La guerra como modelo económico
por Guillermo Giacosa (*)
El investigador italiano Dario Azzellini ha afirmado algo que resulta tan macabro que habría que leerlo palabra por palabra para poder digerirlo sin que la consternación total nos gane. Azzellini es el autor del libro El negocio de la guerra y en él hace la siguiente escabrosa afirmación: “La guerra ya no es para instalar otro modelo económico: ella es el modelo”.Viendo lo que ocurre en Afganistán, Irak, Irán, Siria, Palestina, Sudán y lo que potencialmente puede ocurrir en otras regiones, no hay muchos argumentos de peso para contraponer a las afirmaciones del investigador italiano. Si a ello sumamos la privatización que de este negocio han hecho los estadounidenses y los ingleses y la aparición de grupos paramilitares, como en Colombia, podemos colegir que nos aguarda un futuro de interminables conflictos. Si el lobby de las armas es uno de los que tienen más peso en el Congreso de EE.UU. y si muchos de los grandes poderes económicos, como General Electric, por ejemplo, maridan el negocio de la venta de armas con la compra de medios de difusión, no solo estamos frente a un futuro de conflictos sino, lo que es más grave, frente a un futuro de conflictos apañados por la prensa y su enorme poder de convencimiento sobre la población mundial. Según Azzellini, está aumentando el número de guerras irregulares y ello obedece a la lógica neoliberal de aumentar incesantemente las ganancias. La guerra es un mecanismo que genera dinero para los grupos de poder. Si el dinero es el bien supremo de esta sociedad, por qué no han de estimularse, si ellas ayudan a producirlo. ¿Macabro? Tanto como tantas otras propuestas de este sistema económico, aunque ligeramente más descarada. Cita Azzellini, en una nota de Página 12, de Argentina, el ejemplo colombiano. Dice así: “Por ejemplo, Colombia. Muchas de las ganancias en ese país son porque es un país prácticamente en guerra. Durante los últimos 20 años, el pasaje de la agricultura pequeña y mediana a la agroindustria se hizo con una guerra. Si no, no hubiera sido posible expropiar a millones de campesinos de sus tierras y hacer una reforma agraria al revés, donde terratenientes y paramilitares se apropiaron de 6 millones de hectáreas de tierra. La permanencia de la guerra hace que se pueda llevar a cabo ese modelo de agroindustria en distintas zonas. Solo a través de la guerra son desplazados los campesinos y las comunidades indígenas o afrodescendientes que, en Colombia, tienen un derecho constitucional a sus territorios ancestrales. El sueldo real de obreros industriales en Colombia ha bajado porque mediante la guerra o el paramilitarismo se mata a los sindicalistas o se les presiona cuando hay conflictos laborales”. La versión del estudioso italiano es aterradora porque cierra todos los caminos a una solución de los conflictos. El conflicto es la solución. Esta macabra versión de la realidad destruye no solo a los seres humanos sino lo más valioso que esos seres humanos habían proyectado de sí mismos como especie.
El investigador italiano Dario Azzellini ha afirmado algo que resulta tan macabro que habría que leerlo palabra por palabra para poder digerirlo sin que la consternación total nos gane. Azzellini es el autor del libro El negocio de la guerra y en él hace la siguiente escabrosa afirmación: “La guerra ya no es para instalar otro modelo económico: ella es el modelo”.Viendo lo que ocurre en Afganistán, Irak, Irán, Siria, Palestina, Sudán y lo que potencialmente puede ocurrir en otras regiones, no hay muchos argumentos de peso para contraponer a las afirmaciones del investigador italiano. Si a ello sumamos la privatización que de este negocio han hecho los estadounidenses y los ingleses y la aparición de grupos paramilitares, como en Colombia, podemos colegir que nos aguarda un futuro de interminables conflictos. Si el lobby de las armas es uno de los que tienen más peso en el Congreso de EE.UU. y si muchos de los grandes poderes económicos, como General Electric, por ejemplo, maridan el negocio de la venta de armas con la compra de medios de difusión, no solo estamos frente a un futuro de conflictos sino, lo que es más grave, frente a un futuro de conflictos apañados por la prensa y su enorme poder de convencimiento sobre la población mundial. Según Azzellini, está aumentando el número de guerras irregulares y ello obedece a la lógica neoliberal de aumentar incesantemente las ganancias. La guerra es un mecanismo que genera dinero para los grupos de poder. Si el dinero es el bien supremo de esta sociedad, por qué no han de estimularse, si ellas ayudan a producirlo. ¿Macabro? Tanto como tantas otras propuestas de este sistema económico, aunque ligeramente más descarada. Cita Azzellini, en una nota de Página 12, de Argentina, el ejemplo colombiano. Dice así: “Por ejemplo, Colombia. Muchas de las ganancias en ese país son porque es un país prácticamente en guerra. Durante los últimos 20 años, el pasaje de la agricultura pequeña y mediana a la agroindustria se hizo con una guerra. Si no, no hubiera sido posible expropiar a millones de campesinos de sus tierras y hacer una reforma agraria al revés, donde terratenientes y paramilitares se apropiaron de 6 millones de hectáreas de tierra. La permanencia de la guerra hace que se pueda llevar a cabo ese modelo de agroindustria en distintas zonas. Solo a través de la guerra son desplazados los campesinos y las comunidades indígenas o afrodescendientes que, en Colombia, tienen un derecho constitucional a sus territorios ancestrales. El sueldo real de obreros industriales en Colombia ha bajado porque mediante la guerra o el paramilitarismo se mata a los sindicalistas o se les presiona cuando hay conflictos laborales”. La versión del estudioso italiano es aterradora porque cierra todos los caminos a una solución de los conflictos. El conflicto es la solución. Esta macabra versión de la realidad destruye no solo a los seres humanos sino lo más valioso que esos seres humanos habían proyectado de sí mismos como especie.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21. Artimañas de los macarras del poder para mantener a salvo y acrecentar sus fatales e inmensos intereses.
El mundo civilizado debería ver la forma de aislarse de este juego que lo lleva hacia su autodestrucción, empezando por NO FIRMAR ACUERDOS COMERCIALES (TLC) con estos personajes y los paises a los que representan y que no ofrecerán jamás ninguna garantía de desarrollo en el largo plazo. Estamos a tiempo.
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