Alan García y Vargas Llosa se reconciliaron
Escritor lideró la oposición en 1987, cuando García pretendió estati-zar la banca y seguros.Ayer reiteró que votó por líder del Apra en la segunda vuelta porque era "el mal menor".
Una charla de poco más de 40 minutos, que culminó con un fuerte apretón de manos y con un abrazo para las cámaras de televisión y las lentes de los reporteros gráficos en la entrada principal del Palacio de Gobierno, puso fin ayer a una rivalidad política e ideológica de más de 20 años entre el presidente Alan García y el laureado escritor Mario Vargas Llosa.
El encuentro fue protocolar y respondió al deseo de Vargas Llosa de agradecer personalmente el gesto que tuvo el jefe de Estado de enviar a uno de sus edecanes a la clínica San Pablo para interesarse por su salud -después de que fuera internado para un examen médico- y de pedirle al premier Jorge del Castillo que lo visitara en su nombre.
"Hemos tenido una reunión cordial y me ha explicado algunos de sus proyectos. Creo que, en el contexto latinoamericano, el Perú está en una situación claramente positiva. Nuestro país resulta ahora muy atractivo para la inversión extranjera", contó.
Vargas Llosa reiteró que votó por García en la segunda vuelta porque representaba "el mal menor frente a un candidato que nos hubiera llevado a un abismo de populismo y de caos político y económico", pero le dio un giro de 180 grados a la opinión que tenía hace dos años al confesar que no se arrepiente de haberlo hecho.
"Está actuando de manera responsable, defendiendo lo que yo siempre he defendido: el mercado, la empresa privada, la integración del Perú a los mercados del mundo y el reforzamiento de la democracia", comentó.
Agregó, en este sentido, que hoy en día hay un consenso mucho más amplio y más vasto que el que había cuando, hace 20 años, él se vio un poco obligado a participar en política.
MIRADA AL PASADO. Aunque no entró en detalles, quizá porque no podía ser descortés con el dueño de casa, se refería, sin duda, al frustrado intento de Alan García de privatizar la banca, las financieras y las aseguradoras, a fines de julio de 1987, luego de romper con los empresarios, amigos suyos, conocidos como 'los 12 apóstoles'.
Al frente de los más importantes banqueros y políticos de la derecha peruana, Vargas Llosa encabezó las protestas y logró que el gobierno aprista diera marcha atrás.
Vargas Llosa comenzó a crecer y se fortaleció como una opción política al año siguiente, en 1988, con la creación del Frente Democrático (Fredemo), que aglutinó a su Movimiento Libertad, al PPC y a Acción Popular.
En el otro lado de la acera, después de esta aventura que terminó en un estrepitoso fracaso, García comenzó una caída indetenible, en medio de una inflación que hacía girar las cifras como paletas de ventilador.
LA REVANCHA. Alan García se tomaría la revancha en 1990, cuando el Apra financió un 'spot' publicitario, que fue pasado repetidas veces por los canales de televisión, en el que acusaba a Vargas Llosa de tener listo un 'shock' económico brutal. García apostó todas sus cartas al triunfo de Alberto Fujimori en la segunda vuelta, y el tiro le terminó saliendo por la culata al poco tiempo.
Hay quienes aseguran que los desencuentros entre García y Vargas Llosa empezaron días después de la matanza de los penales, los días 18 y 19 de junio de 1986, cuando el escritor le mandó una carta al mandatario, que publicó El Comercio, en la que decía: "La manera como se ha reprimido esos motines sugiere más un arreglo de cuentas con el enemigo que una operación cuyo objetivo era restablecer el orden", pero lo concreto es que, tras las elecciones del 90, la relación se tornó irreconciliable, hasta que, en 2006, Vargas Llosa le otorgó el beneficio de la duda a García y lo llamó "mal menor".
ODIO ETERNO. Al que no le perdona nada, después de conocer lo que fue su gobierno, es a Alberto Fujimori. En su concepto, el juicio se está llevando a cabo de una manera impecable, con un estricto respeto a la legalidad, garantizándole el derecho a la defensa.
"Los fujimoristas no solamente asisten a las sesiones sino que muchas veces llevan matones para hostilizar a sus adversarios. Se está juzgando a un dictador, se está juzgando a una dictadura que cometió terribles crímenes y que introdujo la corrupción generalizada en el país", manifestó en su breve encuentro con la prensa.
Una charla de poco más de 40 minutos, que culminó con un fuerte apretón de manos y con un abrazo para las cámaras de televisión y las lentes de los reporteros gráficos en la entrada principal del Palacio de Gobierno, puso fin ayer a una rivalidad política e ideológica de más de 20 años entre el presidente Alan García y el laureado escritor Mario Vargas Llosa.
El encuentro fue protocolar y respondió al deseo de Vargas Llosa de agradecer personalmente el gesto que tuvo el jefe de Estado de enviar a uno de sus edecanes a la clínica San Pablo para interesarse por su salud -después de que fuera internado para un examen médico- y de pedirle al premier Jorge del Castillo que lo visitara en su nombre.
"Hemos tenido una reunión cordial y me ha explicado algunos de sus proyectos. Creo que, en el contexto latinoamericano, el Perú está en una situación claramente positiva. Nuestro país resulta ahora muy atractivo para la inversión extranjera", contó.
Vargas Llosa reiteró que votó por García en la segunda vuelta porque representaba "el mal menor frente a un candidato que nos hubiera llevado a un abismo de populismo y de caos político y económico", pero le dio un giro de 180 grados a la opinión que tenía hace dos años al confesar que no se arrepiente de haberlo hecho.
"Está actuando de manera responsable, defendiendo lo que yo siempre he defendido: el mercado, la empresa privada, la integración del Perú a los mercados del mundo y el reforzamiento de la democracia", comentó.
Agregó, en este sentido, que hoy en día hay un consenso mucho más amplio y más vasto que el que había cuando, hace 20 años, él se vio un poco obligado a participar en política.
MIRADA AL PASADO. Aunque no entró en detalles, quizá porque no podía ser descortés con el dueño de casa, se refería, sin duda, al frustrado intento de Alan García de privatizar la banca, las financieras y las aseguradoras, a fines de julio de 1987, luego de romper con los empresarios, amigos suyos, conocidos como 'los 12 apóstoles'.
Al frente de los más importantes banqueros y políticos de la derecha peruana, Vargas Llosa encabezó las protestas y logró que el gobierno aprista diera marcha atrás.
Vargas Llosa comenzó a crecer y se fortaleció como una opción política al año siguiente, en 1988, con la creación del Frente Democrático (Fredemo), que aglutinó a su Movimiento Libertad, al PPC y a Acción Popular.
En el otro lado de la acera, después de esta aventura que terminó en un estrepitoso fracaso, García comenzó una caída indetenible, en medio de una inflación que hacía girar las cifras como paletas de ventilador.
LA REVANCHA. Alan García se tomaría la revancha en 1990, cuando el Apra financió un 'spot' publicitario, que fue pasado repetidas veces por los canales de televisión, en el que acusaba a Vargas Llosa de tener listo un 'shock' económico brutal. García apostó todas sus cartas al triunfo de Alberto Fujimori en la segunda vuelta, y el tiro le terminó saliendo por la culata al poco tiempo.
Hay quienes aseguran que los desencuentros entre García y Vargas Llosa empezaron días después de la matanza de los penales, los días 18 y 19 de junio de 1986, cuando el escritor le mandó una carta al mandatario, que publicó El Comercio, en la que decía: "La manera como se ha reprimido esos motines sugiere más un arreglo de cuentas con el enemigo que una operación cuyo objetivo era restablecer el orden", pero lo concreto es que, tras las elecciones del 90, la relación se tornó irreconciliable, hasta que, en 2006, Vargas Llosa le otorgó el beneficio de la duda a García y lo llamó "mal menor".
ODIO ETERNO. Al que no le perdona nada, después de conocer lo que fue su gobierno, es a Alberto Fujimori. En su concepto, el juicio se está llevando a cabo de una manera impecable, con un estricto respeto a la legalidad, garantizándole el derecho a la defensa.
"Los fujimoristas no solamente asisten a las sesiones sino que muchas veces llevan matones para hostilizar a sus adversarios. Se está juzgando a un dictador, se está juzgando a una dictadura que cometió terribles crímenes y que introdujo la corrupción generalizada en el país", manifestó en su breve encuentro con la prensa.
El tío Alan y el escribidor por Augusto Alvarez Rodrich
La cita entre el presidente García y Mario Vargas Llosa.Ya se sabe que una fotografía vale más que mil palabras, pero la que se publica en la portada de esta edición, con el presidente Alan García y el escritor Mario Vargas Llosa saludándose en la puerta de Palacio de Gobierno, tiene connotaciones que, sin duda, superan dicha extensión.
Para quienes sean jóvenes o no lo recuerden, Vargas Llosa irrumpió fugazmente en la política en 1987, cuando García decidió, a la mitad de su primer mandato, el absurdo de estatizar la banca. El escritor encabezó la oposición a la misma y acabó convertido en el candidato presidencial a quien el gobierno aprista buscó bajárselo, lo cual finalmente consiguió con no pocas malas artes.
Dos décadas después, ante la segunda vuelta entre García y Ollanta Humala, Vargas Llosa fue uno de los líderes de la iniciativa de votar por el primero pero, eso sí, "tapándose la nariz" debido al asco que le producían los dos finalistas de la competencia.
Por ello, la fotografía de ambos ayer en Palacio, y los muy elegiosos comentarios de Vargas Llosa al gobierno -"por el TLC, el crecimiento económico y el funcionamiento de las instituciones"-, constituyen para el repitente presidente un hito relevante en su prolongada pero -más que eso- zigzageante trayectoria pública.
El espaldarazo político que el escribidor le ofreció al ya tío presidente funciona como una de las confirmaciones importantes de la profunda transformación ideológica experimentada por García en las últimas dos décadas.
Dicha reconversión está permitiendo que su segunda experiencia gubernamental no sea el mamarracho que, sin duda, fue la primera y que, por el contrario, esté alcanzando varios éxitos a pesar de su visible y lamentable falta de convicción para encarar aquellas reformas fundamentales en educación, salud, justicia o seguridad que son indispensables para transformar realmente al país, y crear las condiciones para que el progreso que trae el crecimiento económico alcance con más rapidez a un número mayor de peruanos.
Ojalá que el presidente García aproveche los tres años y medio que le quedan de su segundo gobierno para lanzar al menos algunas de dichas reformas, y que los elogios que hoy le hacen peruanos notables como Vargas Llosa, no lo pongan a dormir en sus laureles. Que aún no son muchos.
Uno se acostumbra a ver de todo en esta vida. Ayer asistimos a un deceso mas del interminable fallecimiento de Mario Vargas Llosa. Quien saltando la barda de la más elemental noción de sentido común se ha presentado en Palacio De Gobierno a darle un espaldarazo a un Presidente que cuenta con menos del 30% de aprobación, que nunca deslindó con las consistentes sospechas de enriquecimiento ílicito que le encontraron y que a todas luces gobierna para los miserables mercantilistas que detentan el poder real y que tienen a nuestro pobre páis tan mal como esta. La oscilación de izquierda a extrema derecha casi fachista de nuestro primer escritor es triste porque es un apóstata del progresismo (por eso es que nunca alcanzará el Nobel). Es fatal porque su creencia en la virtud de la mas rancia derecha suena convenenciera y hiede mal. Mario, ha matado a Zavalita, ahora escribe poco, lo cual no nos alegra pero nos exime de la responsibilidad de volver a comprar sus libros. Fulminado por el divismo de los tiempos, descansa en paz, antiguo sartreano.
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