7.5.08

YO NO QUIERO VOLVERME TAN LOCO



Una buena salud mental por Fernando Maestre (*)
El tema de la salud mental siempre tiene callejones sin salida, pues en el interior de la mente vemos surgir, en sujetos que considerábamos como un crisol de salud mental, una serie de ideas, pensamientos, imágenes que, al ser revisadas y nuevamente pensadas, pueden traer más de un sobresalto. Esto indica que nadie está libre de haber tenido, en algún momento de su vida, estados emocionales alterados que llegan a configurar síntomas, y no por ellos habremos de ser considerados locos.
Imaginemos un juez cualquiera que tiene una debilidad por las mujeres; eso no quiere decir que en el momento de dictar justicia sus sentencias van a estar equivocadas. Por otro lado, ¿cuántos pilotos de avión tienen que tomar sedantes o hipnóticos para poder dormir bien? Esto tampoco los convierte en personas alteradas ni al borde de un estado patológico.
Sería larga la lista de personas que tienen un síntoma o deben ingerir un sedante para controlar alguna manifestación psíquica que las perturba o que altera las funciones de su vida. Depresiones, arranques de furia irrepresiva, bebedores, ansiosos, mentirosos, gente con pánico, migrañosos, temblorosos, tímidos, olvidadizos, insomnes, ilusos, y así podríamos seguir hasta el infinito. Lo que nos dicen estos ejemplos es que la salud mental total es un anhelo imposible de alcanzar a la perfección.
Pese a que en algún momento podemos tener una serie de alteraciones de los afectos o del pensamiento, todos somos, tal como lo dijeron Freud, Lacan, Hegel, Nietzsche, entre otros, la confirmación de que el hombre de alguna manera "es un enfermo", pero que, pese a ello, en la mayoría de los casos, podemos organizar nuestra vida al punto de dejar de lado las rarezas y las tendencias muchas veces antisociales, para ordenarla dentro de lo que la cultura espera de nosotros.
¿Y que es aquello que pese a que tengamos alguna idea descabellada nos controla, nos pone en nuestro sitio y nos ayuda a equilibrarnos hasta que la tendencia extraña pase y se diluya? Es el sentimiento de culpa el que no nos permite ir más allá de las normas y reglas que aprendimos desde niños. Esto se manifiesta en sentirse responsables, obligados, con miedo de transgredir y dañar a nuestro prójimo. Este sentimiento de cuidado y preocupación por el otro, aunque nos haga sentir con angustia, no deja de ser un guardián del mantenimiento del orden de la sociedad.
Esta es la causa de la mucha infelicidad que hay en el mundo, de por qué muchos hombres sufren de insomnio o de angustia, antes de transgredir las reglas de las leyes internas. Pero también es la causa principal de por qué existe la sociedad y nuestra cultura. Por ello, y aunque muchas veces estemos condenados "a sentir culpa", este poco de culpa sería la clave que nos permite seguir viviendo en sociedad y con algunos síntomas.

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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