Diario de la desocupación
Página 19: Teoría del Rimember
Mientras secaba un Luigi Bosca, Malbec (en súper-oferta con
70% de descuento, te sale a 20 mangos) conversaba con mi buen amigo Lalo
disfrutando su auto del año, bacán, reluciente, brillante, recién comprado.
Lalo es un magnífico profesional. Un buen cirujano que ha
llegado a los sesenta pirulos, ensolterado por un divorcio anunciado, desde que
frisando la cuarentena se le ocurrió unir su vida, con cura y alcalde de por
medio, a la de una mujer veinte años menor que el y de muy distinta condición cultural,
psicológica y social.
Ella era una huachafita, hubiera dicho mi viejo y tiene
demasiado acento de paisana, diría mi madre. Nada más lejos de la desnudez de una
certeza para este caso.
La verdad es que eran diametralmente opuestos y sólo ese
amor verdadero (que cantaban los trovadores provenzales empachados en excesivo
chocolate) quizás les habría cedido la oportunidad de sobrevivir como pareja.
Decepciones van y vienen. Terminaron más distanciados que
poetas y políticos en congreso de semiotecnias. Así de mal.
Calamaro canta, que todo lo que termina, termina mal. Estoy
de acuerdo.
Lo que le sucede a los finales, si por casualidad se
reactivan, es unas muy malas segundas partes o re-estrenos de fría calentura.
Odiosas recriminaciones como flechas de fuego.
Pasado unos calendarios de sucesivos y espaciados, choques y
fugas con diferentes damas de variado pelambre, Lalo se ha vuelto a enamorar.
Luego de pasarse la vida en el gimnasio, conservando un buen
estado físico, alimentando una cultureta con la profundidad de un plato de sopa
y de ser uno de esos fieles inalterables tíos que van a la iglesia de Los
Heraldos del Evangelio, todos los domingos a las siete (no como en el vals,que reza; cada domingo, a
las doce, para verte pasar después de la misa) Lalo sigue siendo el buen tipo que era, sano, decente y de
actuar siempre correcto.
Esta vez la tipa es menor por cuarenta años (no encuentro la
filia correcta pero debe ser algo así como filoveinteañera o la famosa turbación senil por
las carnes frescas)
Dependienta y cajera de una panadería de las que usan
bromatos prohibidos de seguro. Ricotona, a la primera lengua de candela, de la lascivia que embriaga con la botella del diablo.
Luego de salir un corto tiempo en el que Lalo confiesa haber
tocado las puertas del cielo al gozar con la ternura de sus besos, me cuenta
que visitó el quinto infierno cuando la muchacha ensopada en vodka (y de seguro
con un par de estimulantes aspiraciones) le había cantado las coplas de la
mujer maldita, con tal uso de gestos (y como mordiendo las palabras con
mandíbula de fiera) que había salido volando de la situación romántica, metiendo
el acelerador como lo haría un buen piloto de carreras en Le Mans.
-No quería, pero me he encamotado- dijo encendiendo el
undécimo cigarrillo de la noche (Lalo ha vuelto a fumar, ha bajado como diez
kilos y hay en sus ojos buenos un ligero brillo de ansiedad como el de los
infantes cuando les falta su implacable mamá castigadora)
-Y ella se ha dedicado al trago- añadió, -no me gusta eso,
no me gusta- repetía como consternado
- Bueno, le dije, poniendo cara de banquero que teme dar un
préstamo, con un solicitante poco seguro, para preguntarle, así como quien no quiere la cosa…
-¿Y no te apetecería un buen rimember?-
A lo que Lalo respondió, claro, cómo no (sus ojos brillaban
como con un endemoniado éxtasis de rijosidad) pero a una dama no se le pide
eso, jamás, añadió resignado.
Debo confesar que alguna vez, instigado por mi prima más
querida, observé las nuevas fotos de mi ex esposa en su facebook, utilizando el
de mi hijo que la cuenta como uno de sus pocos contactos.
Lucía su bonito derriere (reconozco que siempre lo tuvo
lindo) y entonces, algunos animalitos se agolparon en mis sentidos
reclamándome, exigiéndome, como deseando saborear otra vez ese cuerpo que
alguna vez fue mío, tanto como mi propia sombra.
Los mande callar porque siempre se debe respetar las vidas
que dejamos atrás y porque el Remimber solo se justifica si cuenta como mecenas
y promotor al legítimo amor, cuando éste es como UNA LUZ ABSOLUTA Y TOTALIZADORA.
Las uniones disparatadas (la diferencia de edades tan
abismal o extracciones de clase tan distintas) tienden a empujarnos hacia la búsqueda
desmesurada del placer, lo que tarde o temprano (siempre más pronto de lo que
uno se imagina) nos conducirá al otro extremo, es decir a un inevitable (pero
aleccionador) dolor.
No soy de los que dan consejos (y menos gratis) No es mi
negocio.
Creo que sería para mi, una forma absurda de compromiso. Creo que todos
debemos pasar por los procesos que nos enfilan hacia nuestra real necesidad de
aprendizaje.
Creo que está mal el interferir en lo que va a plenar,
inexorablemente, la vida de los otros.
Sin embargo es bueno entender que al enterarme sin querer de
estas cosas (y eso nos pasa a todos) hay una clave que debo interpretar y que es lo
que constituye mi trabajo:
No dejes que la pasión te domine hasta neutralizar tu razón,
sino arrasará con tus días como la estirpe condenada de los Buendía del Gabo, a
cien años de soledad.
Aunque por lo demás, nadie ha de despojarte, de lo bailado,
lo sentido, lo gozado. Tu lección son tus elecciones.
Say no more.
H.D.P.