Empresas: una mirada con el ojo izquierdo (5)
por Guillermo Giacosa (*)
He leído, no sé en que libro de Peter Drucker, que cuando los patrones ignoran las opiniones de sus subordinados en el campo específico de las tareas que realizan están desperdiciando un enorme capital. Cita este autor que tanto los japoneses como los coreanos reúnen sistemáticamente a sus empleados más brillantes para que desarrollen ideas innovadoras. Los resultados, observando la economía de los países citados, están a la vista.
El punto de partida indispensable para que ello ocurra es que los directivos crean y confíen en sus subordinados. ¿Ocurre esto a menudo en nuestras empresas? De acuerdo a las opiniones recogidas en las fuentes mismas durante los cursos que he dictado, ocurre mucho menos de lo deseable y, aunque parezca mentira en pleno siglo XXI, los prejuicios raciales y sociales juegan un papel preponderante en ello. Recuerdo que, en una de las tantas radios en las que he trabajado, quien vendía la publicidad, hombre ingenioso y emprendedor como pocos, logró, gracias a sus propias iniciativas, superar, con sus comisiones, el sueldo que se había asignado a sí mismo el propietario y director de la emisora. Resultado: En vez de una felicitación recibió una carta de despido. El dueño-director, que era tan blanco y tan extranjero como yo, me comentó: "Pena por la emisora, pero si permito que ese cholo gane más que yo, se relajará la disciplina y vaya a saber qué otra cosa puede pasar". Ocurrió hace más de veinte años, pero me impresionó tanto que lo escribí para no olvidarlo. La frase "vaya a saber qué puede pasar" delata un temor básico a perder el control y, además de esa inseguridad, un menosprecio absoluto no solo a la capacidad del otro sino, también, a su condición humana. De más está decir que jamás encontró un vendedor de publicidad que le llegara a los talones al "cholo" triunfador y despedido.
¿Por qué hacer sentir confianza a los subordinados es útil? En primer lugar porque se trata de la actitud humana correcta; luego, porque la confianza estimula el desarrollo de las capacidades individuales y colectivas y, además, porque la creatividad y la innovación no son toques de genialidad sino disciplina, investigación, perseverancia y su punto de partida es la confianza que se ha depositado en el personal de la empresa.
En una universidad de EE.UU., el rector, el decano de la facultad y un profesor visitaron el curso de menor rendimiento de toda la institución y les dijeron: "Un estudio sobre las potencialidades de todos los alumnos revela que son ustedes quienes más sobresalen. Esperamos ver los resultados". El siguiente trimestre, ese grupo logró ubicarse en segundo lugar en rendimiento académico de toda la universidad. Bastó que alguien con autoridad moral sobre ellos les expresara su confianza para que sus capacidades potenciales se pusieran en marcha. Yo mismo lo he aplicado individualmente y los resultados siempre han sido espléndidos. Quizá el problema sea que para confiar en otro hay que confiar primero en uno mismo. ¿Será ese el problema de algunos empresarios?
He leído, no sé en que libro de Peter Drucker, que cuando los patrones ignoran las opiniones de sus subordinados en el campo específico de las tareas que realizan están desperdiciando un enorme capital. Cita este autor que tanto los japoneses como los coreanos reúnen sistemáticamente a sus empleados más brillantes para que desarrollen ideas innovadoras. Los resultados, observando la economía de los países citados, están a la vista.
El punto de partida indispensable para que ello ocurra es que los directivos crean y confíen en sus subordinados. ¿Ocurre esto a menudo en nuestras empresas? De acuerdo a las opiniones recogidas en las fuentes mismas durante los cursos que he dictado, ocurre mucho menos de lo deseable y, aunque parezca mentira en pleno siglo XXI, los prejuicios raciales y sociales juegan un papel preponderante en ello. Recuerdo que, en una de las tantas radios en las que he trabajado, quien vendía la publicidad, hombre ingenioso y emprendedor como pocos, logró, gracias a sus propias iniciativas, superar, con sus comisiones, el sueldo que se había asignado a sí mismo el propietario y director de la emisora. Resultado: En vez de una felicitación recibió una carta de despido. El dueño-director, que era tan blanco y tan extranjero como yo, me comentó: "Pena por la emisora, pero si permito que ese cholo gane más que yo, se relajará la disciplina y vaya a saber qué otra cosa puede pasar". Ocurrió hace más de veinte años, pero me impresionó tanto que lo escribí para no olvidarlo. La frase "vaya a saber qué puede pasar" delata un temor básico a perder el control y, además de esa inseguridad, un menosprecio absoluto no solo a la capacidad del otro sino, también, a su condición humana. De más está decir que jamás encontró un vendedor de publicidad que le llegara a los talones al "cholo" triunfador y despedido.
¿Por qué hacer sentir confianza a los subordinados es útil? En primer lugar porque se trata de la actitud humana correcta; luego, porque la confianza estimula el desarrollo de las capacidades individuales y colectivas y, además, porque la creatividad y la innovación no son toques de genialidad sino disciplina, investigación, perseverancia y su punto de partida es la confianza que se ha depositado en el personal de la empresa.
En una universidad de EE.UU., el rector, el decano de la facultad y un profesor visitaron el curso de menor rendimiento de toda la institución y les dijeron: "Un estudio sobre las potencialidades de todos los alumnos revela que son ustedes quienes más sobresalen. Esperamos ver los resultados". El siguiente trimestre, ese grupo logró ubicarse en segundo lugar en rendimiento académico de toda la universidad. Bastó que alguien con autoridad moral sobre ellos les expresara su confianza para que sus capacidades potenciales se pusieran en marcha. Yo mismo lo he aplicado individualmente y los resultados siempre han sido espléndidos. Quizá el problema sea que para confiar en otro hay que confiar primero en uno mismo. ¿Será ese el problema de algunos empresarios?
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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