22.7.08

ESQUELETOS EN EL ARMARIO





¿PATRIOTA YO?


por Hugo Del Portal

Como se puede apreciar por las inconsistencias que el impostor que habita en mi inconciencia suele escribir, no soy un patriota ni en el rígido ni en el más flexible sentido de la palabra. Siempre he creído que la nacionalidad es consecuencia de accidentes geográficos y del barbarismo de los imperios de antaño que el momento de cortar y repartir la torta del colonialismo económico no encontró mejor forma que crear frontera tras frontera para asegurar sus dominios y sus pueriles intereses. A mi nadie me ha dado escoger mi patria, a mi me han impuesto ese himno nacional de letra fatalista en un país cercado por atávicas convicciones emotivas, tanto así que cuando lo cantan -en algún bobalicón partido de fútbol o en las fiestas patrias- se llevan la mano al corazón como le enseñaron las dictaduras de los años setenta.



A mi me provoca un verdadero soponcio el focking desfile militar y los discursos que se echan los políticos, los militares y los periodistas que transmiten por televisión la marcha de los uniformados me causan una especie de alergia intelectual que suelo curar con sendos desarmadores con hielo. Yo no tengo esperanza en nuestros logros deportivos como camiseta blanca y roja. Siempre fuí más hincha de la U que del Perú. Y de la U porque cuando era un imberbe crédulo sus estupendos jugadores la rompían con una garra poco peruana, claro el tiempo se lleva nuestros mejores recuerdos y ahora la U es un club de cuarta en donde cuatro zambos currupantiosos me lanzan sin asco a mis mejores dormideras de las tardes del domingo.


No creo que la comida peruana sea un boom, me parece que es el logro de algunos filibusteros de la buena mesa y de unos cuantos inspirados que si creen en su chamba como realización personal. Salvo el lomo saltado o el ají de gallina, el bitute criollo es normalmente indigesto, lleno del puto colésterol, o tiene ese excesivo condimento que generalmente provoca gaseosas incontinencias. Siempre seré un dilectante de la comida japonesa o china que me parecen geniales e inigualables.


El canto folclórico me parece una buena basofia, así de crudo, sus letras son horrorosamente depresivas y el vals de los costeños esta plagado de ese miserable conformismo en el que bastaría con un cajón, una guitarra, un poco de aguadito y una botella de licor para ser felices moviendo los pies chistosamente con alguna pelandusca. Así como en el huayno se es feliz mirando a las ovejitas mientras comen su choclito tierno o su papita con queso. Basta lo elemental para tener orgasmos de felicidad en estos estilos nativos de artística expresión. Sin contar con lo huachafo y banal de sus letras, tema ya tocado por muchos de nuestros escritores. Vargas Llosa hace que Zavalita en Conversación en la Catedral piense ¿por qué el vals peruano será tan , pero tan huevón? y Ribeyro en Los geniecillos Dominícales hace que Ludo Totem escuchando valses en un prostíbulo medite sobre las letras banales y los tropos sentenciosos y homicídas de la música criolla. Y nuestro licor de bandera es un aguardiente intragable hecho ambrosía por unos cuantos pitucos con aire de buenos peruanos pero con casa y dinero seguritos en el extranjero.


No nos engañemos: en nuestro escudo nacional hay una vicuña que es un animal que cuando se molesta se arrodilla y escupe, este es un pueblo ignorante, cobarde e inculto por vocación que tiene héroes nacionales que no le ganaron a nadie y la cacareada variedad pluriracial de todas las sangres es una justificación vana al desorden con que se ha vivido en siglos. Nos colonizaron los mismos sinverguenzas que saquearon nuestros tesoros y ahora nos roban en servicios de telefonía, le hemos vendido el país a extranjeros con alma de piratas y solemos escoger a quien nos va a joder de todas maneras para que nos gobierne porque optamos movidos por unos miedos ancestrales durísimos.¿Cómo ser patriota y amar un país que ha convertido a sus ciudadanos en una especie de cucarachas kafklianas?


No sé que temen perder sino en verdad nada tienen. Esta vez no pienso terminar estas líneas con palabras conciliadoras, de ninguna manera. A mi no me gusta ningún lugar de zombies felices, de individualistas gregarios, de mediocres conformes, de sinverguenzas titulados, y de eternos resignados a la chapita ganadora.


No me voy porque las batallas se dan adentro y no afuera. Ciudadano de a pie, usuario del servicio de transporte público, robado diariamente por empresas trasnacionales, pero aqui estoy dejando escapar estos fantasmas que esperan levantarse algún día y ver una pequeña señal de cambio. ¿Patriota yo?
Ni de vainas.

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