14.6.08

LA FILOSOFÍA ENTRE EL JEFE Y EL LABURANTE










Empresas: una mirada con el ojo izquierdo (1)
por Guillermo Giacosa (*)

Por esas cosas de la vida y de la supervivencia, un día me encontré dictando cursos de comunicación a distintas empresas. No me imaginaba en semejante situación pero, como todo aquello que uno no prevé suele ser lo que más le enseña, aprendí y sigo aprendiendo mucho. Habiendo trabajado toda mi vida en el campo de la educación, las organizaciones no gubernamentales, los organismos internacionales y el periodismo, desconocía la dinámica que se vive en el interior de una entidad cuya finalidad es el lucro.
Mi trato con numerosos empresarios para que colaborasen en tareas de contenido social no siempre había sido feliz y, no puedo negarlo, tenía un cierto prejuicio con respecto a los límites de su capacidad de comprensión. Veían la sociedad desde un ángulo que, al comprometer su subsistencia y la de sus familias, no les permitía abarcar el todo, que es, a fin de cuentas, el que determina la realidad que compromete al conjunto de la sociedad. Sabía que mis cursos no variarían esta realidad, pero sí podían modificar mi visión de ese fenómeno de manera tal que me permitiera hallar caminos para que los cursos dictados, sin traicionar su espíritu, cumplieran su cometido.
¿Cuál era ese cometido? Uno muy simple: lograr que todos interiorizaran el concepto de que la empresa no es otra cosa que un grupo de seres humanos que persiguen un mismo fin. Parecía sencillo pero, como la experiencia me lo demostró, no lo era tanto. Primero, porque no todos sienten lo mismo; segundo, porque no todos son considerados como seres humanos y, tercero, porque la comunicación, que debiera fluir espontáneamente, está subordinada a códigos y temores que crean cortocircuitos que terminan transformándola de instrumento de trabajo en arma de agresión e incomprensión.
La eficiencia se mide por la cuota de producción y jamás tiene en cuenta el grado de satisfacción que experimentan quienes obtienen ese logro. Podrán decirme que esta observación es secundaria. Y lo es, por supuesto que lo es si se mira desde la escala de valores que señala el corto plazo.
Si tenemos la audacia de mirar más allá de ese corto plazo, apreciaremos que el desgaste humano que produce la desvinculación del trabajador con el objeto producido y con el logro obtenido es tan significativa que, a la larga, la productividad terminará disminuyendo.
Peter Drucker, maestro en estos temas, afirma: "Los ejecutivos tendrán que aprender lo que un eficiente director de un departamento universitario o de orquesta sabe desde hace largo tiempo: que la clave de la grandeza está en buscar el potencial de las personas y dedicar tiempo a desarrollarlo".
Ese potencial se desarrolla a partir de una premisa elemental: considerar a cada ser humano como tal. Es decir, como un sujeto capaz de aprender, de crecer y de contribuir con su propio ingenio al logro de los objetivos propuestos. Ello demandará, sin duda, un clima laboral adecuado. Y ese es un tema que, a su vez, demanda más espacio, por lo que lo desarrollaremos el viernes próximo.

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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