9.3.08

¿ ENEMIGOS ÍNTIMOS ?





Vencedores y vencidos por Rosa María Palacios (*)
Si algo nos debería dejar la crisis de Colombia y Ecuador es que los países no tienen amigos. Tienen intereses. En estos días, el habitual lenguaje presidencial, que suele ser diplomáticamente pomposo hasta el ridículo, desapareció y fue sustituido por adjetivos del calibre de embustero y mentiroso. Lenguaje que en boca del presidente de Venezuela es, a estas alturas, lo normal, pero que alcanzó inauditos intercambios entre los presidentes de Ecuador y de Colombia. Y es que, aquí, los intereses en juego no son poca cosa.
De un lado, a Álvaro Uribe le interesa ganar militarmente a las FARC, fortalecer su popularidad interna, liberar rehenes sin canje, mantener una alianza comercial, militar y política con los Estados Unidos y, en el largo plazo, negociar con el adversario solo cuando este se encuentre muy debilitado. Del otro lado, Hugo Chávez pretende consolidar un papel hegemónico en la región y diseminar en ella un proyecto socialista totalitario. Sin embargo, no puede, por razones de legitimidad interna y externa, aparecer como aliado de un movimiento terrorista. Por ello se esfuerza en fortalecer su rol mediático de propulsor de medidas humanitarias mientras que lo que busca es darle legitimidad a un aliado potencial como las FARC.
Rafael Correa está presionado por todos lados. No puede ni quiere involucrarse en un pleito entre las FARC y el Gobierno de Colombia. No tiene la fuerza militar para rechazar a las FARC ni tampoco la posibilidad de ser un obstáculo para los planes de Chávez. Aspira a la neutralidad, pero está atado por compromisos de cooperación con el Gobierno de Colombia.
Las FARC tienen como objetivo hacerse del poder en Colombia violentamente. Sin embargo, después de 40 años de lucha, esto es militar y políticamente imposible. Pueden mantener el statu quo y aspirar a obtener el rango de grupo beligerante o desarmarse en las mejores condiciones posibles. Pero nada más. Sus objetivos de corto plazo van por canjear a los terroristas presos, conseguir financiamiento y mantener los espacios militarmente controlados. Por ahora les conviene tener gestos supuestamente humanitarios para bajar la presión militar.
En este contexto, el Gobierno de Colombia ganó la semana. Uribe obtiene un triunfo militar a cambio de ofrecer disculpas, siembra la duda sobre las formas de cooperación de sus vecinos con el terrorismo y se fortalece internamente ¿Y los demás? No hay ganancia para el resto. La campaña de desprestigio a la acción militar no funcionó. La OEA no condenó y ayer no les quedó más remedio a todos que estrecharse las manos pujando ante las cámaras del mundo.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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