15.7.07

SOBRE PROTESTAS Y BAJAS EN LAS ENCUESTAS








Teoría de la motivación por Jorge Bruce (*)
La caída en la popularidad del presidente García no se debe a la turbulencia de las protestas en diversas regiones del país, como piensa el congresista Mulder. Más bien sucede lo contrario. El malestar acumulado a lo largo de este año de crecimiento económico cacareado a los cuatro vientos ha incrementado la frustración de ese escandaloso porcentaje de compatriotas pobres, para quienes ese incesante alarde debe sonar como una provocación cada vez más intolerable. El descenso en las encuestas no es más que el reflejo de ese estado de ánimo. Una de las primeras cosas que se aprende en los cursos de psicología social o teoría de la motivación es que la frustración, tarde o temprano, desemboca en agresión. Y que las gratificaciones no pueden ser postergadas indefinidamente. Ahora hemos entrado en una lógica de confrontación que coloca al país en una situación de inestabilidad, lo que hace las cosas todavía más difíciles y es evidente que nos perjudica en bloque. Pero el mal ya está hecho y nos incumbe a todos aprender de la experiencia, además de buscar salidas colectivas y más justas.
Los conflictos que están surgiendo -que la Defensoría hace bien en contabilizar, aunque esto desespere al premier que preferiría un 'silencio administrativo'- en diversos puntos del territorio están en algunos casos azuzados por dirigencias irresponsables. Pero es evidente que eso no basta para explicarlos. Y llamarlos comunistas suena tan obsoleto y desfasado como la propia ideología que se está denunciando. El recurso de encontrar chivos expiatorios nunca permite resolver ningún problema de fondo, menos aún insultar a los maestros (por lo demás, un presidente no debería insultar ni amenazar a sus gobernados en ningún caso). Si bien el Gobierno tiene la obligación de restablecer el orden público y hacer que se cumpla la ley, desbloqueando carreteras o auxiliando a viajeros o turistas maltratados, tan o más importante es escuchar lo que buena parte de la población le está comunicando, así sea en algunos casos de la peor manera. Cuando la gente está desesperada no se le puede exigir que lo exprese por canales diplomáticos, sobre todo si no existen redes políticas que funcionen como procesadores de esas demandas que hoy irrumpen exaltadamente.
Es urgente, entonces, ponerse a explicar cómo se va a lograr que este segundo año no sea tan inoperante como el primero en lo que respecta a la solución de los problemas más graves de la población. Aunque el costo sea muy elevado, quizás ha sido necesario que esto ocurra para que el Gobierno, las elites en general y en particular nuestro envanecido presidente, tomen conciencia de lo insostenible que resulta una situación de creciente desigualdad, en donde las cifras macroeconómicas agitan las pasiones de los excluidos con mucho más virulencia que los más extremistas dirigentes de Patria Roja. Lo que se requiere es generar confianza -cosa complicada en una nación como la nuestra- en que esas expectativas embalsadas que impacientan a los más desprovistos encontrarán algún grado de satisfacción en plazos razonables. Pues está sucediendo lo mismo que en esas empresas donde los propietarios alegan que los números no permiten aumentar un salario mísero, pero los trabajadores de a pie ven que esos dueños cambian de carro y se van de viaje con una frecuencia que desmiente brutalmente esas cuentas. La violencia no consiste tan solo en tirar piedras, quemar llantas o promover acciones antisociales.
Aparecido hoy en su columna del diario Perú21.

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