4.3.08

EL EXQUISITO DEPORTE DE PITEAR





Sobre el repertorio de las protestas por Martin Tanaka (*)
En otras ocasiones en esta columna he insistido en que, para entender la dinámica de las protestas sociales, es necesario considerar dos elementos básicos: el porqué y el cómo de las mismas. Respecto de lo primero, en las últimas semanas, Rosa María Palacios y Guillermo Arbe han explicado muy bien esto para el caso del Cusco, y Fernando Eguren y Eduardo Zegarra, para el de los productores agrarios.
Respecto al cómo, el punto de partida es entender que las protestas requieren organización, recursos, experiencia. Ellos son provistos, ciertamente, por actores específicos, donde encontramos líderes de gremios y organizaciones sociales, también activistas de partidos y ONG y, por qué no, actores transnacionales. No debemos, sin embargo, caer en el argumento de la manipulación: ganar el liderazgo de las protestas no es fácil en un contexto de mucha desconfianza y de serios problemas de representación social.
Habiendo dicho esto, cabe ahora hacer un llamado de atención sobre el repertorio de protestas elegido por sus organizadores. En las protestas de los actores tradicionales prima un estilo viejo de confrontación: ellas implican casi siempre una movilización callejera y el buscar hacerse sentir "contundentemente". Para esto hay que paralizar la ciudad, lo que implica impedir la actividad en general (apedreando a quienes quieren trabajar) y la circulación, para lo cual hay que bloquear carreteras y avenidas principales. Finalmente, se tiene que forzar un enfrentamiento con la Policía. Sin esos elementos, una protesta no se percibe como exitosa. Sin embargo, respecto de lo último, estamos en un terreno peligroso: los ultras buscarán provocar una respuesta desproporcionada que genere muertos; ese era (¿es?) el libreto senderista. Al mismo tiempo, hay vándalos que aprovechan la confusión de la turba para saquear. La organización de la protesta debe también funcionar para evitar que se llegue a estos niveles; y la Policía debe evitar caer en la provocación. Lamentablemente, en las protestas de las últimas semanas ganaron los 'ultras'.
El problema con el repertorio convencional de acciones de protesta es que justos pagan por pecadores, como pueden atestiguar los turistas en Cusco. Por esta razón, algunos han escenificado otras formas de protesta, como los 'lavados de bandera' o los 'plantones'. Sin embargo, desde la cultura tradicional se dirá que "esto no es desfile, esto es protesta".
La expresión pública y la protesta son derechos democráticos. Pero sus organizadores deben velar por que ellas se den pacíficamente, sin perjudicar a quienes nada tienen que ver con el pleito o, incluso, a quienes se pretende defender. No se debe cerrar nunca la puerta de la negociación. Esta es una manera, además, de darles más legitimidad a sus reclamos.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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