El consumismo compulsivo por Fernando Maestre (*)
En más de una ocasión nos hemos referido al tema de los compradores compulsivos, conducta muy relacionada a la época que nos toca vivir y que pone de manifiesto que estamos inmersos en una agresiva sociedad de consumo. Nos hemos referido al tema sin dejar de señalar que el efecto de la oferta de productos para el consumo -realizada de modo intenso, vendedor y agresivamente seductor para los futuros compradores- no deja de tener un impacto sobre la vida psíquica de la persona, quien irá cayendo en la necesidad de comprar todo aquello que se le ofrezca.
El término 'sociedad de consumo', proveniente de la economía, intenta describir una de las variables del capitalismo en expansión. Desde el punto de vista práctico, se trataría de un sistema que conduce a las personas a consumir bienes y servicios, y que lleva a producir grandes cambios en la subjetividad de las mismas, quienes quedan atrapadas en este sistema compulsivo de consumo. Esta sociedad produce una tensión marcada que lleva a la persona hacia un consumo desmedido, transformando su subjetividad, para convertirla en un personaje sin límites, con una permanente inestabilidad y la sensación de que, si no está imbuido en un constante consumo, quedará atrapado en un vacío aterrador.
Según Miguel Marinas, el efecto sobre el sujeto de una sociedad que impulsa a sus miembros al consumo compulsivo es la construcción de una identidad disciplinada y obediente, pero para obedecer el impulso de gastar y consumir, aunque crea (equivocadamente) que es libre para tomar la decisión de elegir aquello que quiere, el consumidor compulsivo es una persona que ha perdido su libertad.La sociedad de consumo ha ingresado a una diversidad de campos, al punto de encontrar niños exigiendo a sus padres la compra de determinada marca de ropa o, incluso, tipos especiales de videojuegos o de pañales descartables, con lo que podemos afirmar que hasta los niños están afectados del falso ideal de la continua innovación de productos sin sentido.
Al estudiar los efectos en personas atrapadas en esta tendencia, un grupo de estudiosos de la Universidad Complutense de Madrid ha llegado a la conclusión de que los jóvenes pueden tener tal desesperación por obtener una marca de producto, que su anhelo se convierte en algo muy parecido al fetichismo. Es decir que usar un producto de una determinada marca le da seguridad, valor, pierde el miedo y actúa con tal determinación que nos recuerda, en la psiquiatría, la fortaleza que produce el objeto fetiche (la pata de conejo, la medallita de la buena suerte) para lograr sus éxitos amorosos.
Es necesario señalar que la oferta de productos no tiene nada de negativo. Lo nefasto para el ser humano es que la presión de venta destruya su personalidad, convirtiéndolo en un esclavo de la moda y la novedad.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
jaja es verdad aveces gastamos nuestro dinero en cosas insignificantes de cuarta necesidad jjaa....
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