13.10.08

LENGUA VIPERINA




JUZGANDO A LOS JURADOS
por Joaquín Páez



Lío de concursantes. Reclamos -a veces- muy justos. ¿Es el jurado de Bailando por un sueño realmente adecuado? Veámoslos uno a uno:
Carlos Cacho
A veces puede parecer excesivo. Su pose de gay engreído no tendría porque caerle bien a todo el mundo pero sus ocurrencias hacen entretenido el show y le dan un toque de gracia necesario entre tantas angustias. Suele ser inteligente (con ese toque afeminado y cinicón propio de su orientación sexual) y aunque hay grandes dosis de obviedad en sus simpatías dentro del juego cumple un rol adecuado como balance entre las también obvias preferencias de los otros jurados. Creo que la producción del programa cometió un error al promocionarlo poniendo su cargo a disposición (¿Qué se alucinaba un ministro del gabinete en crisis?) Al Nakasaki de Gisella no lo van a dejar ir por diferencias subsanables
A mi gusto es el color vital y simpático de una mesa de jueces algo gris.
Joaquín Vargas
Mi tocayo no parece una mala persona y sus sentencias suelen ser tan gaseosas que bien podría recibir algunos consejos de sus compañeros de mesa.
Hay un aspecto preocupante en el (revisen los videos) y es cuando se entusiasma con alguna bailarina (heroína o soñadora) que se movió bien y que lucio sus encantos de manera sensualona. Entonces la califica con sendos y babeantes adjetivos de admiración a los que acompaña empuñando una cara de tío pervertido, casi sátiro, terrible. Franco, que da miedo ese cacharro de tío violín.
Con todo respeto mi estimado Sr. Vargas no hay que cachondearse tan temprano (así Karina Calmet se haya meneado tan rico en su danza árabe y usted la crea una chica Bond).
Mañosones somos todos, pero nosotros no somos juzgadores de la descaderada ajena. Además por mas atractiva que sean las damas casi siempre terminan fallando en algún ritmo y al deseo le seguirá la decepción como en la película
Pachi Valle Riestra
De todos los jurados es la más equilibrada. Sus comentarios son sencillos. Se le ve imparcial y no maltrata ni levanta a nadie. Cumple. Sabe. Equilibra.
Si se depilara esas cejas pobladas que la hacen tan ceñuda la invitaríamos a pasear por el Parque del Amor. Porque esta bien buena siendo medía tía.
Morella Petrozzi
Suplantó a Teddy Guzmán que no era chicha ni limonada. Es la malvada ilógica del concurso ya que suele castigar con unos puntajes perros, así como también suele premiar con alguna puntuación excesiva ciertas faenas para el olvido.
Sus discursos y comentarios de científica del baile, extendiéndose en sesudas teorías de desplazamiento y psicología del ritmo tienen podrido a toda la teleplatea que se pregunta porque esta flaca suele ser tan latosamente redundante. Hay algo en sus ojos que provoca cierta desazón en los concursantes a los que mide como si tuvieran que ser tan buenos como ella es en las tablas
Alguna vez vimos en el teatro uno de sus espectáculos y nos resulta innegable que es toda una diosa moderna cuando esta en escena. Si sus palabras discurrieran como cuando nos muestra su talento sería un placer escucharla.
Lamentablemente ella cree que tiene que ilustrarnos a la mala.
(*) Aunque no es un jurado le dedicamos esta nota primero al co-animador (no se como se apellida, Gian Carlo) que resulta un doméstico torpe e innecesario para usos momentáneos de la reinventada diva. El pata trae la cerveza y sobonea a la patrona como ninguno. A veces son tan pobres sus perfomances que sentimos vergüenza ajena. Mejor que siga con la tinka nomás.
Insistimos en que la Señito ha sido deficientemente iluminada porque cree que tener fe es latosear y latosear hablando hasta por los codos de la presencia (obvia e innegable) y de la ayuda (en todo instante y para toda criatura de la creación) de Dios, del cual ella esta convencida de ser una especie de instrumento parlante (supongo que el canoso se le debe tener jurada desde arriba, aburrido por tanta confianza de tan verborreica dama).
Hay que entender que el trabajo de la conciencia es anónimo, impersonal y silencioso. Lo demás siguen siendo babas.
Un consejo a todo aquel que se someta a examen y calificación de un tercero: más correa y menos emoción porque a nadie se le va a ir la vida en una hoguera de fatuidad tan evidente como son las competencias –de cualquier género- que producen separatividad por egos. No hay que tomarnos tan en serio.


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