a vivir con ella, había decidido convertirse en un hombre que no quería amar.
Pero como a todos los que se proponen cosas tan extremas que rayan en lo inevitable, en el inexorable castigo del verdugo tiempo, el amor no se tardo mucho en alcanzarlo para iluminar el lado obscuro de su alma temerosa. 
¿Cómo enamoran los hombres -así tan locamente- si no saben dar amor?
piensa mientras en el teléfono celular desecha el tuiteo, le parece la persona menos indicada para hablar de amor. 
Yo debería disertar sobre el miedo se dice como consuelo, mientras el recuerdo de los ojos de ella lo invade, lo inquieta, lo abraza. 
Mientras rememora su cuerpo, de blancura inmaculada, sus ideales y conceptos llenos de vida encerrados en la esperanza, convertidos en el listado del remedio para todos los males más allá del mismo amor. 
La primera vez que la beso supo que de esos labios se recibía vida.
Se escabullía de su lengua (que buscaba horadarla en la cacería del espíritu)
La Tierra (que también es celosa y es mujer) le había puesto en el camino a una de sus hijas mas poderosas, quizás para retar su desafío, su promesa y su culpa, o para hacerlo desistir de una empresa que lo confinaba a la soledad. 
Todo esto, lo soñó Javier, en una media noche en que lo visitaron los fantasmas de las tareas incumplidas. Quería pero no quería amar. 
La había conocido por la red, o por esas redes cibernéticas que maldicen con su modernidad la esencia misma de la condición humana.
Coincidían en gustos por el arte, simpatizaban en el accidentado tema de la política, y cuando la conoció sintió que un rayo atravesar su cuerpo.
Era obvio que esa mujer era una fuerza de la naturaleza incontrolable. 
De ahí en adelante comenzó a escribir poesía (la que según sus propias palabras era un placer onanista de personas decadentes) porque en esa carrera de cortas agitaciones, de pasos lentos, que es escribir versos (cuentos y novelas exigen carreras mas largas) encontró una forma de recrearla y tenerla siempre cerca. 
Fue así como entendió que el amor no tiene nada que ver con la posesión, 
que es sinónimo de absoluta libertad. 
Era tan dulce pese a su fuerza que comprendió que cambiar ese milagro, lo haría definitivamente miserable.
Y que la única forma de que siempre fuera suya, sería mientras pudiese volar sin esperar el intermedio de algún horizonte cercano. 
Quizás por eso nunca paso del vestíbulo de los besos moderados. 
Y aunque ya han pasado años, muchas veces que lo encuentro garabateando poemas en algún Café pasado de moda, me dice que sigue siendo un hombre enamorado, que el amor es un ingrediente que nunca es demasiado y que aunque se necesiten dos basta con uno para amar.
Y yo le creo, porque Javier habla suave con la paz y el aura de felicidad que solo gozan todos los que estan locos de amor y logran el sueño de no morir. 

HUGO DEL PORTAL

De "Desconocido y otros cuentos"

8.8.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN



Página 25- Me quiero casar con una millonaria

Los niños, son educados por sus padres con ciertos condicionamientos de la motivación, así que cuando son pequeños y un adulto bobalicón les pregunta: ¿y qué quieres ser de grande? (sin tomar en cuenta que a veces se podría tratar de un enano consumado y sin remedio) el infante responde, futbolista, doctor, ingeniero, y algunas veces artista.
Yo he conocido niños ( o perversos polimorfos) que quieren ser como Maradona y son como de madera, o profesionistas, pese a una cara de escasez neuronal y anancefalia inexorable, o artistas cuando su sensibilidad suma cero, lee nada, o simplemente demuestra en cada acto que es un sublime imbécil. O sus muestras de talento son garabatos de gatos que solo una victima de esquizofrenia mal medicada podría dibujar.  
Amén de los miedos, fantasmas y tibiezas que los mismos padres le van sembrando a uno mientras crece. 
Mi padre, el verdadero último de los caballeros, era un tipo práctico y de un espíritu agresivo y burlón que no lamento ni lamentaré haber heredado. A mi me enseñó a responder: yo quiero casarme con una millonaria. 
No sé,  si ese es mi karma, o mi maldición, pues un talentoso necesita siempre respaldo crematístico si o si.
No hay peor negocio que casarse dos talentosos o un talentoso con una persona sin espalda financiera.
Se lo he dicho mil veces a mi hijo y a mis amigos. 
La pasión se vuelve rutina, el amor es eterno mientras dure, y cuando las necesidades entran por la puerta, el efecto Cupido sale volando por el balcón o por la ventana así sea de un octavo piso en uno de esos horrorosos condominios que han convertido Lima en el remedo de una urbe asiática construida para efectos de un film de espionaje (como escribió Ribeyro alguna vez en una de sus novelas)
Yo -gracias a mi tendencia poética autodestructiva- me casé con una misia de las peores (de las que tienen la huachafa pretensión de no serlo) y me fue como el orto, terminamos como en la Guerra de los Roses, tirándonos platos y adornos (baratos por cierto, salvo la fuente de origen inglés heredada de su abuelita) y odiándonos, como los mejores bellacos, por un par de mangos.
Pero uno no escarmienta, mis siguientes relaciones no buscaron la olla de oro al final del arco iris y entre tanta distracción terminé mas endeudado que nadie, apretándome en los pagos de expensas y encima una de ellas, G, madre de tres vagancios, simpáticos pero inútiles como un cenicero en una moto, luego de aullar en el lecho, me clavó con 200 soles y cerró a un amigo con 1000 soles que le prestó para invertir en una tienda de ropa que no paso del Showroom, pensando en cobrar diez veces mas por su mercadería de contrabando.
Debo contar que no he aceptado otras propuestas, por el temor de terminar como el escritor de la película Miseria, con los pies rotos y escribiendo para alguna gorda loca por mi poesía o por mi prosa. 
Y que aun busco a la propietaria o tenedora de una casa con vista al mar (para que desde un luminoso ventanal pueda escribir tantas historias pendientes)  
Mi paseo por los senderos del amor sigue siendo tan austero como el almuerzo de un empleado del sector público, de menú de 8 soles, en magnífica esplendidez.
No es que me importe el vil dinero pero como calma los nervios. Como mejora las sonrisas.
Caminaremos igual por el mundo, haremos una sencilla colisión con el amor y veremos si la casa, además de agonizantes susurros se llena con la prosperidad material. No es que me importe mucho.
Háganlo por la memoria de mi viejo.

HDP


5.6.13

DESCONOCIDO de Hugo Del Portal




1
Aquel mediodía de ese verano desganado, la Sra. Santos Córdoba creyó reconocer la presencia de la muerte por el vuelo de obesas moscas negras sobre los filetes de tollo y las colas de langostinos que despachaba en su puesto de pescados y mariscos del mercado 3 de Febrero.
La Sra Daría de las verduras también había dormido mal, con un sueño interrumpido en el que escuchaba la voz de su difunta madre, llamándola en sueños.
Por alguna razón, en algún momento del día, medio mercado, incluyendo a los de los abarrotes y accesorios de ferretería, sufría de la epidemia de adverbializar casi ligeramente sobre la posible presencia de la muerte bajo distintas formas o claves.
-A todos nos alcanzará, cuando deba- sentenciaba el zapatero remendón, mirando los traseros de las señoras mayores que cruzaban delante de su pequeño taller, culo que veía, culo que quería,(hasta que se casó con una mujer mucho mas joven que el y que lo engañaba con hombres, también mucho mas jóvenes que el)
Fue justo cuando se asomaban las agujas del reloj a las tres de la tarde, que un el agudo sonido del chirrido que produce un frenazo fuerte sobre el asfalto saco a todos del sopor. Al silencio le sobrevinieron voces ininteligibles  gritos cortados en tres partes, hasta que la frase tomo la forma de las graves noticias, han atropellado a Guaracha!
Sobre el pavimento y sobre una mancha de sangre que amenazaba con levantarse lentamente y caminar, como si estuviese viva, latiendo fuera del herido, yacía el cuerpo inerte de Guaracha que creyó ver el aleteo de unas hermosas alas negras antes de caer contra el cemento luego de la fuerte embestida que había recibido de un camión que cargaba frutas y que era manejado con excesiva velocidad por un conductor que lucía un rictus de asustado. 
Ahí estaba Guaracha, muerto?, vivo? muerto en vida?
Nadie sabía mucho de el. Ni como llegó, ni cuando.
Apareció con los ojos rojos, casi endemoniados, las greñas pegoteadas de una suciedad incalculable y unos pelos extraños que hacían las veces de bigote y barba, estaba completamente andrajoso y en un estado de desnutrición tan notorio que un vigilante del mercado lo dejo dormir en el piso, sobre unos cartones humedecidos por un tiempo inclemente, al compadecerse de tan deplorable estado.
A veces la pobreza material genera estas divinas formas de solidaridad humana. El hombre cuando quiere no es malo. 
Guaracha se hizo parte del mercado como uno mas y comenzó a agenciarse la vida cargando pequeños bultos, luego otros mas grandes, hasta que alguien (contagiado de compasión amorosa) le proporcionó una madera gruesa que descansaba sobre cuatro rodajes y unos ejes movibles y de la cual halaba Guaracha para transportar paquetes mas pesados. Recibía unos monedas por cada encargo que el canjeaba religiosamente por un menú bastante barato en la chingana de Doña Juanita
(que con el boom de la gastronomía nacional llego a ganar un premio por su sopa levanta muertos, una combinación especial y secreta de la cual solo ella guardaba la formula: hervir sus calzones en el rumoroso caldo y que la convirtiera en una verdadera estrella afortunada del negocio de las comilonas. Hasta ganó el Concurso Mistura. 
Con el resto de las monedas, compraba sendas botellas de un aguardiente de origen desconocido y quemador de estómagos por antonomasia, Pisco de la tarde,  le llamaban, el cual libaba pausadamente  hasta que lo atrapaban las musas de la danza inspirados por los alientos del alcohol.
Caminaba tranquilamente hasta la puerta de la tienda en donde se vendían discos (era la época de los discos de acetato y de vinilo) y arrancaba con un ritual de baile descomunal que con el tiempo he podido reconocer como la auténtica danza de los derviches del desierto. 
Los bellacos, perdedores esquineros, lo alentaban gritándole:
Baila Guaracha Baila!
Lo que incentivaba al danzante a movimientos mas violentos y desequilibrados. Muchas veces lo vimos rodar por el piso en pleno baile.
Eso ocurría si el dueño de la tienda de discos, un enano mal encarado al que llamaban "Aceves Mejía" a veces y a veces "Tongolelo" porque lucía un mechón similar al del cantante mejicano,  lo expulsaba con baldes de agua fría, amenazas con puta-madreadas  o con el simple gesto de llamar a la autoridad representada por el policía que dormitaba en la puerta del Banco Popular.
Guaracha estaba completamente ajeno a estas amenazas, el solo quería bailar, retozar, hacerse etéreo
Tal vez buscaba una singular compensación o una controversial liberación, pero quién puede explicar bien estas cosas que tienen que ver con la condición humana, mas llena de enigmas que de certezas.
Sin embargo ni la violencia con lo que atropellaron ese día infausto, ni la misma vida y los años entregados a los fantasmas del licor, lo pudieron ayudar adelantándole la hora de su encuentro definitivo con la muerte.
Una movilización social sin precedentes en la que participaban los puesteros y trabajadores del mercado así como los vecinos de los edificios cercanos, logró detener al irresponsable chofer, y obligarlo a cubrir los gastos de hospitalización.
El Sub-oficial de segunda Elvys Morón había salido en bvd de su casa para (con la maña y fuerza necesaria) impedir que el chófer escape. Lo estampó contra la pared de un solo empujón con sabor a cabezazo y ordeno que le quiten la correa y le abran los botones del pantalón mientras lo revisaba con la mano derecha y lo apuntaba con un pistola inmensa con la mano izquierda, -no te muevas que se me escapan los frejoles y no la cuentas, cholo de mierda- 
decía con ese tono militar característico.
(Entonación que uso hasta que cayo muerto en un tiroteo de la policía con una banda de asaltantes con las que se coludía para robar bancos)
El camionero tenía un abogado, un tipo listo por cierto, pero Guaracha tenía al Dr Quispe Condori, un viejo zorro de los pasillos del poder judicial y del manejo de los juzgados, encallecido por el sistema y por los años ajenos.
(Incluso llego a ser Viceministro de Justicia durante el primer gobierno del mal llamado partido del pueblo)
Con argumentos de tinterillo siniestro y de abogado de oficio logró que se respetaran los derechos que asistían a Guaracha y tan solo con sutiles extorsiones disimuladas bajo el manto de la jurisprudencia bien utilizada. 
Guaracha recibió la mejor atención médica, se recuperó, subió un poco de peso, cuando volvió parecía menos cetrino y amarillento que antes y con alguna ropa usada que un alma caritativa que le alcanzó, reapareció por el mercado con una expresión ansiosa pero decidida.
Era obvio que estaba enterado que una buena cantidad de dinero y una legítima propuesta para una vida nueva y mejor lo esperaba a la vuelta de la esquina, pero tras su ansiedad se descifraba la sensación de una determinación tomada con visos de irreductible, indiscutible, axiomática.
 2
El camionero cumplió con pagar todos los gastos. 
E indemnizarlo. 
A cambio de que no hubiese denuncia policial ya que no contaba con brevete y el vehículo no era de su propiedad, lo venía litigando con otros herederos de su padre que se lo reclamaban.
Paralelamente, los vecinos habían realizado esa mar de actividades que se hacen para recaudar fondos, kermeses, rifas, donaciones y bajo el celoso control de los devotos había una buena cantidad de dinero en la colecta esperando a Guaracha. Además de los buenos miles que se consiguieron del camionero.
En una reunión (convocada con esquelas hechas a mano por el hijo de la Sra. Murayama que era un magnifico dibujante hasta que tuvo que emigrar a Japón en donde hasta ahora sigue trabajando en el negocio de la construcción) los vecinos habían acordado instalarlo en un puesto de periódicos, en donde podría hacerse del diario sustento, sin necesidad de tanto maltrato físico y hasta podría usarlo como vivienda, y así ya no tendría que dormir en algún rincón del mercado sobre cartones mojados o sobre mantas usadas. Era una gran idea.
Pero no hubo poder humano ni divino que convenciera a Guaracha, él quería su dinero, le había costado la pierna con la que mejor danzaba, era suyo y nadie le iba a decir qué hacer con él, que uso darle.
Pese a que hasta los más remolones discutieron con él, no cedió, quería su dinero en la mano. 
El Dr. Quispe Condori redactó un documento que acusaba el recibo del mismo y en un sobre coloco la importante cantidad de dinero.
¡Nombre! Pidió sentado frente a su máquina de escribir.
Guaracha quedo pensando, Guaracha, respondió que se llamaba Guaracha. Y como si imitara su propio eco, repitió, Guaracha, Guaracha, Guaracha.
No tu alias, dijo el Sub-oficial Morón impacientándose, -tu nombre, carajo! cómo te pusieron tus papacitos pues huevón-  
Guaracha miró las paredes desconsolado, no me acuerdo, musitó, no sé, no me acuerdo. 
Recuerdo que el silencio me sobrecogió desde los forros del alma. Y que fue un instante terriblemente opresivo. 
El Dr. Quispe Condori, rápido y práctico, dijo que tanto problema caramba, ponemos desconocido en el documento y que ponga la huella digital del dedo índice. Así se hizo. Guaracha recibió un sobre en donde se notaba un grueso de billetes de cien soles. 
En los días siguientes, Guaracha se apodero de la vereda de enfrente a la disco tienda. Un grupo de borrachos y borrachas que salieron de la nada absoluta le hacían la corte y el extraía de sus bolsillos, el sobre de dinero y estiraba la mano como un mandamás oriental de omnipresente poder. 
No sé cuántas veces lo hizo, ni que tanto billete gasto, pasaron días y semanas en que el juego se repitió hasta el cansancio como en una pesadilla infernal.
Guaracha caminaba borracho, bailaba siempre, y poco a poco volvió a su soledad irreductible. 
Una noche despertó durmiendo en el piso frío, parecía que por dentro de sí mismo algo se había roto inexorablemente, algo que se ahogaba en su propio espíritu, y súbitamente recordó a su mamá, que lo llamaba, con una voz angelical; dulce, eterna: 
-Abundino, hijito, ven a comer, Abuchito, ven Abundino, Abuchitoooo-
Tengo un nombre, se dijo –no podía gritar, ni hablar-
Estaba inmovilizado por una fuerza que lo sobrepasaba, me llamo Abundino Huamán…..se dijo…
No soy desconocido , soy Abundino- repitió en el silencio que crispaba la noche. 
Recordó a María, sus amores desnudos en el río, se vio escapando a si mismo, de los hermanos de ella, se visualizaba en una secuencia en donde fugaba en un camión de carga, llegaba a una ciudad inhóspita e hipócrita, , en donde solo el líquido ese que le quemaba la garganta lograba aplacar sus penas y sus miedos, y lo llevaba hasta el río de todos los olvidos.
Por un camión había arribado y por un camión -aunque circunstancial- partía rumbo a un paradero sin regreso.

Levantó la vista, y vio descender un Ángel de alas muy negras que lo miraba con infinita paz mientras portaba una espada brillante con una gota translúcida en su punta, supo entender que ese era el último trago, el de la definitiva e inapelable muerte.
Y aunque algunos renegaron, los vecinos y los comerciantes, cumplieron con darle una cristiana sepultura.
En la tapa de su nicho se lee, Guaracha, NN, desconocido.
Desconocido como cualquiera de nosotros, en un mundo extraño que se esmera en ignorarnos.
Desconocido como cualquiera de nosotros, que solo es un número en una planilla, una soledad en el viento, un adiós sin respuestas.  
Desconocido como cualquiera de nosotros frente a tanto inútil desafío por ser libres y felices.

De “Desconocido y otros cuentos”
Derechos reservados 2013
Hugo Del Portal Faverón.  

15.5.13

CUENTO NÚMERO DOS


Y me botaron a patadas del Queirolo 
por Hugo Del Portal

Fue Manolo quien insistió en ir. Cesar quedo en llegar. Y llego, pero tarde. 
Arribamos a la celebre esquina en Pueblo Libre y el local estaba lleno, como siempre. Nos ubicamos en una mesa que se desocupo cerca de la ventana y al lado de otra, en donde un caballero mayor con cara de punto seguro, de esos que pagan las cuentas des sus postreras calenturas, brindaba con tres damas, dos ya medio ajadas y poco atractivas y una bastante joven, sin los efectos de la ley de Newton en su cuerpo exuberante y con cierta atractiva sensualidad animal.
También tomaban chicanos de pisco. Sobre su mesa se erizaba una res (aunque ya parecían haber consumido bastante licor) y brindaban por la ciudad de Huacho.
Manolo se empiló con los primeros brebajes.
Una res es una botella de pisco, otra de ginger ale marca evervess, hielo, limón, un vaso con licor de guinda y otro con jarabe de goma.
A mi no me fascina tanto el pisco, y no es por anti-patriota, ni por alienado, la verdad es que se me borra el cassette y me pone la pantalla mental en blanco.
Se me distorsiona el hight definition y termino viendo y actuando en 3D y sin muchos chips de smart, ni de wifi.
Manolo comenzó a conversarle a las damas de la otra mesa, en especial a la más joven y el tipo que las acompañaba comenzó a mostrarnos el rostro de la impaciencia.
Tomaba con descuido, mas de la cuenta, sus ojos se achisparon y empezó a disertar sobre la belleza de la mujer peruana, en especial de la huachana.
Era obvio que tanto palabreo buscaba levantarle el plan al vecino, aunque sin saber como ya íbamos por la segunda res, entonces me metí al baño a fumar, siempre he dicho que por leyes idiotas, es el colmo que los nicotinomanos nos tengamos que mezclar en los baños con los coqueros.
¿Qué tiene que ver mi humo con las aspiradas locas de esa gente viciosona?
Cuando salí, el cigarrillo ya consumido, Manolo se levanto para hacer no se exactamente qué, anduvo un par de pasos y se fue de bruces al piso.
Cesar, que recién había llegado, lo ayudo a incorporarse, el hombre estaba noqueado, el resto de la reunión dormitó, sin vergüenza alguna, sobre la mesa, hasta que lo depositamos en un taxi rumbo a su casa.
Al día siguiente nos enteramos que le habían robado el celular en el taxi.
Con la tumbada Manolo se trajo abajo, la cubeta con hielo, así que el mozo que nos alcanzo otra con mas hielo y tuvo que limpiar el estropicio, nos miro como fastidiado por la borrachera torpe de nuestro amigo.
disculpe maestro- le dije conciliadora mente....
no se que mascullo entre dientes, solo entendí algo de borrachos de mierda.
Cesar lo escucho y reacciono felinamente.
Lo pechó, agarrándolo de las solapas y en la trifulca un par de sillas dieron al piso, Manolo golpeó la botella y desperdicio un poco sobre la mesa y el señor de los convites y las huachanas decidió cambiar de mesa o o irse del lugar.
Quedamos como apestados, con Cesar despeinado y con cara de loco, Manolo en pleno jato y yo con ganas de fumar, prendí un cigarro, confieso que también lo hice por joder, el pisco estaba empezando a hacer los estragos de siempre.
Y uno de los mozos lo voló de mi mano con un puntapié preciso en el mismo.
Otra sesión de empujones con mas mozos sumados al enfrentamiento y Cesar que nunca mide sus contrasuelazos, estrello a un mozo contra la mesa, todo lo que ella tenía encima...vasos, botella, hielera cayeron al piso mientras Manolo se despertaba con un mozo rodándole por la espalda.
Los consumos habían sido cancelados por adelantado.
Así que entre trapazos, combos, puntapiés y levantadas en peso, (que recuerde me levantaron entre tres o cuatro y temí que lanzaran por los aires como en las películas del viejo oeste) nos depositaron en la puerta en donde un tipo inmenso, de esos que te pueden hacer un hueco de un solo golpe sentenció:
Prohibido el ingreso, se van y es mejor que no vuelvan porque los vamos a hacer leña....y encima se van a ir presos. Ya estan borrachos, váyanse a dormir, dijo atenuando la voz. Tomándome el brazo, me dijo despacio, ya pues doctor no sea jodido, usted es buena gente, qué hace con estos lacrosos?
No hay grandazo que sea mala persona. Siempre son tipos tranquilos.
Terminé la noche, solo, en bar de unas cuadras mas abajo, tomando cerveza con unas pelanduscas de atar.
En verdad nunca me botaron a patadas del Queirolo, son buena gente por allá, aunque no dejen fumar. Lo cual sigue siendo una estupidez mundial.
Simplemente recordé que Julio Ramón Ribeyro comentaba que quería empezar un cuento como ese de Salinger que dice: "y nos botaron a patas del bar de Joe"
(según contó, a el lo botaron del viejo Bar Nautilius en Miraflores)
Regresé al Queirolo y me han botado otras tantas veces por diferentes motivos, afanar a una turista, cuyo guía con alma brichera tomo a mal, o por querer que me sigan vendiendo cuando ya es hora del cierre,o por pelearme con unos fujimoristas miserables que hacían barritas en otra mesa, como siempre por fumar en el baño, o en la misma mesa, pero simplemente porque el pisco me sigue sacando al pistolero del Viejo Oeste que todos llevamos dentro.
A veces es bueno, no es que lo recomiende, liberar al salvaje que duerme en las cuevas de nuestro universo interior porque la mejor forma de vencer las tentaciones sigue siendo caer inexorablemente en ellas.


De "Desconocido y otros cuentos"
Derechos reservados 20013

2.3.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN


Pagina 24





La vida es de nadie...

Eramos niños. Peloteros, ruidosos, felices. Por tanto, ilusos.
Comíamos el sanguito rico y tentábamos a la suerte si adivinábamos cuantos monedas tenía el vendedor del popular dulce en la mano y podíamos ganar el muñequito procaz que mostraba sus miserias. Era otra ciudad definitivamente hermosa, que tenía, como alguien escribió (*) forma de poto. Un trasero de flores.
Los Papas no tiraban la toalla y los perdedores eran buenos perdedores y sabían aceptar el triunfo del oponente. No pensábamos en revocar o no revocar, sino en amar, con paz y con música. Nuestro primer concierto fue un Charly García -un genio, sin discusión- y nuestros primeros tronchos, los mas audaces con raros peinados nuevos de fondo. La resaca tenía el argumento de la poderosa guinda. Y en los slams de las amigas creíamos leer el futuro auspicioso del primer beso, el primer romance.
No tenemos nada que ver con esta ciudad de dos caras, la del insulto de los horrorosos nuevos ricos (lo son así nos duela)y sus pantallas planas, sus departamentos como ratoneras asesinas. La de pobrezas extremas. La faz que sonríe con sordidez.
La del arrebato como institución , la del robo como doctrina. La de los políticos sin casta ni linaje, metecos de cuarta, churupacos.
Yo iba al estadio con mi padre y con mi hermano. Y eramos hinchas de la U, del mejor de los equipos, sin embargo mi hijo odia el fútbol y yo nunca lo pude llevar a la cancha o al estadio de violentos fanatismos, de etnocentrismos estúpidos que separan.
La violencia esta en todo, vive en el resentimiento, en la injusticia, en la negación de la búsqueda del bien común. En los traumas que nos ha dejado la crisis del mundo -partido en dos pedazos agonizantes por voraces banqueros- y en el fracaso de la familia como institución, como ente formador de valores.
Creo en la redención. Creo ciegamente en el amor. No me hago mala sangre con los idiotas y las idiotas de turno que creen poder herirme y a las cuales no cobijo ni siquiera en mis chanzas, porque ya no valen la pena, por que son parte de la noche triste y ciega.
El mundo cambiará -y para bien- sin mentiras amarradas a las patas, cuando se abran los corazones con la alegría de la esperanza y la ilusión, en la idea fundamental, que lo que realmente vale, se encuentra siempre en lo mas simple.

(*) Fernando Ampuero en Miraflores Melody.
 

13.2.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN

Pag 23
No vale con palo, Valentín

Mas allá de todo lo que ocurre en el mundo, mañana será el día del amor y la amistad, términos que rara vez se conjugan porque el amor antes o después del amor, no concibe amistad y como canta Calamaro, todo lo que termina, termina mal. 
Y si después no termina, se contamina, salvo que sea el verdadero amor que siempre regresa aunque sea para sacar sus calzones de los cajones, su pijama de diario, un par de discos, un libro recetas que nunca volverás a preparar y las chanclas de levantarse.
Los bienes se reparten por ley pero a la hora del desamor, te importan un pito, los artefactos, los muebles, el auto, solo quieres tu linda libertad y su lado feo, la soledad, la auto-indulgencia, el abandono por tirar la toalla rápido, la poco generosa culpa.
El mundo se ha vuelto un club de tentadores cazadores solitarios, porque el corazón es así: Un cazador solitario (Carson McCullers)
Pera mañana ser el día del amor, se consagran sus festividades al sexo, los horeles están copados y hay que hacer reserva para los que no cuenten con departamento de soltero, propio.
Otros, nos ahogaremos en coca cola Zero y café (porque tenemos el vino prohibido) y reflexionaremos sobre lo que hemos hecho y hacemos con nuestras vidas y del porqué estamos dotados de una gran capacidad para echar a perder todas nuestras relaciones.
En ese juego no caben racionalismos, porque solo un tonto (a) puede justificar el sufrimiento.
Gozar como chancho es celestial, sin discusión válida.
¿Por qué negamos nuestro puerco interior? y lo sometemos a la miseria de las tristezas, a la pesadilla en vez del sueño, a la oscuridad que te ciega e inmoviliza en lugar de la luz que te libera de verdad. Porque el amor es luz infinita, poética, enriquecedora.
No soy el más indicado para conocer esas respuestas, tan solo digo, y sostengo que a todos, los que nos botan a patadas son nuestros demonios, solo ellos, nuestra legión de neurastenias.
Lo demás son flores, poemas, chocolates, libros y negocio.
La tarea es aprender a amar y aprehender a amarnos. Ardua labor.
Desayuno de campeones por cierto....

2.2.13

LA EXCOMUNIÓN FINAL DE LAS MELANCOLÍAS


CAP 3
Del verdadero origen de las ideas

Desperté, sobresalto de por medio,  en una cama extraña, de una habitación extraña y austera,  al lado de una mujer, -meridianamente extraña- y nada austera. Contemple su cuerpo pulposo, manducable, dorado, irradiaba una tibieza sensual, atribuida como propia de las mujeres de la selva peruana.
Escanee sus formas, desde sus hombros lúdicos, hasta sus pies encantadores como peces de colores, pasando por las suaves lineas de la espalda que coronaban unos glúteos generosamente redondos
¡¿Qué hacía yo, ahí, a esas horas, cerca de las dos de la madrugada?! 
Era obvio lo que ya había hecho y con sumo y culposo placer. Después de semejante revolcón de gozo había quedado como con la mente en blanco, silenciosa, según Osho,  como un cómplice fiel.
Y me había rendido al sueño que repara, me levanté despacio y en la oscuridad no pude evitar darle un ligero puntapié a mis lentes que rodaron debajo del lecho que descansaba del estremecimiento. 
Cogí las prendas que habían caído por diferentes lados, mis interiores flameabancomo la bandera del reclamo de esas tierras misteriosas sobre un televisor, las medias estaban revueltas entre las sabanas, mi camisa estaba arrugada y después comprobé que le faltaban un par de botones, mis zapatos acompañaban a mis lentes y mi pantalón, mi saco y mi corbata aparecieron esparcidos por un pasadizo de muebles baratos, de serie, de los que fabrican para los blancos pobres, muebles sin la nobleza de la buena madera, ni la vanidad de la marca bien marketeada, mejor publicitada, muebles, indiscutiblemente,  cholos. 
Un baño estrecho (que también servia de tendedero ya que del tubo de la cortina de la ducha colgaban unas pantimedias, unos cuantos sostenes y unos calzones atangados, casi como de hilo dental. 
Sentado en la fría losa del inodoro, comencé a re-inventarme la situación mentalmente, mientras me vestía.
Confieso que al ponerme el pantalón, me levanté y con las bragas cerca de mi rostro, no pude evitar darle una olfateada intensa, algo pervertida pero deliciosa. Recordaba que había llegado a este situación por aproximaciones sucesivas, era un juego del gato y del ratón de roles intercambiables. 
Yo era Jefe de Compras, ella vendía para una distribuidora abarrotera importante y mis pedidos le significaban un sobre de sueldo mas homenajeado a fin de mes. 
Además tenía genetica de sacavueltera y tras sus achinados ojos, se podía leer que le gustaba el sexo (como al mas común o al mas encumbrado de los mortales) y que sabía aprovechar los ratos en que su marido tenía que viajar a su santa tierra, para darle gusto al cuerpo.
M. era intrépida hasta el abuso y yo me preguntaba si ese juego era conveniente, so riesgo de despertarme con una pistola en la cabeza, ya que el hombre era un policía. 
Se me escarapelo el cuerpo al imaginarlo liquidando mi rijoso estilo con su señora esposa, compañera escogida ante el registro civil y ante el manipuleo religioso. 
Hacía cuatro meses que yo leía y practicaba no se que tipo de culto que tenía que ver con el estudio de teorías metafísicas y pese a haber adquirido una actitud hipócrita de santo varón, era un promiscuo nuncio de la sensualidad exacerbada. Extrañamente la fe me había convertido en un tío bastante arrecho. 
Revise el botiquín tras el espejo: unas cuantas cremas hidratantes con las que me frote las entrepierna para borrar la posibilidad de los aromas delatores.  Remedios vencidos, maquinas de afeitar desechables. 
Tomen nota lo de los olores, las mujeres huelen a un kilómetro el olor a almizcle de otra fémina y desatan sus odiosos interrogatorios como si uno fuese a confesar una buena sacada de los pies del plato. Nunca. 
Así sean del grupo Colina y te pongan voltaje suficiente como freírte las guindas, no hablaremos. Es ley. 
Vestido ya, escuché la voz cantarina de M,  ¿te vas,  mi amor? 
Era una invitación a volver al intercambio de bifes, al ring de las cuatro perillas.
 Imaginé de inmediato, figuras geométricas, la cara de algunos futbolistas, los números de mis documentos, para espantar la libido que empezaba a reclamar su premio. 
Dije algo sobre llegar temprano al trabajo, pedido de carnes, algo así. 
Y sin acercarme le hice adiós mientras ella levantaba la pierna. Me encontré en una escalera metálica horrorosa, esas de caracol,  que hizo todo el ruido del mundo mientras bajaba cada peldaño. 
De la casa principal o de los otros (cuartos independientes con baño) alguien hizo shisst y dijo con sorna,tanta bulla carajo, y luego otra voz apuntó: Chau atrasador, cuidado que te agarra el tombo. Risas lejanas de complicidad. 
Unas rejas sin aceitar y una calle perdida por Surco viejo. Fumones en las esquinas entregados a destrozarse el cerebro fumando pasta básica de cocaína. 
Una avenida de dos sentidos, un taxi destartalado.
 Tratado el precio, sentado al lado de un chófer zambo, lechucero, obvia criatura de la noche, que iba comentando la  noticias, que descargaba la radio y manejando con destreza me dejo con rapidez enla puerta de mi casa. 
Sin escrúpulo alguno, hice sonar las llaves, cerré la puerta con firmeza, (nada peor que entrar sigilosamente  eso despierta sospechas, este mundo es de los frescos, decía mi viejo) y bostece una especie de cansancio como para que se interprete que había estado trabajando, 
¿Qué paso? -me preguntó desde la cama,
inventario sorpresa, -contesté de golpe. 
 tu comida está en el microondas- ofreció, ¿quieres que te la caliente?-insistió,
ya comí- respondí sin emoción, hubo una reserva de comida regional de la selva-dije jugando con mi suerte. 
Es muy humano, querer ser descubierto. Da una especie de adrenalina el merodear por el abismo de lo posiblemente incierto. 
la próxima vez llama y avisa-me reprendió, 
Gruñí una interjección que debía equivaler a no me jodas y concluyo el dialogo de madrugada. 
Al acostarme observé las cortinas y pensé si toda mi vida iba a ser así, si iba a mirar las mismas cortinas.
A mi lado, trataba de volverse a dormir una mujer a la que había amado pero que ahora ya me era extraña.
Pego su pierna contra la mía y apoyó su trasero de la misma manera, con su pie jugueteaba con mi tobillo, 
¿quieres jugar? me dijo con una voz coqueta,
Jugamos, pero yo no podía dejar de pensar en que estaba condenado, preso, a que siempre iba a ver las mismas cortinas, hasta que me abandone al remolino que me fagocitaba entre las sombras. 
Dormí pensando en que Dios me miraba con un gesto de reprobación.