31.8.13

DIARIO DE LA DESOCUPACION


Diario de la desocupación, 
Página 27  Convivir con la absoluta infamia


Cuando Glorias se levanta, y mira sus pies sobre la alfombra de estera, recuerda esa niñez, ahora algo lejana, en donde no tenía zapatos. 
Su mamá por la noche, le vendaba los pies con fuerza  a la usanza de la China anterior a la revolución cultural y le colocaba medias de lanilla de diferentes colores para protegerla del frío inclemente,  pero zapatos no tenía, quizás por eso cree, que sus pies, chiquitos pero anchos son la lógica consecuencia de haber tenido una niñez de pobre,  siempre descalza. Y siente emoción al vestirse cuando las prendas interiores son de ese color rojo serrano, por que le recuerdan su primer juguete de la infancia, una pelota de plástico que con el tiempo se hizo hueco y se desinfló hasta convertirse en un amasijo chato y sin vida, desprovisto de las alegrías de la infancia. Pero mientras duro fue de una belleza suprema. 
Ella es capaz de hacer cosas para luchar contra el pasado que a veces se le presenta con la misma cara de las carencias y armado de espadas de deudas, de cobradores insolentes, de negativas vergonzosas. 
Ella aun recuerda como suele doler el estomago cuando hay que esperar para comer, con tan solo un pan y un poco de té  bailando en el estómago hasta altas de la noche.
Su madre llegaba apurada, despeinada, algo culposa, y siempre traía  solo fideos, vísceras de pollo, pero ese caldo grasoso solía saber a ambrosías. 
Su padre no estaba, aparecía mas tarde, a veces dormitando los tragos, a veces presa de una furia impostergable, a veces bueno como el pan caliente, la leche tibia, o la sonrisa de la satisfacción.  
Pero la pobreza es infame, la pobreza es horrible, la pobreza marca, la pobreza causa temores, deseos de revanchas, ojos de odio, inconsolables. 
Y lo que mas dolor causa es la indiferencia general ante ella. 
Fue Glorias quien me hablo de la gente que duerme en las calles. 
El frío del invierno y la garúa inacabable, entonces caminé desde el Jr Ucayali y cruce por la calle lateral  a obscuras, y allí en la puertas de ingreso a los negocios de la banca, de la bolsa  de valores y en las calles de los alrededores, hombres y mujeres de edad incalculable duermen sobre cartones en el piso. Uno los puede oír roncar como si lanzaran sus estertores agónicos en medio de una noche impávida y ante sus verdugos disfrazados de hombres de negocios. Estas son sus victimas, banqueros.  
Yo no entiendo de macro economías (y no quiero entender) me interesan un pepino las leyes del mercado, el liberalismo neocon me asquea pero el espectáculo de la pobreza me atraviesa el alma , mas aun cuando se trata de mis pares,  de esta raza humana, a la que queremos como humanidad pero nunca como prójimo. Alguien me pide un cigarro, le acerco la cigarrera y le digo que tome dos. Vieja historia de abusos de alcohol y de drogas, mientras el hombre me habla, noto que no tiene dientes y que el frío de la noche me cala sin clemencia los huesos. Meto la mano al bolsillo e improviso un par de monedas, que entrego con culpa y con unas ganas locas e impostergables de salir huyendo ante el cuadro de la necesidad.  
Pienso que cualquier iglesia o credo, o que cualquier organización de ayuda bien podría tener hospicios que den un catre en donde pasar la noche, un plato de sopa caliente, un gesto de solidaridad a esta pobre gente.
Recuerdo hace una punta de años , a mi padre, movilizando policías, bomberos y paramédicos para que atiendan un anciano que agonizaba en un jardín de Jesús María. Lo recuerdo puteando fuerte, diciendo que esto no era Calcuta, que la gente no se podía morir así, sin el auxilio de los demás. Que vivíamos tiempos terribles. Hace mucho tiempo de esto. 
Los años han pasado, viejo y te habrás dado cuenta que cada día es peor y que la única forma de contarte la historia de Glorias es a través de la exacta repetición de estas palabras como sentencias: 
" la pobreza es infame, la pobreza es horrible, la pobreza marca, la pobreza causa temores, deseos de revanchas, ojos de odio, inconsolables" 
pero también veo en esas miradas la inexorable certeza de una venganza por llegar, y todo para que el equilibrio retome su cauce normal. 
No se convive con la infamia. Ni se escribe sobre ella. Excúsenme. 

23.8.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN



Diario de la desocupación
Pagina 26- No hay gestos inequívocos

Tenía que viajar. Era un trashumante ser, preso de violentas prisas, de odios liberados, de desenfados urgentes, de regresos impostergables.
El terminal terrestre estaba atestado de paisanos vestidos a la usanza de su region, ropaje para el frío duro y tejido con maestría ancestral.  
Sintió que lo miraban con sorna en su condición de apurado pasajero.
Escogió -sobre un mostrador en donde lo atendía una distante señorita- un pasaje en el segundo piso del ómnibus. Era todo lo que había disponible.
Mirando de reojo, sobre el impreso, constato que le tocaba de compañera de viaje una dama, de treinta y tres años, su nombre no decía absolutamente nada pero evidentemente olía: Jazmín. 
Siguiendo con el enojo del apuro, trepó al gigantesco ofidio metálico mientras un jovencito amanerado disfrazado de terramozo le indicaba que le tocaba el segundo piso y que apagará su cigarrillo, lo cual hizo no sin antes putear contra las leyes absurdas que le impedían consumir el tabaco. 
La tarde mejoró de golpe. En el asiento 14, al lado del número 13 que le había tocado (no reparo nunca en esa señal del destino) se encontraba una chica que se presentaba al mundo con una blusa escotada de la cual brincaban dos pechos grandes, pecosos y provocativos. 
Mientras acomodaba su maletín de viajero en el portaequipajes y su laptop dentro del morral, se cercioro que además del busto, la señorita en cuestión tenía un magnífico par de piernas que una minifalda atrevida dejaba ver. 
Al sentarse, sintió la tibieza de su muslo adhiriéndose sin temores al suyo y un calorcito especial de deseo se instalo en el ambiente. 
No estaba tan mal la cosa después de todo. El juego parecía prometer. 
Me llamó Jazmín, dijo la pasajera y después de darle la mano, sosteniéndola, como si la pesara o midiera, le aplico un beso en la mejilla.
Disertó un rato sobre banalidades a las que Javier fingió prestar atención hasta que el carro arranco luego de zapatear un par de veces. 
El transporte se interno en la carretera, como si se desplazara por un pasadizo hacia las fauces de una noche feroz y hambrienta. 
Al rato, la chica empezó a dormitar y a hacer algunos ruidos blupsomanos con la boca, rechinaba los dientes con cierta agitación contenida. 
Luego cayo en los abismos profundos del sueño inexorable que debe sobrevenir a todos los cansancios. 
Tanto así que apoyo su cabeza en el hombro de Javier que algo incómodo comenzó a lanzarla suavemente hacia el lado izquierdo. El estomago de la mujer hizo ruidos raros. Sonaba como una indigestión en ciernes. 
Casi imperceptiblemente Javier notó que la chica lo observaba un poco de reojo entre los ojos a medio cerrar. Minutos después vinieron los roces.
Ella tocaba con su rodilla la pierna de Javier, era un toqueteo evidente, obvio, empujaba su pierna contra la de el como si frotándola y como si de esa forma fuera a encender alguna fogata tardía para el trayecto.
Javier se sintió halagado: su ego creció como el de un animal sobrealimentado para los efectos de un ágape multitudinario.
El también comenzó a jugar empujando la pierna de la joven con su rodilla e incluso levantandola ligeramente para tocar el inicio de un muslo carnoso y comestible, a todas luces y a obscuras bastante tentador. 
El asunto duro algunos minutos. 
Tanto forzó la pierna que un calambre lo asalto por segundos. 
Lo de Jazmín paso a ganar sitio, cada vez se pegaba mas y empujaba con mas fuerza, en un momento, Javier distinguió su rodilla con forma de pan francés sobre la de el. Cuando acercaba su mano, para buscar el rastro húmedo del ojo ciego, ella empujo mas fuerte y puso su cabeza entre las piernas de Javier, por leves segundos y luego entre las de ella misma, y precedido de un grito gutural y nauseabundo comenzó a arrojar los alimentos, a vomitar desesperada-mente en el piso del pesado vehículo salpicando los zapatos de todos sus vecinos.
No hay gestos inequívocos pensó Javier, cuando el deseo puede ser tan literalmente pasajero. 

15.8.13

NUNCA ES DEMASIADO PARA EL AMOR



Nunca es demasiado para el amor

-Fatuos de mierda, fatuas de mierda- refunfuñó con un dolor opresivo sobre su pecho. Fueron sus últimas palabras.
Su padre murió de sucesivos ataques de fulminante ira. 
El auto que lo llevaba rumbo a la emergencia del hospital doblo en la última esquina y de su boca emergió un ruido seco como si algo se quebrara, fatuos de mierda, fatuas de mierda dijo y se acabo su universo en un segundo
Falleció, como había vivido, retando al cosmos, en eterno pleito con el mundo, con sus gentes, con sus vanidades y desdichas. 
Solo así uno puede explicarse porque el, su hijo, tenía tanto miedo a amar.
No quería que le rompan el corazón. No quería morir. 
Normalmente uno no sabe que se va enamorar. 
En el fondo se desea, pero no se puede prever. 
Claro que a todos nos gustan las maripositas en el estomago, o ese aleteo de paz que inspiran los sentimientos elevados, o el deseo de la otra piel que combinada a la nuestra produce fuego del que no se apaga jamas.
La ilusión sobre el concepto del amor lo volvió desconfiado. 
Sabía que uno se hacía co-adicto a las adicciones de la pareja, de la otra persona. Si tu pareja discute, tu te volverás un terrible polemista. 
Desde que la muerte (que es celosa y es mujer) se llevará a su padre a vivir con ella, había decidido convertirse en un hombre que no quería amar.
Pero como a todos los que se proponen cosas tan extremas que rayan en lo inevitable, en el inexorable castigo del verdugo tiempo, el amor no se tardo mucho en alcanzarlo para iluminar el lado obscuro de su alma temerosa. 
¿Cómo enamoran los hombres -así tan locamente- si no saben dar amor?
piensa mientras en el teléfono celular desecha el tuiteo, le parece la persona menos indicada para hablar de amor. 
Yo debería disertar sobre el miedo se dice como consuelo, mientras el recuerdo de los ojos de ella lo invade, lo inquieta, lo abraza. 
Mientras rememora su cuerpo, de blancura inmaculada, sus ideales y conceptos llenos de vida encerrados en la esperanza, convertidos en el listado del remedio para todos los males más allá del mismo amor. 
La primera vez que la beso supo que de esos labios se recibía vida.
Se escabullía de su lengua (que buscaba horadarla en la cacería del espíritu)
La Tierra (que también es celosa y es mujer) le había puesto en el camino a una de sus hijas mas poderosas, quizás para retar su desafío, su promesa y su culpa, o para hacerlo desistir de una empresa que lo confinaba a la soledad. 
Todo esto, lo soñó Javier, en una media noche en que lo visitaron los fantasmas de las tareas incumplidas. Quería pero no quería amar. 
La había conocido por la red, o por esas redes cibernéticas que maldicen con su modernidad la esencia misma de la condición humana.
Coincidían en gustos por el arte, simpatizaban en el accidentado tema de la política, y cuando la conoció sintió que un rayo atravesar su cuerpo.
Era obvio que esa mujer era una fuerza de la naturaleza incontrolable. 
De ahí en adelante comenzó a escribir poesía (la que según sus propias palabras era un placer onanista de personas decadentes) porque en esa carrera de cortas agitaciones, de pasos lentos, que es escribir versos (cuentos y novelas exigen carreras mas largas) encontró una forma de recrearla y tenerla siempre cerca. 
Fue así como entendió que el amor no tiene nada que ver con la posesión, 
que es sinónimo de absoluta libertad. 
Era tan dulce pese a su fuerza que comprendió que cambiar ese milagro, lo haría definitivamente miserable.
Y que la única forma de que siempre fuera suya, sería mientras pudiese volar sin esperar el intermedio de algún horizonte cercano. 
Quizás por eso nunca paso del vestíbulo de los besos moderados. 
Y aunque ya han pasado años, muchas veces que lo encuentro garabateando poemas en algún Café pasado de moda, me dice que sigue siendo un hombre enamorado, que el amor es un ingrediente que nunca es demasiado y que aunque se necesiten dos basta con uno para amar.
Y yo le creo, porque Javier habla suave con la paz y el aura de felicidad que solo gozan todos los que estan locos de amor y logran el sueño de no morir. 

HUGO DEL PORTAL

De "Desconocido y otros cuentos"

8.8.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN



Página 25- Me quiero casar con una millonaria

Los niños, son educados por sus padres con ciertos condicionamientos de la motivación, así que cuando son pequeños y un adulto bobalicón les pregunta: ¿y qué quieres ser de grande? (sin tomar en cuenta que a veces se podría tratar de un enano consumado y sin remedio) el infante responde, futbolista, doctor, ingeniero, y algunas veces artista.
Yo he conocido niños ( o perversos polimorfos) que quieren ser como Maradona y son como de madera, o profesionistas, pese a una cara de escasez neuronal y anancefalia inexorable, o artistas cuando su sensibilidad suma cero, lee nada, o simplemente demuestra en cada acto que es un sublime imbécil. O sus muestras de talento son garabatos de gatos que solo una victima de esquizofrenia mal medicada podría dibujar.  
Amén de los miedos, fantasmas y tibiezas que los mismos padres le van sembrando a uno mientras crece. 
Mi padre, el verdadero último de los caballeros, era un tipo práctico y de un espíritu agresivo y burlón que no lamento ni lamentaré haber heredado. A mi me enseñó a responder: yo quiero casarme con una millonaria. 
No sé,  si ese es mi karma, o mi maldición, pues un talentoso necesita siempre respaldo crematístico si o si.
No hay peor negocio que casarse dos talentosos o un talentoso con una persona sin espalda financiera.
Se lo he dicho mil veces a mi hijo y a mis amigos. 
La pasión se vuelve rutina, el amor es eterno mientras dure, y cuando las necesidades entran por la puerta, el efecto Cupido sale volando por el balcón o por la ventana así sea de un octavo piso en uno de esos horrorosos condominios que han convertido Lima en el remedo de una urbe asiática construida para efectos de un film de espionaje (como escribió Ribeyro alguna vez en una de sus novelas)
Yo -gracias a mi tendencia poética autodestructiva- me casé con una misia de las peores (de las que tienen la huachafa pretensión de no serlo) y me fue como el orto, terminamos como en la Guerra de los Roses, tirándonos platos y adornos (baratos por cierto, salvo la fuente de origen inglés heredada de su abuelita) y odiándonos, como los mejores bellacos, por un par de mangos.
Pero uno no escarmienta, mis siguientes relaciones no buscaron la olla de oro al final del arco iris y entre tanta distracción terminé mas endeudado que nadie, apretándome en los pagos de expensas y encima una de ellas, G, madre de tres vagancios, simpáticos pero inútiles como un cenicero en una moto, luego de aullar en el lecho, me clavó con 200 soles y cerró a un amigo con 1000 soles que le prestó para invertir en una tienda de ropa que no paso del Showroom, pensando en cobrar diez veces mas por su mercadería de contrabando.
Debo contar que no he aceptado otras propuestas, por el temor de terminar como el escritor de la película Miseria, con los pies rotos y escribiendo para alguna gorda loca por mi poesía o por mi prosa. 
Y que aun busco a la propietaria o tenedora de una casa con vista al mar (para que desde un luminoso ventanal pueda escribir tantas historias pendientes)  
Mi paseo por los senderos del amor sigue siendo tan austero como el almuerzo de un empleado del sector público, de menú de 8 soles, en magnífica esplendidez.
No es que me importe el vil dinero pero como calma los nervios. Como mejora las sonrisas.
Caminaremos igual por el mundo, haremos una sencilla colisión con el amor y veremos si la casa, además de agonizantes susurros se llena con la prosperidad material. No es que me importe mucho.
Háganlo por la memoria de mi viejo.

HDP