Los jóvenes y el embate neoliberal por Guillermo Giacosa (*)
En los últimos días tuve la ocasión de realizar una exposición a agrupaciones de jóvenes pertenecientes a distintos partidos políticos y de compartir un par de reuniones con jóvenes universitarios que deseaban entrevistarme.
La reunión con los grupos políticos (PS, PPC, Acción Popular, Partido Nacionalista, Apra y Somos Perú) me dejó preocupado. Los jóvenes -no todos- repiten los errores de los mayores: no escuchan. Están encerrados en sus casilleros ideológicos y, de ahí, ni un tsunami los desplaza. Es buena la idea de que se reúnan, pero mi impresión es que, más allá del contacto físico, de verse las caras y de comprobar en los otros la humanidad que cada uno solo suele atribuir a su grupo personal, hay poca predisposición al diálogo. Entendiendo por diálogo aquel proceso en el cual uno recibe y procesa, con todos sus sentidos, la información que se le suministra y, a su vez, vuelca la suya en su interlocutor, que deberá proceder de la misma manera. Decía Tagore que "las discusiones fueron hechas para discutir" y, en verdad, ese es el reflejo primario de todo aquel que cree haber atrapado una verdad y trata de ventilarla públicamente para iluminar a quienes les escuchan. Es lógico que así suceda pues la autoestima está en juego y, si no existe reconocimiento, al menos de quienes comparten sus puntos de vista, ese preciado bien que es mirarse con buenos ojos al espejo puede quedar seriamente dañado. Políticamente es inútil. Crea más animadversiones que acercamientos. En la universidad solía huir de los debates pues el comprobar que no siempre es posible ponerse de acuerdo dañaba mi creencia sustantiva que, precisamente, era confiar que todo encuentro honesto cara a cara puede conducir al reconocimiento y respeto del otro. Habría que desarrollar debates en los que los participantes cambien de roles, para así, al ponerse en el sitio de sus rivales, puedan visualizar sus propias flaquezas. Trabajar en grupos pequeños donde todos puedan opinar y, luego, sacar conclusiones que se compararán con las de otros grupos, etc. Técnicas no faltan. Falta imaginación innovadora en un terreno donde, estoy convencido, lo mejor está por hacerse.
La segunda experiencia, reunión con jóvenes universitarios que me entrevistaron, me produjo dos sensaciones contradictorias: placer por comprobar su sed de conocimiento y preocupación al constatar lo mal informados que están. Más que su mala información, me preocupó cómo esta, que es producto del canto coral que, salvo excepciones, practica la prensa local, puede limitar el horizonte intelectual de quienes son la reserva y el futuro pensante de la nación. El "pensamiento único" que hoy campea por los medios oculta cuidadosamente lo que hay que ocultar y subraya, con el mismo cuidado, lo que hay que subrayar. No cumplen órdenes, solo son parte de una visión del mundo que carece de criticidad frente a su propia versión de los acontecimientos. En la realidad, defienden un orden económico que les favorece y han desarrollado todas las racionalizaciones (no razonamientos) que convienen a sus propósitos.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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