24.10.07

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Funcionarios piratas por Cesar Hildebrandt (*)
Los chicos de Indecopi acaban de demostrar cuán podrido está el cadáver moral del Perú, un país donde te puedes robar el trabajo de otro y ser felicitado por Julito Ortega, académico y brichero, autor de la teoría de que el plagio –así, en abstracto– no existe y que es, más bien, un paso inteligente a la colectivización de las ideas y a la anarquización de la propiedad burguesa.Tratándose de Ortega, claro, se entiende que apueste al carácter comunista del ingenio. Lumpenproletariat de las ideas y dandy por decreto del márquetin, Ortega se ve a sí mismo (y a los demás) integrando una horda de hormigas marabuntas que, en efecto, desconocen los linderos, cagarrutean en el páramo leninista de todos y terminan escribiendo con el estilo de Ortega: un esperanto del barroco huantino que, sin embargo, sirve para seducir texanas recién inauguradas (tarea de veras envidiable).Y este es el señor perito literario que Indecopi ha usado, según el abogado Ghersi, para demostrar que Herbert Morote, la víctima, era en realidad “el plagiario”. Y todo porque los tetudos de Indecopi, que son la edición pirata del funcionariado, se asustaron ante el apellido Bryce y se ensañaron con el apellido Morote, que les pareció más manejable a la hora de las apelaciones. Porque habrá apelaciones. Morote está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de sacar al fresco ya no al escritor cleptómano sino a estos prevaricadores del Indecopi.En el fondo del asunto están las películas piratas, la gaseosa bamba, la firma clonada, el testamento en papel manteca, las ínfulas del Cojo Dennys, la chaira del cuadre, los ómnibus-camión, los muertos que cobran su pensión, los pensionistas dados por muertos para siempre, las orgías que terminan con el honor mellado, los columnistas meteóricos aunque detenidos hace años en el espacio y hasta el crítico coagulado que admite que tal escritor es un asco pero merece ser bien tratado porque es su pata. En el fondo, en fin, está ese sedimento que le impide aquí a la gente respetar al otro. O sea que los chicos del Indecopi no saben en qué se han metido y hasta dónde les va a llegar aquello que en la India es combustible común. Porque si su repulsiva “sentencia” prevaleciera tendríamos que en el Perú la libre competencia consiste en que me tiro lo que convenga, me lo atribuyo –junto a otros 27 hurtos– y encima lucro con mi pase de vueltas porque cada artículo es chinchín y chequemán delivery.Si el plagio se admite porque alguien es famoso y buen escritor y entrañable conferenciante y amigo de casi todos, entonces España no debió de condenar a Lola Flores por fraude tributario, Estados Unidos debió de perdonar a Ezra Pound, Alemania pudo prescribir moralmente lo de Martin Heiddeger (cuyo delito no tipificado fue la mera debilidad frente al nazismo) y José Santos Chocano no debió de ser ni siquiera enjuiciado por el balazo mortal y aleve que le pegó a Elmore. Porque robar está penado en todo el mundo –excepto en el Perú y gracias a Indecopi– y robar 27 veces ya no es robar sino vestir el hábito de San Roberto, que no existe pero deja todo abierto. Winona Ryder, a quien habría que perdonar por todo y de antemano, sólo robó una vez y fue presa, la pobrecita, varias semanas. El mensaje de Indecopi es profundamente inmoral, tan inmoral como el gobierno que creó e hizo protagónico al Indecopi. Y que no supongan los chicos del tal ente que su ignorancia en veinte tomos los va a exonerar de la vergüenza. Si los escritores peruanos no defienden a Morote –aunque sólo fuese por instinto de conservación y demostración de respeto por el propio trabajo que algún día puede serles birlado– es porque la mayoría de ellos pertenece a la cofradía de los auxilios mutuos, los lobbies en España, los prólogos intercambiables, la navegación sin bandera y la sobonería a las vacas sagradas que pueden llamar a la Balcells y convencerla de que hable con Herralde. Además, la mayoría de ellos escribe en “El Comercio”, un periódico que todos los días plagia a Concolorcorvo, autor de “Lazarillo de ciegos caminantes” y considerado el escritor más aburrido de las letras españolas.

(*) Aparecido hoy en su columna del diario La Primera.

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