Cuatro mil soldados menos por Guillermo Giacosa (*)
Bush está triste. ¿Qué tiene George?, se preguntan sus allegados. Le han matado cuatro mil soldados en Irak y eso no es lo que él creyó escuchar de Dios. Interpretó, en sus meditaciones místicas, que el Señor le prometía serpentinas y confetis cuando él, con su rostro de eslabón perdido, le pidió que lo iluminara para saber si debía o no debía invadir la antigua Babilonia. Y no hubo ni serpentinas ni confetis para los soldados de la libertad, la democracia y el libre mercado, sino bombas, balas, odio, muchísimo odio, cientos de miles de muertos y millones de desplazados.
La referencia a Dios no es, de ningún modo, arbitraria. Está allí con todas su letras pues Bush, antes de postular a la presidencia, reveló que lo suyo era un mandato que venía de arriba. Él, antiguo borrachín y oveja negra de la familia (aunque, en verdad, no creo que en esa familia haya ninguna oveja blanca), había sido rescatado del mal para que como 'cristiano renacido' gobernara EE.UU. y salvara al mundo de la amenaza islámica.
No son pocas las iglesias que han respaldado la aventura bélica, y ese apoyo, fundado en una serie de interpretaciones disparatadas de la Biblia, sigue vigente y es uno de los mayores escollos para hallar una solución al conflicto entre Israel y Palestina. Seguramente, el ataque a las Torres Gemelas le confirmó a Bush la misión divina que se había atribuido y actuó en consecuencia incluso contra quienes, como Saddam Hussein, no tenían nada que ver con dicho ataque.
Aunque hay un mandamiento que ordena 'no mentir', parece que el Señor libró a Bush y a sus colaboradores de dicha obligación y, entre todos juntos, con George a la cabeza, dijeron 935 mentiras para justificar una guerra cuyos únicos beneficiarios han sido la empresa Halliburton (a la que estuvo ligado el vicepresidente Cheney) y las empresas de seguridad privadas que enviaron mercenarios para custodiar y combatir (y sin tener que respetar los molestos códigos éticos impuestos por la Convención de Ginebra).
En realidad, los muertos de EE.UU., contando contratistas, empleados varios de multinacionales y mercenarios, son muchísimos más que cuatro mil. La cifra redonda que acaba de reconocer el Pentágono solo se refiere al ejército oficial de los Estados Unidos. La mayoría de los decesos de soldados y mercenarios gringos, amén de los de otras nacionalidades que ya se han retirado del escenario bélico, se produjeron después de que Bush anunciara, disfrazado de aviador y desde un portaaviones, "misión cumplida". McCain, sucesor de Bush como candidato republicano, no tiene la menor intención de retirarse de Irak. Hillary Clinton es vaga en cuanto al tema y fue quien recibió las donaciones más importantes de la industria bélica para su campaña. Barack Obama es una incógnita. Algunos analistas afirman que tiene menos compromisos que los otros dos candidatos. Es posible. Lo que no creo que sea posible para un presidente es alterar el orden existente sin sufrir las consecuencias. Allí no hay golpes de Estado, allí se deshacen del indeseable.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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