Unos músicos frustrados por Beto Ortiz (*)
Eso es lo que somos, en el fondo. Y, de haber siquiera hecho el intento, cuánta sangre habríamos ahorrado. Antes que el teclado de una PC hubiéramos preferido el de un Steinway. Antes que un micrófono, un fagot. Antes que una grabadora, un clavicordio. Antes que una cámara de video digital, una viola da gamba, un arpa celta. Eso es en lo único en que coincidimos los diez diversos, conversos o perversos coleguitas diestramente entrevistados por esa amenaza elegante que responde al nombre de Pedro Salinas y que, transmutado en cáustico cronista, presenta esta noche el libro más deliciosamente limeño que he leído en varios años: Rajes del Oficio, glorioso safari por un mundo despiadado del que nadie se escapa: la jungla periodística. Donde caníbal come caníbal y los adjetivos llueven como flechas.
Unánimemente recordado por sus pares como el ganador del concurso El mejor vestido de Lima que con tanto éxito anfitrionara Ellos & Ellas, Jaime de Althaus, (que, para el plomazo de Mirko Lauer, da siempre la impresión de estar orinando a gran altura), luce tan calmo, pero tan calmo que a la estrella de la radio que en vida se llama Raúl Vargas le parece, a veces, que no se enterara de nada pese a haber sido nada menos que el padre de la transgresora, sublevante idea de poner en televisión a Rosa María Palacios quien, en opinión del viejecito prematuro de Aldo Mariátegui, se nos está volviendo caviarona de un tiempo a esta parte a pesar de lo mucho que cree en Dios Padre Todopoderoso, en el credo completo y, por supuesto, en el sagrado sacramento del matrimonio, razones que han hecho que la quiera tanto la mamá de Jaime Bayly, a quien el coleguita Salinas -ese subversivo con tirantes, ese peligroso archivillano que solapea la uzi debajo del terno de Saville Row y tras la sedosa sofisticación de una corbata Hermés encaleta una filuda cimitarra- ha sido el primero en designar, haciendo gala de la tremenda esplendidez a que nos tiene acostumbrados, como el faro refulgente de la literatura.
Dicho lo cual los invito ahora cordialmente a resolver el siguiente test que les permitirá averiguar cuánto saben sobre algunos especimenes de nuestra fauna informativa: en la columna de la izquierda encontrarán una serie de provocativas opiniones extraídas de las páginas de Rajes del Oficio y en la de la derecha hallarán, en completo desorden, los nombres de sus autores con los que deberán emparejarlas. Conociéndonos como (no) nos conocen, ¿podrían adivinar quién dijo qué?
Calificada de periodísticamente sexy por el lúcido, prolífico y corajudo Álvaro Vargas Llosa, (que, para Ray Conniff Lauer, equivale a Richard Clayderman), la más obsesa y obcecada reportera de la historia, Chichi Valenzuela, (nuestra pequeña Salomé, Vivas Sabroso dixit), es, por muy increíble que parezca, la orgullosa autora del famoso (y vetado) informe sobre el general Noel, el único informe del que César Hildebrandt, azote de los zafios, desenmascarador de vanidades y radiografista cotidiano del aborricado Perú, (pág. 200), se siente más satisfecho en sus 40 años de carrera, por mucho que ahora no se puedan ver ni en figurita, por mucho que diga que a ella la prefiere en plural, frase esta que hasta ahora no terminamos de entender como es perfectamente normal cuando lo que uno lee ha salido, pues, de la jeroglífica, entrépita, cuchicuchesca pluma del más diminuto odiador de diminutivos, fan acérrimo de Porky y aracnofóbico Hildebrandt, culpable de todas las nostalgias del buen Vivas, enfermo del alma según Papapa Mariátegui e indiscutida lumbrera ininteligible para el vulgo y en especial para los pájaros fruteros de la literatura, tal como ha acertado en catalogar a quien garrapatea estas líneas, embriagándonos de nuevo en su ya célebre grandeza de espíritu, su contagiante joie de vivre y su no menos clásica, patriarcal dulzura, atributos éstos que lo han hecho merecedor al justo título de El mejor de todos nosotros con que Pedrito lo condecora -ya era hora- haciendo gala, una vez más, de la tremenda esplendidez a que nos tiene acostumbrados.
Ocho de los diez interrogados hubieran querido conocer en persona al mítico periodista puneño Federico More. La mitad se levanta tempranísimo y la otra, tardísimo. César confiesa que, en el diario Última Hora, hace mil años, firmó una crónica futbolera "desde Milán" sin haberse movido de Lima y Mirko admite, de lo más pancho, que sus primeras notas policiales de Ojo eran horrendos crímenes tijereteados de tabloides europeos, perfectamente traducidos del francés o el alemán y adaptados a Juanjuí o Tarapoto. Rosa María no se cambiaría de vereda por nadie, (¡es mi vereda!), Raúl no compartiría un baño por nada de este mundo, Jaime vive muerto de frío hasta en verano, Mirko se aplica duchas heladas para "mantenerse malvado" y Álvaro se saca las medias para ducharse y para absolutamente nada más. «Buena persona, gran tipo, mejor amigo » -son las opiniones que más abundan sobre el director de este diario a quien César llama pudibundo y Federico, radical. Aldo y Jaime están de acuerdo en que, en el Perú, lo único que no tiene remedio es el Perú. Mirko y Rosa María coinciden (con Belmont) en que aquí todo tiene remedio. Federico cree que el verdadero poder reside en la opinión pública. Álvaro opina que en la política. Fernando piensa que también en la Iglesia. César y Jaime aseguran que está en la plata y que, en el Perú, la gente más estúpida es la que más plata tiene. Aldo y Federico convienen en que entretener es un deber del periodismo. Once again: nosotros no somos como los Orozco. Yo los conozco, etcétera. Bis 47 veces, como decía el Caín que tan brillantemente escribía Rafo León.
En mi dudosa condición de Benjamín de los entrevistados (que yo sepa, ningún otro me acompaña en mi aferrarme con uñas y muelas a la base tres) debo agradecer a mis diez maestritos las siguientes, impagables lecciones: 1. «El estado no sólo no debe poseer medios, sino que no debe poseer nada» (Federico) 2. «Hay que vivir con una carta de renuncia en el bolsillo» (Fernando) 3. «Un verdadero periodista no tiene tiempo para estar integrando tribunales de ética porque está muy ocupado emborrachándose con los colegas» (Jaime) 4. «El Estado tiene la indudable capacidad de joderle la vida a la gente. Por eso hay que hacer política: para defenderse de la política» (Álvaro) 5. «¿En qué ha cambiado el periodismo? En que ahora se escribe peor y se habla peor. Pero se lucen los mejores vestidos. Y creo que en corbatas también estamos avanzando» (César) 6. «Hay casos en que sí hay que callarse por razones de estado: yo no hubiera publicado, como hizo La República, la información de que se estaban cavando túneles para rescatar a los rehenes de la residencia japonesa» (Aldo) 7. «Las presiones se enfrentan sentándote en ellas» (Rosa María) 8. «Un periodista no puede estar satisfecho con su trabajo. Satisfecho no es la palabra.» (Mirko) 9. «Los periodistas tenermos muy mala prensa» (Pedro) And last but not least, 10. Raúl: «Estoy más cómodo en el periodismo hablado que en el escrito porque no tengo el desafío maldito de tener que escribir bien. ¡Tener una idea ya es difícil! ¡No hay peor batalla que luchar con las palabras!
(*) De su columna aparecida en el diario Perú21
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