13.2.13

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN

Pag 23
No vale con palo, Valentín

Mas allá de todo lo que ocurre en el mundo, mañana será el día del amor y la amistad, términos que rara vez se conjugan porque el amor antes o después del amor, no concibe amistad y como canta Calamaro, todo lo que termina, termina mal. 
Y si después no termina, se contamina, salvo que sea el verdadero amor que siempre regresa aunque sea para sacar sus calzones de los cajones, su pijama de diario, un par de discos, un libro recetas que nunca volverás a preparar y las chanclas de levantarse.
Los bienes se reparten por ley pero a la hora del desamor, te importan un pito, los artefactos, los muebles, el auto, solo quieres tu linda libertad y su lado feo, la soledad, la auto-indulgencia, el abandono por tirar la toalla rápido, la poco generosa culpa.
El mundo se ha vuelto un club de tentadores cazadores solitarios, porque el corazón es así: Un cazador solitario (Carson McCullers)
Pera mañana ser el día del amor, se consagran sus festividades al sexo, los horeles están copados y hay que hacer reserva para los que no cuenten con departamento de soltero, propio.
Otros, nos ahogaremos en coca cola Zero y café (porque tenemos el vino prohibido) y reflexionaremos sobre lo que hemos hecho y hacemos con nuestras vidas y del porqué estamos dotados de una gran capacidad para echar a perder todas nuestras relaciones.
En ese juego no caben racionalismos, porque solo un tonto (a) puede justificar el sufrimiento.
Gozar como chancho es celestial, sin discusión válida.
¿Por qué negamos nuestro puerco interior? y lo sometemos a la miseria de las tristezas, a la pesadilla en vez del sueño, a la oscuridad que te ciega e inmoviliza en lugar de la luz que te libera de verdad. Porque el amor es luz infinita, poética, enriquecedora.
No soy el más indicado para conocer esas respuestas, tan solo digo, y sostengo que a todos, los que nos botan a patadas son nuestros demonios, solo ellos, nuestra legión de neurastenias.
Lo demás son flores, poemas, chocolates, libros y negocio.
La tarea es aprender a amar y aprehender a amarnos. Ardua labor.
Desayuno de campeones por cierto....

2.2.13

LA EXCOMUNIÓN FINAL DE LAS MELANCOLÍAS


CAP 3
Del verdadero origen de las ideas

Desperté, sobresalto de por medio,  en una cama extraña, de una habitación extraña y austera,  al lado de una mujer, -meridianamente extraña- y nada austera. Contemple su cuerpo pulposo, manducable, dorado, irradiaba una tibieza sensual, atribuida como propia de las mujeres de la selva peruana.
Escanee sus formas, desde sus hombros lúdicos, hasta sus pies encantadores como peces de colores, pasando por las suaves lineas de la espalda que coronaban unos glúteos generosamente redondos
¡¿Qué hacía yo, ahí, a esas horas, cerca de las dos de la madrugada?! 
Era obvio lo que ya había hecho y con sumo y culposo placer. Después de semejante revolcón de gozo había quedado como con la mente en blanco, silenciosa, según Osho,  como un cómplice fiel.
Y me había rendido al sueño que repara, me levanté despacio y en la oscuridad no pude evitar darle un ligero puntapié a mis lentes que rodaron debajo del lecho que descansaba del estremecimiento. 
Cogí las prendas que habían caído por diferentes lados, mis interiores flameabancomo la bandera del reclamo de esas tierras misteriosas sobre un televisor, las medias estaban revueltas entre las sabanas, mi camisa estaba arrugada y después comprobé que le faltaban un par de botones, mis zapatos acompañaban a mis lentes y mi pantalón, mi saco y mi corbata aparecieron esparcidos por un pasadizo de muebles baratos, de serie, de los que fabrican para los blancos pobres, muebles sin la nobleza de la buena madera, ni la vanidad de la marca bien marketeada, mejor publicitada, muebles, indiscutiblemente,  cholos. 
Un baño estrecho (que también servia de tendedero ya que del tubo de la cortina de la ducha colgaban unas pantimedias, unos cuantos sostenes y unos calzones atangados, casi como de hilo dental. 
Sentado en la fría losa del inodoro, comencé a re-inventarme la situación mentalmente, mientras me vestía.
Confieso que al ponerme el pantalón, me levanté y con las bragas cerca de mi rostro, no pude evitar darle una olfateada intensa, algo pervertida pero deliciosa. Recordaba que había llegado a este situación por aproximaciones sucesivas, era un juego del gato y del ratón de roles intercambiables. 
Yo era Jefe de Compras, ella vendía para una distribuidora abarrotera importante y mis pedidos le significaban un sobre de sueldo mas homenajeado a fin de mes. 
Además tenía genetica de sacavueltera y tras sus achinados ojos, se podía leer que le gustaba el sexo (como al mas común o al mas encumbrado de los mortales) y que sabía aprovechar los ratos en que su marido tenía que viajar a su santa tierra, para darle gusto al cuerpo.
M. era intrépida hasta el abuso y yo me preguntaba si ese juego era conveniente, so riesgo de despertarme con una pistola en la cabeza, ya que el hombre era un policía. 
Se me escarapelo el cuerpo al imaginarlo liquidando mi rijoso estilo con su señora esposa, compañera escogida ante el registro civil y ante el manipuleo religioso. 
Hacía cuatro meses que yo leía y practicaba no se que tipo de culto que tenía que ver con el estudio de teorías metafísicas y pese a haber adquirido una actitud hipócrita de santo varón, era un promiscuo nuncio de la sensualidad exacerbada. Extrañamente la fe me había convertido en un tío bastante arrecho. 
Revise el botiquín tras el espejo: unas cuantas cremas hidratantes con las que me frote las entrepierna para borrar la posibilidad de los aromas delatores.  Remedios vencidos, maquinas de afeitar desechables. 
Tomen nota lo de los olores, las mujeres huelen a un kilómetro el olor a almizcle de otra fémina y desatan sus odiosos interrogatorios como si uno fuese a confesar una buena sacada de los pies del plato. Nunca. 
Así sean del grupo Colina y te pongan voltaje suficiente como freírte las guindas, no hablaremos. Es ley. 
Vestido ya, escuché la voz cantarina de M,  ¿te vas,  mi amor? 
Era una invitación a volver al intercambio de bifes, al ring de las cuatro perillas.
 Imaginé de inmediato, figuras geométricas, la cara de algunos futbolistas, los números de mis documentos, para espantar la libido que empezaba a reclamar su premio. 
Dije algo sobre llegar temprano al trabajo, pedido de carnes, algo así. 
Y sin acercarme le hice adiós mientras ella levantaba la pierna. Me encontré en una escalera metálica horrorosa, esas de caracol,  que hizo todo el ruido del mundo mientras bajaba cada peldaño. 
De la casa principal o de los otros (cuartos independientes con baño) alguien hizo shisst y dijo con sorna,tanta bulla carajo, y luego otra voz apuntó: Chau atrasador, cuidado que te agarra el tombo. Risas lejanas de complicidad. 
Unas rejas sin aceitar y una calle perdida por Surco viejo. Fumones en las esquinas entregados a destrozarse el cerebro fumando pasta básica de cocaína. 
Una avenida de dos sentidos, un taxi destartalado.
 Tratado el precio, sentado al lado de un chófer zambo, lechucero, obvia criatura de la noche, que iba comentando la  noticias, que descargaba la radio y manejando con destreza me dejo con rapidez enla puerta de mi casa. 
Sin escrúpulo alguno, hice sonar las llaves, cerré la puerta con firmeza, (nada peor que entrar sigilosamente  eso despierta sospechas, este mundo es de los frescos, decía mi viejo) y bostece una especie de cansancio como para que se interprete que había estado trabajando, 
¿Qué paso? -me preguntó desde la cama,
inventario sorpresa, -contesté de golpe. 
 tu comida está en el microondas- ofreció, ¿quieres que te la caliente?-insistió,
ya comí- respondí sin emoción, hubo una reserva de comida regional de la selva-dije jugando con mi suerte. 
Es muy humano, querer ser descubierto. Da una especie de adrenalina el merodear por el abismo de lo posiblemente incierto. 
la próxima vez llama y avisa-me reprendió, 
Gruñí una interjección que debía equivaler a no me jodas y concluyo el dialogo de madrugada. 
Al acostarme observé las cortinas y pensé si toda mi vida iba a ser así, si iba a mirar las mismas cortinas.
A mi lado, trataba de volverse a dormir una mujer a la que había amado pero que ahora ya me era extraña.
Pego su pierna contra la mía y apoyó su trasero de la misma manera, con su pie jugueteaba con mi tobillo, 
¿quieres jugar? me dijo con una voz coqueta,
Jugamos, pero yo no podía dejar de pensar en que estaba condenado, preso, a que siempre iba a ver las mismas cortinas, hasta que me abandone al remolino que me fagocitaba entre las sombras. 
Dormí pensando en que Dios me miraba con un gesto de reprobación. 



1.2.13

DIARIO DE LA DESOCUPACION

Y yo... que no era inmortal
Pagina 22

Cuando tengo sueños raros, me enterco en escribirlos y contarlos.
Soñé, hace un rato nomas, que estaba muerto y en mi entierro. 
Era cómodo el cajón y no podía mover nada, solo estaba consciente de que había pasado a otro estado que no entendía del todo.
Me fastidiaban los zapatos. (nota mental, dejar detallado el vestuario que me servirá de mortaja, sino me van a joder con prendas incomodas para la eternidad) 
Escuchaba un runrún de conversaciones, un primo que en verdad es mi tío contaba unos chistes muy buenos, pero a mi nada me incomodaba, era una suave, tibia y dulce lejanía.
De repente sonó un ruido de parlantes potentes (como cuando se pega un micro y hace ese ruido fastidioso) y empezó a sonar una cumbia, ¡puta madre, una cumbia!
La letra ridícula decía algo así como "envidia me tienen envidia" con una voz gangosa. "envidia, me tienen envidia"
Me picaba la entrepierna y de reojo, vi que alguien proponía hacer un trencito fiestero (era mi ex suegra, estoy seguro) y de repente un fila de cabezas comenzó a girar alrededor de mi capilla ardiente, algunos movían sus cuerpos con entusiasmo, y yo, fiel a mis costumbres, trataba de escanear los glúteos mas pulposos del velorio, las piernas mejor torneadas, los pies mas delicados pero solo llegaba a las rodillas con las justas.
¿Por que no me sientan? pensaba, quiero ver a las danzantes mas exuberantes me decía con la insistencia de un voyeur frustrado.
Mi vieja, siempre diligente, servía café (que pateaba con dash de pisco o whisky, no la tengo muy clara) sacaba las botellas de los bolsillos de un sacón de corduroy brillante, no muy respetuoso para el duelo que debía imponer mi ausencia. No me importaba, tampoco. Yo estaba como una pluma mecida por la brisa.
Alguien se acordó de lo mucho que me gustaba Sabina y de repente empezaron a colocar sus canciones, sentí alivio, escuche con claridad que dijeron que iban a cerrar la tapa del féretro, sollozos femeninos, no identificables, pocos, no muchos, y suspiros.
Un familiar que había llegado del extranjero dijo, por fin, carajo.
Pude distinguir que algunas personas se acercaron a mirarme (parece que estuviese vivo, dijo una señora que no conocí nunca)
Se puso todo muy oscuro y me desperté.
Con unas ganas locas de tomar coca cola.
Tenía resaca de muerte.


H.D.P.