La estupidez humana conduce al apocalipsis por Guillermo Giacosa (*)
La planificación estratégica de los países industrializados apunta a asegurarse, de la manera que sea, la provisión de recursos que, con el correr del tiempo, comenzarán a escasear. Una frase del vicepresidente de EE.UU., Dick Cheney, es reveladora: "debemos ser capaces de dictar el futuro de la política energética mundial". Para ello, como no es difícil adivinar, EE.UU. ha multiplicado su presupuesto de Defensa a un nivel que empequeñece o ridiculiza el de muchos otros países poderosos juntos. Las hipótesis de conflictos futuros que elaboran el Pentágono, muchos de sus socios y, seguramente, sus potenciales enemigos, consideran la guerra por la conquista o por la defensa de los propios recursos naturales un hecho que tarde o temprano se producirá.
Ya Carter, el más dialogante de los últimos presidentes estadounidenses, había establecido un principio que subrayaba que EE.UU. "no permitirá la aparición de una potencia hostil que pueda obtener en un momento dado el control del flujo petrolífero en el Golfo Pérsico".
Dejando de lado la retórica infantil de la Casa Blanca, con su calificación de "Estados canalla" o "eje del mal", ningún Estado que posea recursos naturales que sepa que pueden jugar un papel en la supervivencia del mundo industrializado está en condiciones de cometer el error de aguardar mansamente que esto ocurra. Si no se construye una fuerza de disuasión, lo cual es caro y complicado, su futuro en el ajedrez mundial será conformarse, si a eso se llega, con cantar el himno y ver flamear su bandera sobre un territorio que continúa habitando pero que, de hecho, como está ocurriendo actualmente, cada vez le pertenece menos. Hablarán de globalización, justificarán con cifras que benefician a otros lo bien que estamos, pero el engaño, como todo engaño, tendrá las patas cortas y desatará crisis de ingobernabilidad sobre las que los estrategas del Pentágono no han priorizado sus estudios, pero que sí tienen experiencia de cómo manejar. Los regímenes dictatoriales latinoamericanos de la década de los sesenta y los setenta han dejado, además de incontables cadáveres e inmensa miseria, jugosas enseñanzas que podrían ser aplicadas cuando la situación lo requiera. Creo que le llaman la etapa del "capitalismo autoritario" y ya está en marcha en algunos países de la región.
Esta es la "guerra permanente" a la que alude Bush cuando se refiere al terrorismo.
Ya la definición de terrorista se aplica a quien no comparta la visión del mundo de la superpotencia y sus socios. Como los marginados son muchos y serán más, es posible que después de fabricar terroristas al por mayor en Irak (donde antes no los había) estos comiencen a aparecer en otras regiones donde la vida sea, como decía Sartre, más temible que la propia muerte.
Nunca fui afecto a las visiones apocalípticas, pero en los tiempos que corren son tan evidentes las señales que envían los actores principales del drama que se avecina, que hay que estar ciego u obnubilado por la propaganda para no verlo.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.
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