García quiere dejar comer por César Hildebrandt (*)
De tanto ver en los predios de la izquierda al perro del hortelano, el doctor Alan García se está convirtiendo en el cancerbero de la Confiep.En el artículo con el que ayer llena de plomo una página de “El Comercio”, el doctor García continúa su tarea de traducir a prosa oficial y a programa mínimo la conversión práctica del Apra en el partido conservador de masas del Perú. De este modo el segundo alanismo aspira a refundar el partido de Haya. Pero a diferencia de Haya, que escoró a la derecha manteniendo la prédica incendiaria del aprismo ancestral, García quiere que el Apra se reconozca en sus dos últimos textos y deje de avergonzarse por las promesas electorales dejadas en la cuneta. García, en suma, pretende enterrar a Haya por segunda y definitiva vez. Y aunque cite a Lenin arrimándose a la idea de que a veces hay que retroceder para después avanzar, lo cierto es que propone un camino sin retorno cuya meta es llenar el espacio que hoy ocupa tan torpemente esa obesa agonía que se llama Unidad Nacional.El sueño civilista de un partido popular basado en premisas conservadoras estaría, gracias a García, a punto de empezar a ser realidad. Si Víctor Andrés Belaunde viviera, se arrodillaría y agradecería al cielo tamaña bendición. Es la primera vez que la caída del muro de Berlín y la implosión del mundo comunista repercuten en la política peruana con tanta claridad. El Apra, entonces, se desembaraza de lo que García considera pesados lastres heredados y se recicla como un civilismo del siglo XXI. Y este viraje se publica bajo firma en el diario que fuera el más fiero y mezquino enemigo de Haya de la Torre: nada más parecido a un parricidio.¿Qué propone, en concreto, García en su “segundo debut” como articulista de “El Comercio”? Propone que haya mucho menos control para ejecutar el gasto público. Ni siquiera la vergonzosa experiencia de los patrulleros de Alva Castro –chapuza filodelictiva que fue abortada gracias al control que hoy se quiere debilitar– impide a García hablar, sueltísimo de huesos, de la necesidad de “presumir la veracidad” de los funcionarios y de sus operaciones y, en todo caso, efectuar “un control posterior” –es decir, cuando ya no haya más remedio que acudir al poder judicial–. La propuesta se basa en la premisa de un “control aleatorio” del Estado. Lo que García plantea es, sin embargo, un Estado aleatorio a gusto de sus consejeros neocon.García va más allá. Quiere tercerizar, es decir privatizar, muchos de los controles de la inversión pública, debilitando al SNIP y fomentando un territorio comanche donde la compra de vacunas innecesarias o próximas a caducar, para citar un solo ejemplo, hallaría su tierra prometida.El mismo Presidente que ha castigado al Estado rebajando los sueldos de sus cuadros técnicos –una manera de lanzarlos a brazos de las empresas privadas– sugiere ahora, con todo el cinismo del caso, que debería “bonificarse la productividad” de la burocracia. Lo que no dice es desde qué parámetros y con quiénes se determinarán esos alicientes.Otra propuesta en contra del perro que no deja comer es la de que la Beneficencia Pública se deshaga de treinta mil “habitaciones o viviendas humildes”…¡vendiéndolas a sus ocupantes! Una vez formalizada la propiedad, la familia en cuestión “podrá mejorarla o venderla al propietario del cuarto vecino”. Es una confusa manera de decir que la Beneficencia tiene que deshacerse de esos alquileres protegidos y mínimos y “poner en valor”, vía demolición y recompra de terrenos, lo que hoy sólo sirve para mantener “un alquiler irrisorio”. García insiste en la subasta –sólo para grandes inversores en dilatados latifundios– de ocho millones de hectáreas madereras y propone ahora que el Estado venda a privados las restingas, es decir las playas estacionales que aparecen cuando el caudal de los ríos selváticos se reduce. ¿Alguien se anima a invertir en un islote que, dado el cambio climático, podría no volver el próximo año? ¡García quiere vender hasta el Perú esporádico!¿Y las tierras comunales “ociosas”? García plantea que se vendan, parcelen o alquilen. Y añade que para ello debería bastar “el voto de la mitad más uno de los presentes en la reunión convocada para ese fin”. Es de imaginar cuántos intereses se moverán para impedir que los comuneros “desafectos y peligrosos” concurran a esa asamblea decisiva. Es hasta posible imaginar a un prefecto ordenando el arresto de los más recalcitrantes, 24 horas antes de que siglos de tierra comunal se jueguen en la ruleta privatizadora.Hay más propuestas. Una de las más llamativas es la que plantea cobrar sólo un cinco por ciento de impuestos a las empresas mineras que instalen procesadoras metalúrgicas para producir “alambrón, tubos, partes y piezas”. ¿Y por qué tanta generosidad fiscal? Porque según el Presidente, lo de la inversión en metalurgia “es una aventura”. ¿Y quién le ha dicho al doctor García que con los precios actuales de los metales la metalurgia es una aventura de pioneros? Deben habérselo dicho el grupo Brescia, don Roque Benavides, los accionistas de Majaz. Y con el mismo criterio García demanda una generosidad tributaria aun mayor para el que quiera invertir en maricultura. Porque, según sabe, “invertir en el mar para instalar jaulas…resulta heroico”. ¿Y quién le ha dicho eso? Sus amigos inversionistas chilenos, quizás. Porque Chile tiene una maricultura y una piscicultura florecientes…y sin necesidad de evadir el fastidioso trámite de pagar impuestos.García no se queda allí. Ahora quiere matar al perro que tanto le molesta privatizando las irrigaciones, “cuyo costo sea pagado con una parte de las nuevas tierras irrigadas o con la venta del agua”. ¡Magnífica perspectiva para Suez Energy, por ejemplo, esa empresa que tan buenos lobistas tiene en sus filas! Ya era hora de que el Estado deje de hacer lo suyo y sea tan subsidiario como quería don Luis Bedoya Reyes. Otra propuesta de la nueva estrella editorial de “El Comercio” tiene pinta de plagio. García apunta a la estandarización de las deudas por vivienda propia para poder hacer paquetes “de 10,000 o más hipotecas que se vendan a un banco más grande para que se encargue del cobro futuro y el dinero de esta venta se utilice construyendo más viviendas”. ¿Alguien le ha dicho al doctor García que con cosas como esa hay que tener más cuidado porque así empezó la crisis de las subprime en los Estados Unidos? ¿O es que Dionisio Romero ya lo convenció? Porque ese “banco más grande” suena a BCP.En el colmo de la locura del converso un García ya delirante –o sencillamente sin vergüenza alguna que lo proteja– exige que el Perú sea comprensivo con la inversión privada y sugiere que ya no sea el Estado el que dicte las pautas para dicha inversión. Cita textual: “Por evitar que el inversionista gane 5% más, nadie viene. En vez de exigir criterios exagerados (sic, nota de C.H.) debe dejarse al mercado y a la competencia de los privados la fijación de esas condiciones”. Nadie había ido tan lejos. Ni Teodoro Roosevelt hubiese firmado algo tan grosero. O García es un Chicago boy tardío, o hay cosas muy turbias en perspectiva –tan turbias como las que le permitieron hacerse con una fortuna mal habida durante su primer gobierno–.Y por último, con el cuento de defender a las Mypes, que no pueden pagar los “sobrecostos laborales” de las empresas grandes, García defiende ardorosamente la precariedad del empleo indecente, ese que, según su propia descripción, desconoce la jornada de ocho horas, se burla del sueldo mínimo rebajándolo, omite la seguridad social. “Entregaremos (al Congreso) la propuesta del acceso progresivo a los derechos laborales, para aprovechar bien los tratados de libre comercio…” ¿Nadie le ha dicho al Presidente que hay observadores norteamericanos monitoreando nuestras prácticas laborales? ¿Nadie le ha dicho que las conquistas que él considera hoy prescindibles vienen de muy lejos? ¿Nadie le ha dicho que el capitalismo moderno considera a los trabajadores bien tratados parte de su éxito? García escribe: “El perro del hortelano dice que no debe haber cholo barato porque prefiere al cholo desempleado y en la miseria”. Lo que quiere decir, en buen cristiano, que el cholo o se abarata (más) o se queda sin trabajo.¿Qué clase de Atila neocon nos gobierna? ¿Tolerará el Apra que el odriismo alanista haya dado un golpe de Estado en el partido?
(*) Aparecido en su columna del diario La Primera. (Respuesta rápida al segundo artículo del librepensador mas sesudo de El Comercio. Si tienen ganas de reir o llorar o reir y llorar, o viceversa, no dejen de leerlo previo gravol).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
HABLA JUGADOR