Las parejas redentoristas por Fernando Maestre (*)
Cuando se habla de parejas, no nos queda más remedio que prepararnos para revisar una larga lista de fórmulas de unión que existen entre los seres humanos, donde pensar que solamente hay parejas 'unidas por el amor' resulta verdaderamente incompleto y hasta ridículo, puesto que bajo el denominado 'amor' se pueden esconder las más variadas fórmulas vinculantes que jamás nos hemos imaginado; afirmando, a la vez, que dichas parejas, en la mayoría de los casos, son patológicas perversas o, incluso, psicopáticas.
Hoy vamos a hablar de una pareja constituida por dos personas totalmente dispares en el campo social, económico, cultural o de los conocimientos académicos.
Al unirse, estas parejas niegan la existencia de esta disimilitud entre ambos e intentan vivir la vida como si fuera una parodia, donde no existen diferencias. De esta manera niegan algo que es consustancial en este tipo de unión: que son radicalmente opuestos. Constituida la pareja con estas diferencias, lejos de procurar equipararlas, se lucen por la ciudad con el mayor desparpajo como si nadie fuera a ver o marcar estas disimetrías.
¿Qué pensaríamos si un alcohólico con marcados signos de perversión se empareja con una mujer noble, buena y hasta santa? En estos casos no solo habremos de pensar que se trata de una pareja exhibicionista o necesitada de desafiar al mundo social permanentemente. También habrá que mirar algo más profundo como, por ejemplo, el juego permanente de tensión entre ambos frente a revelación de la imposibilidad de continuar el vínculo.
Los vínculos perversos que abundan en el mundo se fundan sobre una evidente y hasta grotesca diferencia de nivel social o cultural. Luego de constituirse la pareja, ambos deciden desmentir, ante ellos mismos y el mundo, la diferencia. Así, el millonario no entiende por qué su pareja extremadamente pobre le robe dinero para ayudar a los suyos.
Tampoco comprende el académico refinado por qué su pareja (que no terminó tercer grado de primaria) no pueda superarse, dedicándose permanentemente a atacar al marido, ofenderlo y engañarlo al punto de disfrutar con esta conducta.
La existencia de este tipo de parejas tiene más de una explicación: uno de ellos siempre, le guste o no, jugará el papel del amo, y la otra parte habrá de entregarse al sometimiento del poderoso. Algunos de los miembros inhibidos de estas parejas se rebelan ante la situación, por lo que inician una carrera de violencia, envidia, celos, frente al poder del uno y ante su evidente clase disminuida.
Debemos recordar que el mejor modo que tiene la libido para fluir de una persona a otra se logra cuando ambos provienen de universos similares. En caso contrario, uno será el amo, y el otro, irremediablemente, el esclavo.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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