Diario de la desocupación
Página 17: Espinosa Espiritualidad
Página 17: Espinosa Espiritualidad
Hace años, cuando era un niño, un gordito bastante lacroso
por cierto (lo de lacroso dura hasta estos
tiempos de vino y rosas) se presentaron
un par de curas a mi colegio de primaria.
Estudiaba yo en un pequeño negocio propiedad de un par de
tías solteronas, castísimas, que como marca registrada usaban, para sus centros
de desasnamiento, los comerciales nombres
de las vírgenes, santos y señores más rankeados, Del Pilar, Del Carmen, De Lurén, De la Merced,
De la Reconciliación y de la Reparinpanputa que las parió.
Así pues que tan
ligadas como andaban con Dios (*1) y la jerarquía eclesiástica que dice representarlo,
cada año sometían a los alumnos del quinto de primaria a una especie de prueba
o test de vocación sacerdotal.
Los recuerdo como si los estuviese viendo, con sus sotanas
mariconas, casposos, con esa mirada culposa del onanismo desmedido, con esa
mentirosa vocación para la nada que tienen los fantasmas, los farsantes y los
que pretenden agitarnos la conciencia.
Con su acento español de cinco esquinas y su actitud de
aprovecharse de la sorpresa que nos presenta lo desconocido, repartieron en las
carpetas, una especie de examen impreso que supuestamente iba a medir quienes
de nosotros estábamos más cerca de Dios (*2)
El más desagradable de los dos se acercó a mi sitio y me
dijo suavemente, que yo podía salir, que estaba exonerado del proceso. Y yo,
feliz, me fui al patio con mi pequeña
pelotita y mientras mis compañeros eran testeados para ver su proximidad a Dios
(*3), yo me jugué la final del mundial imaginario y logre darle el pase del
gol, al Cholo Sotil, con el que fuimos por única vez, en nuestra jodida historia
pelotera, campeones mundiales de futbol.
Años más tarde medité mucho sobre el tema y como yo era un
intelectual y era un poeta y era de izquierda, joder, que tenía que ser ateo, y
joder que después me volví agnóstico porque sonaba vargallosianamente más
bonito y hasta tenía más estilo y más caché.
Creencias y poses que me duraron hasta cuando mi viejo
fue llamado a su juicio personal siendo tan joven y decidí reconciliarme
con Dios (*4) y hasta me casé por la iglesia, con misa, coro, y vestido de
posible víctima para la inexorable mala sangre que nos causa la desmedida
ilusión.
Incluso comencé a ir a misa, un par de veces por semana, a
las doce como en el vals huachafo, y
tuve el atrevimiento de querer comulgar y hasta intente confesarme.
De seguro estaba embalado con semejante guiño al cinismo y
con esa facundia de los buenos escribidores estaba relatándole mi dolce vita al
hombre escondido tras la redecilla (confieso que en mi primera comunión me senté
en el reclinatorio pensando que era una sillita para el alma aún enana) y de
pronto el ibérico exclamo, hijo, por dios, que lo tuyo no tiene perdón del
cielo.
Que no me joda. Quién, que no haya vivido con cierta
intensidad, no sabe de los estragos del Cali Pachanguero (*5) de las noches de
tiros sin pistolas. Quién, que no haya tomado como para una noches loca de
copas, no se despierta en medio de dos cholas anónimas, o de alguna fauna
femenina de saldo y esquina.
El sobresalto del ensonatanado,
con ese falsete delator obviamente homosexual, no venía al caso. Pero era
evidente para un templo que representa las ruinas del perdón y la indulgencia.
Años más tarde, la metafísica, con nombre, libros y maestros indexados, me buscó sin que yo lo deseara y hasta ahora –cuchumil
años después- lo único que he podido
determinar es que ni siquiera puedo domesticar mi inquieta esencia tan llena de
debilidades y de inventarios de tinieblas y que la vida se me presenta tan
deseable como la mirada apasionada de la desnudez del amor, o tan detestable
como el levantarme de la cama tibia y protectora para ir a trabajar al mundo de
la desprotección que es esta puta jungla de frío cemento.
El mejor consejo que suelo dar es que no me pidan consejos. No
tengo autoridad moral, vocación de psicoanalista, tiempo, ni dinero para
semejantes excentricidades.
Te digo, loco, loquita o whatever, que un loco es faltamente
loco, así como un sabio es fatalmente sabio y que el mundo está lleno de buenas
voluntades regadas por las aceras de las
buenas intenciones que han empedrado el camino de todos los infiernos.
Estamos rodeados y podridos en la más hedionda y adictiva hipocresía
de querer vendernos como buenos sin importar el costo y por eso repartimos sentencias
y juicios que no son más que la auto
sentencia del propio desmadre.
Libérate siendo feliz y cumpliendo la tarea que se te ha
encomendado desde que viniste a este planeta escuela, que es salvar al mundo
salvando tu propia vida.
El cómo es lo que nos hará distintos. Usa tu propia fe.
Pero siempre entendiendo que no podemos huevear a nadie y
menos a Dios (*6)
Say no more.
(*1) El Padre
celestial, para estas tías era como un socio secreto.
(*2) El viejo para nosotros era como un profesor con una
larga palmeta.
(*3) El hombre de arriba para mis amigos seleccionados para
ser futuros curas fue como el dueño de la hostería que se olvida siempre servir el almuerzo y todos desertaron de su
vocación religiosa unos pocos años más tarde
(*4) Desde ese entonces Él y yo
estamos en paz, es más, yo diría que me engríe en exceso, siendo tan generoso y
tolerante con mis diarias impertinencias.
(*5) Taquicardia e insomnio que se presenta la resaca después
del uso y abuso de la cocaína
(*6) Dios no les cree nada a esa cáfila de pelotudos que
andan regalándoles cosas a los niños pobres (de Ripley, a crédito) o que se visten de morado
en octubre, mientras en la misa del domingo le miran el trasero (escaneándoselo) a la feligresa de la fila de
adelante.
H.D.P.
H.D.P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
HABLA JUGADOR