Castañeda apaga velitas por César Hildebrandt (*)
La cosa es como sigue. El municipio de “el muertito” Castañeda contrata publicidad radial por arrobas y fanegadas. Entonces, las radios contratadas ayudan al municipio. “Colabórenme”, dice el muertito. Y las radios le colaboran. Difunden, por ejemplo, que “el 51% de los limeños piensa que Lima ha mejorado en el último año”. Así lo gritaba ayer, con todas sus letras y números, RPP, la emisora donde “el muertito” ha puesto más plata que no es suya (pero que será suya, piensa, porque el 2011 ¿quién lo para?)La espantosa ciudad en la que vivimos está hoy de aniversario. Todas las huachaferías se han dicho y se dirán en su nombre, pero nadie le quita a Lima el título ribereño de la más meada capital de América Latina. Esa meada de muchedumbres es casi la extensión, por regadera, del mar de las 200 millas que los chilenos malos nos quieren apocar. Y ese mar salado y aguajiento discurre en los muros, en las bermas, en los jardines, en los frontis, en los patios traseros, en los paraderos, en los cercos vivos, en los descampados y hasta en las puertas de las iglesias que nos llaman a rezar. ¡Son los humedales orgánicos que ninguna minera podrá poner en peligro! ¡Es úrea viva!Castañeda odia a Lima y, por lo tanto, celebra esos hábitos de manglar y piscina pública. Y como odia a Lima, la ha conquistado. La ha conquistado a punta de mentiras, rapiña impositiva y astucias de escalador. La Universidad Católica lanzó ayer una encuesta en la que preguntó a los que habitan esta capital que es pena qué instituciones son responsables del transporte público de Lima. Y la gente es tan ignorante que cree (56%) que ese asunto es pura responsabilidad del gobierno central y el ministerio de Transporte. Esa es la ignorancia en la que prospera Castañeda, que es capaz de salir mediáticamente impune del sucio desastre por él organizado en relación a las revisiones técnicas.La muerte de Lima, sin embargo, debiéndole mucho a Castañeda y a su banda de predadores, viene de muy lejos. La muerte de esta ciudad como concepto integrado ha sido un proceso bacteriano que lo ha invadido todo. Y ha sido, además, el triunfo de esa democracia analfabeta y cuantitativa, fujimorista y fronteriza que tiene que ver con Atenas tanto como Raúl Romero tiene que ver con la decencia política. De esa democracia guarapera, en fin, que los Castañeda parasitan avalando la anarquía y el toletole urbano. Porque allí están los votos, allí donde están los puentes peatonales que nadie usa pero que cuestan y se sobrevaloran en gran forma.Creo haber dicho alguna vez que pertenezco a una clase media que fue atropellada por un micro, terminada de matar en una posta médica sin médicos y enterrada en un anexo sin pompas del cementerio El Ángel. Todo lo que yo amé de Lima ha sido ahogado por esa meadera colosal que es nuestro verdadero río hablador. Todo lo que Lima pudo ser boqueó postreramente cuando Barrantes llamó a bailar cumbia sobre las invasiones consumadas –fingiendo que era líder cuando lo que hacía lo hubiera podido hacer Herminio Porras–. Y Lima es esta vieja idiota con bozo y bocio gracias a sus políticos. Y gracias, últimamente, al tenaz ferreñafano que administra la banda del Sat.La Católica hizo una pregunta muy decidora en su encuesta de ayer: “Si no ha nacido en Lima, después de haber vividos estos años en ella, ¿se siente usted limeño?”El 80 por ciento respondió que no, que no se siente limeño. Podría jurar, si no fuera agnóstico, que muchos de los que respondieron eso dieron media vuelta y se fueron a mear sobre alguna hilera de geranios.
(*) Aparecido en su columna del diario La Primera
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