15.5.13

CUENTO NÚMERO DOS


Y me botaron a patadas del Queirolo 
por Hugo Del Portal

Fue Manolo quien insistió en ir. Cesar quedo en llegar. Y llego, pero tarde. 
Arribamos a la celebre esquina en Pueblo Libre y el local estaba lleno, como siempre. Nos ubicamos en una mesa que se desocupo cerca de la ventana y al lado de otra, en donde un caballero mayor con cara de punto seguro, de esos que pagan las cuentas des sus postreras calenturas, brindaba con tres damas, dos ya medio ajadas y poco atractivas y una bastante joven, sin los efectos de la ley de Newton en su cuerpo exuberante y con cierta atractiva sensualidad animal.
También tomaban chicanos de pisco. Sobre su mesa se erizaba una res (aunque ya parecían haber consumido bastante licor) y brindaban por la ciudad de Huacho.
Manolo se empiló con los primeros brebajes.
Una res es una botella de pisco, otra de ginger ale marca evervess, hielo, limón, un vaso con licor de guinda y otro con jarabe de goma.
A mi no me fascina tanto el pisco, y no es por anti-patriota, ni por alienado, la verdad es que se me borra el cassette y me pone la pantalla mental en blanco.
Se me distorsiona el hight definition y termino viendo y actuando en 3D y sin muchos chips de smart, ni de wifi.
Manolo comenzó a conversarle a las damas de la otra mesa, en especial a la más joven y el tipo que las acompañaba comenzó a mostrarnos el rostro de la impaciencia.
Tomaba con descuido, mas de la cuenta, sus ojos se achisparon y empezó a disertar sobre la belleza de la mujer peruana, en especial de la huachana.
Era obvio que tanto palabreo buscaba levantarle el plan al vecino, aunque sin saber como ya íbamos por la segunda res, entonces me metí al baño a fumar, siempre he dicho que por leyes idiotas, es el colmo que los nicotinomanos nos tengamos que mezclar en los baños con los coqueros.
¿Qué tiene que ver mi humo con las aspiradas locas de esa gente viciosona?
Cuando salí, el cigarrillo ya consumido, Manolo se levanto para hacer no se exactamente qué, anduvo un par de pasos y se fue de bruces al piso.
Cesar, que recién había llegado, lo ayudo a incorporarse, el hombre estaba noqueado, el resto de la reunión dormitó, sin vergüenza alguna, sobre la mesa, hasta que lo depositamos en un taxi rumbo a su casa.
Al día siguiente nos enteramos que le habían robado el celular en el taxi.
Con la tumbada Manolo se trajo abajo, la cubeta con hielo, así que el mozo que nos alcanzo otra con mas hielo y tuvo que limpiar el estropicio, nos miro como fastidiado por la borrachera torpe de nuestro amigo.
disculpe maestro- le dije conciliadora mente....
no se que mascullo entre dientes, solo entendí algo de borrachos de mierda.
Cesar lo escucho y reacciono felinamente.
Lo pechó, agarrándolo de las solapas y en la trifulca un par de sillas dieron al piso, Manolo golpeó la botella y desperdicio un poco sobre la mesa y el señor de los convites y las huachanas decidió cambiar de mesa o o irse del lugar.
Quedamos como apestados, con Cesar despeinado y con cara de loco, Manolo en pleno jato y yo con ganas de fumar, prendí un cigarro, confieso que también lo hice por joder, el pisco estaba empezando a hacer los estragos de siempre.
Y uno de los mozos lo voló de mi mano con un puntapié preciso en el mismo.
Otra sesión de empujones con mas mozos sumados al enfrentamiento y Cesar que nunca mide sus contrasuelazos, estrello a un mozo contra la mesa, todo lo que ella tenía encima...vasos, botella, hielera cayeron al piso mientras Manolo se despertaba con un mozo rodándole por la espalda.
Los consumos habían sido cancelados por adelantado.
Así que entre trapazos, combos, puntapiés y levantadas en peso, (que recuerde me levantaron entre tres o cuatro y temí que lanzaran por los aires como en las películas del viejo oeste) nos depositaron en la puerta en donde un tipo inmenso, de esos que te pueden hacer un hueco de un solo golpe sentenció:
Prohibido el ingreso, se van y es mejor que no vuelvan porque los vamos a hacer leña....y encima se van a ir presos. Ya estan borrachos, váyanse a dormir, dijo atenuando la voz. Tomándome el brazo, me dijo despacio, ya pues doctor no sea jodido, usted es buena gente, qué hace con estos lacrosos?
No hay grandazo que sea mala persona. Siempre son tipos tranquilos.
Terminé la noche, solo, en bar de unas cuadras mas abajo, tomando cerveza con unas pelanduscas de atar.
En verdad nunca me botaron a patadas del Queirolo, son buena gente por allá, aunque no dejen fumar. Lo cual sigue siendo una estupidez mundial.
Simplemente recordé que Julio Ramón Ribeyro comentaba que quería empezar un cuento como ese de Salinger que dice: "y nos botaron a patas del bar de Joe"
(según contó, a el lo botaron del viejo Bar Nautilius en Miraflores)
Regresé al Queirolo y me han botado otras tantas veces por diferentes motivos, afanar a una turista, cuyo guía con alma brichera tomo a mal, o por querer que me sigan vendiendo cuando ya es hora del cierre,o por pelearme con unos fujimoristas miserables que hacían barritas en otra mesa, como siempre por fumar en el baño, o en la misma mesa, pero simplemente porque el pisco me sigue sacando al pistolero del Viejo Oeste que todos llevamos dentro.
A veces es bueno, no es que lo recomiende, liberar al salvaje que duerme en las cuevas de nuestro universo interior porque la mejor forma de vencer las tentaciones sigue siendo caer inexorablemente en ellas.


De "Desconocido y otros cuentos"
Derechos reservados 20013