España bate un récord
Koldo Campos Sagaseta
España ni siquiera ha esperado el inicio de las Olimpiadas para batir su primer récord. Horas antes de que arrancara la ceremonia de apertura en Pekín ya algunos medios españoles anunciaban la nueva plusmarca nacional en venta de armas.
Curiosamente, mientras quiebran inmobiliarias y financieras, se viene abajo el sueño del ladrillo multiplicando insomnios y pesadillas, y comienza a derrumbarse la fachada del mentado desarrollo, por supuesto, sostenido y sustentable, España cuadruplica sus ventas de armas en los últimos siete años. Ya son casi mil millones de euros ingresados a las arcas nacionales por la venta de obuses, cazas, carros de combate, fragatas, vehículos militares, armas convencionales… que emplear, obviamente, en guerras humanitarias y en bélicas misiones de paz.
Fiel a la humanista consigna de que nunca hay un mal comprador si el negocio es bueno, las armas que España vende para pacíficos usos, se han repartido democráticamente entre numerosos e irreprochables estados como Colombia, Marruecos, Malasia, Rumanía, Omán o El Salvador, todos con su licencia de guerra renovada y un inmaculado expediente en derechos humanos.
Se convierte de esta manera España en el octavo suministrador mundial de armas. Quedan por delante en el medallero de la guerra Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Holanda, Reino Unido e Italia, el más virtuoso coro capaz de interpretar la moral que adorna al mundo.
Y hablamos de un estado español en el que, muy pronto, hasta los meteorólogos de los informativos deberán expresar su más enérgica repulsa a la violencia, antes de advertirnos si habrá claros o nubes.
No es el único récord, en cualquier caso, que se bate. Casi a la misma hora en que se asesinaba legalmente en Texas al segundo inmigrante en tres días y que era condenado uno de los cientos de secuestrados que Estados Unidos mantiene en el campo de concentración de Guantánamo, George W. Bush censuraba la vulneración de los derechos humanos… en China.
Trabajo va a tener el Comité Olímpico de la Infamia para homologar tanta repugnante hipocresía.
Koldo Campos Sagaseta
España ni siquiera ha esperado el inicio de las Olimpiadas para batir su primer récord. Horas antes de que arrancara la ceremonia de apertura en Pekín ya algunos medios españoles anunciaban la nueva plusmarca nacional en venta de armas.
Curiosamente, mientras quiebran inmobiliarias y financieras, se viene abajo el sueño del ladrillo multiplicando insomnios y pesadillas, y comienza a derrumbarse la fachada del mentado desarrollo, por supuesto, sostenido y sustentable, España cuadruplica sus ventas de armas en los últimos siete años. Ya son casi mil millones de euros ingresados a las arcas nacionales por la venta de obuses, cazas, carros de combate, fragatas, vehículos militares, armas convencionales… que emplear, obviamente, en guerras humanitarias y en bélicas misiones de paz.
Fiel a la humanista consigna de que nunca hay un mal comprador si el negocio es bueno, las armas que España vende para pacíficos usos, se han repartido democráticamente entre numerosos e irreprochables estados como Colombia, Marruecos, Malasia, Rumanía, Omán o El Salvador, todos con su licencia de guerra renovada y un inmaculado expediente en derechos humanos.
Se convierte de esta manera España en el octavo suministrador mundial de armas. Quedan por delante en el medallero de la guerra Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Holanda, Reino Unido e Italia, el más virtuoso coro capaz de interpretar la moral que adorna al mundo.
Y hablamos de un estado español en el que, muy pronto, hasta los meteorólogos de los informativos deberán expresar su más enérgica repulsa a la violencia, antes de advertirnos si habrá claros o nubes.
No es el único récord, en cualquier caso, que se bate. Casi a la misma hora en que se asesinaba legalmente en Texas al segundo inmigrante en tres días y que era condenado uno de los cientos de secuestrados que Estados Unidos mantiene en el campo de concentración de Guantánamo, George W. Bush censuraba la vulneración de los derechos humanos… en China.
Trabajo va a tener el Comité Olímpico de la Infamia para homologar tanta repugnante hipocresía.
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