El malentendido
por Fernando Maestre (*)
El lenguaje es uno de los instrumentos de comunicación más útil y a la vez más impreciso. Nada seríamos sin él, pues nuestro psiquismo no se podría desarrollar si no aprendemos a expresar nuestros deseos mediante la palabra hablada, ni podríamos entender las demandas de los demás. Pero este valioso instrumento es imperfecto. Las palabras que usamos no siempre reflejan lo que pretendemos decir.
Afortunadamente, existe la función de la "metáfora", que nos permite referirnos a un criterio usando una palabra distinta, pero que todos socialmente entienden. Así, cuando decimos "está lloviendo a cántaros", todos entienden que está lloviendo mucho, y no que están cayendo cántaros. Más aún, aquel que habla con metáforas y las entiende es considerado como sano mentalmente. En cambio, el que se equivoca en el significado de una metáfora entendida por todos puede tener un conflicto mental.
Esta explicación la uso para lamentar que, por un desentendimiento del sentido de una oración, un distinguido psicoanalista está teniendo problemas con la ley, pues, en relación con un caso sonado, se expresó refiriendo que la conducta de una persona podía deberse a la presencia de "tendencias parricidas" y a "odios" infantiles hacia el padre.
Muchas veces el modo de hablar, desde una determinada posición profesional, permite observar que una palabra puede ser usada con dos sentidos opuestos. Por ejemplo, la palabra "seducción" es de empleo común en psicoanálisis y se refiere a una coquetería, que puede, incluso, ser considerada como normal. Pero, para el campo de la abogacía la "seducción" siempre es un delito porque los abogados la entienden como un atropello y abuso sexual. En ese mismo sentido, las palabras "odio" y "parricidio" para el psicoanálisis son de uso común y siempre están referidas a fantasías edípicas que, en un momento, todo niño tiene hacia sus padres porque es parte de su proceso psíquico evolutivo y que jamás se habrán de cumplir en un desarrollo normal.
Pero, en este lamentable caso, lejos de entenderla con la intención psicoanalítica del profesional que hablaba, fue leída desde el ámbito de la criminología donde "parricidio" significa matar de verdad al padre y no en fantasía de la infancia.
Estos errores de interpretación que conllevan a amenazas judiciales "por una determinada manera de hablar" pueden poner en riesgo nuestro ámbito cultural y nuestra libertad de expresión. A partir de este caso, ¿cuánta gente se inhibirá de hablar? ¿Cuántas personas no querrán dar opinión pues se yergue ante ellos el castigo o la mordaza? Los jueces que están viendo este caso deberían tener en cuenta una máxima en el derecho; "¿cuál fue la intención del que cometió el delito?". En este caso, ¿cuál pudo ser la de un psicoanalista interpretando una escena?. Evidentemente no opinar desde la criminología.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.
Hace unos días alguien -que no pone su nombre- se permitió disentir con el Dr Maestre haciendo un comentario por demás desagradable. Este blog no va a censurar nunca los comentarios (porque existe la posibilidad de moderarlos y de publicarlos a gusto del administrador) pero tampoco somos los pavos de canal 11 que dejan que algún chistoso llame por teléfono para soltar majaderías. Aprendan a sostener sus críticas o sus replicas porque el comentario que tenga insultos será publicado pero como un recordatorio de lo tristes y patéticos que solemos ser cuando nos ponemos brutos y peor aún, en el anonimato mas miserable usado para agredir.
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