15.8.13

NUNCA ES DEMASIADO PARA EL AMOR



Nunca es demasiado para el amor

-Fatuos de mierda, fatuas de mierda- refunfuñó con un dolor opresivo sobre su pecho. Fueron sus últimas palabras.
Su padre murió de sucesivos ataques de fulminante ira. 
El auto que lo llevaba rumbo a la emergencia del hospital doblo en la última esquina y de su boca emergió un ruido seco como si algo se quebrara, fatuos de mierda, fatuas de mierda dijo y se acabo su universo en un segundo
Falleció, como había vivido, retando al cosmos, en eterno pleito con el mundo, con sus gentes, con sus vanidades y desdichas. 
Solo así uno puede explicarse porque el, su hijo, tenía tanto miedo a amar.
No quería que le rompan el corazón. No quería morir. 
Normalmente uno no sabe que se va enamorar. 
En el fondo se desea, pero no se puede prever. 
Claro que a todos nos gustan las maripositas en el estomago, o ese aleteo de paz que inspiran los sentimientos elevados, o el deseo de la otra piel que combinada a la nuestra produce fuego del que no se apaga jamas.
La ilusión sobre el concepto del amor lo volvió desconfiado. 
Sabía que uno se hacía co-adicto a las adicciones de la pareja, de la otra persona. Si tu pareja discute, tu te volverás un terrible polemista. 
Desde que la muerte (que es celosa y es mujer) se llevará a su padre a vivir con ella, había decidido convertirse en un hombre que no quería amar.
Pero como a todos los que se proponen cosas tan extremas que rayan en lo inevitable, en el inexorable castigo del verdugo tiempo, el amor no se tardo mucho en alcanzarlo para iluminar el lado obscuro de su alma temerosa. 
¿Cómo enamoran los hombres -así tan locamente- si no saben dar amor?
piensa mientras en el teléfono celular desecha el tuiteo, le parece la persona menos indicada para hablar de amor. 
Yo debería disertar sobre el miedo se dice como consuelo, mientras el recuerdo de los ojos de ella lo invade, lo inquieta, lo abraza. 
Mientras rememora su cuerpo, de blancura inmaculada, sus ideales y conceptos llenos de vida encerrados en la esperanza, convertidos en el listado del remedio para todos los males más allá del mismo amor. 
La primera vez que la beso supo que de esos labios se recibía vida.
Se escabullía de su lengua (que buscaba horadarla en la cacería del espíritu)
La Tierra (que también es celosa y es mujer) le había puesto en el camino a una de sus hijas mas poderosas, quizás para retar su desafío, su promesa y su culpa, o para hacerlo desistir de una empresa que lo confinaba a la soledad. 
Todo esto, lo soñó Javier, en una media noche en que lo visitaron los fantasmas de las tareas incumplidas. Quería pero no quería amar. 
La había conocido por la red, o por esas redes cibernéticas que maldicen con su modernidad la esencia misma de la condición humana.
Coincidían en gustos por el arte, simpatizaban en el accidentado tema de la política, y cuando la conoció sintió que un rayo atravesar su cuerpo.
Era obvio que esa mujer era una fuerza de la naturaleza incontrolable. 
De ahí en adelante comenzó a escribir poesía (la que según sus propias palabras era un placer onanista de personas decadentes) porque en esa carrera de cortas agitaciones, de pasos lentos, que es escribir versos (cuentos y novelas exigen carreras mas largas) encontró una forma de recrearla y tenerla siempre cerca. 
Fue así como entendió que el amor no tiene nada que ver con la posesión, 
que es sinónimo de absoluta libertad. 
Era tan dulce pese a su fuerza que comprendió que cambiar ese milagro, lo haría definitivamente miserable.
Y que la única forma de que siempre fuera suya, sería mientras pudiese volar sin esperar el intermedio de algún horizonte cercano. 
Quizás por eso nunca paso del vestíbulo de los besos moderados. 
Y aunque ya han pasado años, muchas veces que lo encuentro garabateando poemas en algún Café pasado de moda, me dice que sigue siendo un hombre enamorado, que el amor es un ingrediente que nunca es demasiado y que aunque se necesiten dos basta con uno para amar.
Y yo le creo, porque Javier habla suave con la paz y el aura de felicidad que solo gozan todos los que estan locos de amor y logran el sueño de no morir. 

HUGO DEL PORTAL

De "Desconocido y otros cuentos"

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