11.2.08

CESAR HILDEBRANDT (*) Y EL TAMBOR DE HOJALATA





Heroínas de papel
La heroína en veremos. Ese podría ser el título de la fiscal Luz Loayza, una distorsionadora compulsiva que parece trabajar para la DEA y el holding periodístico que decide cuál es la agenda de sus segundones y el miedo del día de sus amedrentados.Después de revisar alguna documentación que considero clave, puedo decirle a mis lectores que detrás del lloriqueo de Loayza está la aspiración de la DEA de dirigir a la Dirandro y el sueño de una corporación de las comunicaciones de influir decisivamente en algunas investigaciones, no sólo para embarrar a quien se le antoje, sino –ojo, mucho ojo– para salvar eventualmente a algún allegado que pudiera haberse metido en el tráfico de drogas. Sí, señor. Como lo oye.Pero ese no es el tema de esta columna. El tema de hoy es esta actriz amateur digna de un Goya que se llama Luz Loayza y que hace fuerza, junto a sus inventores periodísticos, para enlodar a todo el ministerio público y tumbarse a la Fiscal de la Nación.Y si para demostrar su musculatura, el holding mencionado tiene que construir “historias”, pues las construye.Por ejemplo, construyó la historia de que “una fuente policial” les dijo que en la computadora de Fernando Zevallos, (a) Lunarejo, habían encontrado una resolución del fiscal Eduardo Castañeda Garay, dando a entender que el tal Castañeda tenía relación ­epistolar con el narco condenado a 20 años de prisión.Tengo ante mis ojos el informe 28-04-06 de la Dirandro en el que se niega haber entregado alguna información o haber conversado siquiera con alguien de El Comercio. Y donde se señala que lo encontrado en la casa de Zevallos es “una copia del Parte N°005-09-03-DIRANDRO-PNP-DOTAD-TJ del 10SET03 instruido por personal policial de la DOTAD-PNP-Tarapoto, que transcribe el Oficio N°43-2003-2° FETID-MP-FN y la Resolución Fiscal del 27ENE2003 expedida por el Dr. Eduardo Castañeda Garay remitiendo al Dr. Néstor Padilla Romero, Fiscal Provincial de Tarapoto, la Denuncia 008-2001 sobre la comisión del delito de Tráfico ­Ilícito de Drogas imputado a Fernando Melciades Zevallos González y otros…”Eso es lo que dice el parte policial. Pero El Comercio, en combina más o menos pública con la DEA (que quiere mandar en el Perú a pesar de su nauseabunda corrupción mundial), ya salpicó de lodo al doctor Castañeda. ¿Quién lo limpia ahora? Será Moya, porque el diario de marras no publica verdaderas cartas de rectificación.Con sus canales N y M y sus diarios dirigidos por ex fujimoristas que hoy se creen Robespierre, las FARC del odio miroquesadista también construyeron la historia de que la fiscal Adelaida Bolívar saboteó la pericia que la fiscal Loayza hizo en trece naves que pertenecieron a “Aerocontinente”.Pura mentira. La fiscal Loayza, “la heroína”, no encontró nada en esos aviones. Así lo informa el Dictamen Pericial de la Dirección de Criminalística de la policía:“Las muestras M-1, M-2 y M-3 (recogidas de la aeronave OB-1780-P) fueron sometidas al proceso de extracción y purificación de solventes, luego ­analizadas por métodos químicos: colorimétricos, cromatográficos en capa fina y cromatográficos por gases, obteniéndose como resultado NEGATIVO para adherencias de COCAINA”.En los otros aviones no se encontró ni la caspa de algún tripulante y las bodegas “estaban llenas de fierros y objetos”. Es que había que ser mensa para suponer que la coca que “Lunarejo” fabricaba por arrobas podía haberse “derramado”, como la lisura, en unos aviones que empezaban a oxidarse de puro desuso. Había que ser mensa o teatrera.Pero hay más en esta farsa. Cuando al día siguiente de su primera inspección la “valiente” Loayza debía terminar el operativo, se desapareció. Así consta en la llamada “Acta de Suspensión de Diligencia” del 31 de mayo del 2006:“La presente diligencia se suspende en razón de que a horas 09:50 de la fecha, el instructor recepcionó una comunicación telefónica de la sede central Dirandro-PNP, mediante la cual hacían conocer que por motivos de salud la Dra. Luz Hortensia Loayza Suárez…no participaría en la misma”. (Firman los peritos, el Instructor y el Procurador José Huerta).¿Cuál había sido ese problema de salud? ¿Una neumonía? ¿Una apendicitis? ¿Una diarrea incontenible? Nada de eso. La doctora Loayza usó el día para ir donde el oculista Oscar Aguinaga Oliver a tratarse una vieja úlcera corneal –para la que el doctor Aguinaga recomendó “completar el tratamiento con antibiótico” y ponerse un apósito sobre el ojo afectado–. ¿Y por eso suspendió una diligencia clave en la búsqueda (según ella) de rastros incriminatorios en los aviones de “Lunarejo”?Loayza, además, debió realizar la inspección de esos ­aviones del 1 al 15 de mayo del 2006, cuando llegó a Lima haciendo uso de solicitadas vacaciones. La hizo, sin embargo, el 29 de mayo. ¿Qué hizo entre el 1 y el veintitantos de mayo? Se fue de viaje a descansar.Una de las cosas más sorprendentes en este asunto es que la “valerosa” doctora Loayza se moría de miedo aun antes de que Zevallos González “fuese a prisión” por sus investigaciones.Habría que aclarar que Zevallos no está preso gracias a esta heroína de papel. Está preso por el trabajo realizado por otra fiscalía a cargo de ­una tocaya de apellido: la doctora María Lourdes Loayza Gárate, que estuvo a cargo de sostener la acusación del ministerio público en el tramo decisivo del proceso. La investigación que concierne a Luz Loayza está en marcha, es por lavado de dinero y será materia de ­otra condena (menor, sin duda, a la de 20 años ya impuesta). Y, sin embargo, nadie ha escuchado a la doctora María Lourdes Loayza Gárate –la Loayza que es valiente de verdad– anunciar que su fin está próximo y que la persiguen en coches sacados del cine policial.El miedo de la Loayza miedosa convertida en “heroína” por la prensa que quiere tumbarse a la Fiscal de la Nación como demostración final de su inmenso poder, no es de ­ahora sino que está registrado en fecha tan temprana como agosto del 2006, cuando le pide a la Fiscal de la Nación que la traslade de inmediato a Lima por lo que le puede pasar en Maynas. Y esto que sólo había rozado el tema de “Lunarejo” en una investigación preliminar, dado que el encausado principal del caso que ella llevaba era Ramiro Pérez Córdova (alias Gato).La “valentía” de la doctora Loayza sigue emocionando a quienes la leyeron:“…los hechos descritos han creado un ambiente de peligro permanente para mi salud y mi vida, pues me generan un delicado e intenso estado emocional de estrés que repercute en contra del normal desarrollo de mi vida personal, laboral y familiar, que interfieren (sic) gravemente en el normal desarrollo de la investigación…” ¡Pedía que la sacaran a mitad de la investigación! Y esto que no se había metido a fondo con Zevallos.¿Y por qué estaba tan tocada de nervios la fiscal que debía de ser nuestro equivalente al Jim Garrison del caso Kennedy? El único incidente ocurrido hasta ese momento en torno a la doctora Loayza había tenido como escenario su casa en Lima del jirón Sevilla, Miraflores, y había consistido en el ingreso al domicilio de una gavilla misteriosa de merodeadores que usaron una pata de cabra para forzar la puerta. Pero eso había ocurrido en Lima, no en Maynas. Y, sin embargo, la fiscal Loayza exigía su inmediato traslado a la capital.Es muy fácil construir reputaciones (o destruirlas) en base a exageraciones o desinformación. El ejemplo de la doctora Loayza no es el único. La procuradora Sonia Medina se ha vendido como la Terminator con rímel de la banda de Zevallos González. No le conviene recordar que siendo jueza penal liberó, en agosto del 2001, nada menos que a Jorge Chávez Montoya (a) Polaco. Con argumentos esforzadísimos y más que sospechosos, aludiendo a retroactividades benignas incompatibles con la magnitud del delito juzgado (por el que Polaco había sido sentenciado a 15 años de cárcel en 1997) Sonia Medina demostró en ­ese caso una generosidad difícil de explicar y soltó al sujeto que hoy se carea con su antiguo jefe de pandilla. Sonia Medina es, sin embargo, otra de las heroínas de cartón-piedra fabricadas en los estudios de la televisión controlada por la corporación.




Vigencia de González Prada
Las mismas voces: sé más prudente, de nada sirve que te enfrentes a los que siempre te van a ganar porque son el poder. Las voces de siempre: ¿qué has ganado sino ser un proscrito?Pero para las mismas voces, siempre las mismas respuestas: la rebeldía será siempre mejor que el miedo, la limpieza es un aprendizaje (te la debo, Hinostroza), el cacareo es el bajo continuo del Perú, es mejor el desierto que el revolcón en algún charco, no hay peor socio que el oportunismo, no hay chancro más rebelde que el de la comodidad. Y, por último: que uno haga su trabajo, sencillamente su trabajo como es mi caso, no tiene nada de “heroico”. Hay quienes conciben la vida como un viaje en subte y con los ojos cerrados. Hay los que la viven como una tarea hacia los demás.Siempre pensé que el periodismo era una manera de entender la vida: la del testimonio. Cuando lo veo convertido en ese lupanar donde todo parece comprable, desechable, calumniable, doblegable y lavable, me pregunto, sin embargo: ¿me equivoqué de profesión, de oficio, de bohemia?Ahora, a la luz de cómo están las cosas en el Perú, la respuesta tendría que ser sí.Pero esto no puede ser indefinido, esta pesadilla tiene fin. No lo veremos los de mi edad, pero confío en que Pía Gabriela y Elia sí lo vean.Vamos, Hildebrandt, sé sincero, no le mientas a tus lectores: ¿Confías?Y la verdad es que no mucho.Es que el Perú no necesita sólo chorros de dinero, como cree el doctor García, sino también diluvios de desinfectante. El Perú de hoy sigue siendo el que describió en tantos libros uno de los pocos escritores y políticos peruanos que avistaron la posteridad: don Manuel González Prada:“Siempre hemos deseado que algún escritor de chispa y buen gusto fundara un Disparatario Semanal, donde cada sábado señalara las necedades y despropósitos almacenados en los diarios durante la semana. Ahí tendría su lugar preferente El Comercio con sus editoriales sin sentido común, sus telegramas sin gramática y sus crónicas sin gramática ni sentido común”.“Sin embargo de todo esto, ¡qué ínfulas en los redactores de ese diario! En toda cuestión social o política, religiosa o científica, artística o literaria, El Comercio se encumbra hasta las inconmensurables alturas de su fatuidad y falla sin apelación, pontificalmente. Es el Papa del diarismo nacional, aunque no sabemos si ha sufrido la prueba de la silla gestatoria”.“Por un rezago de pudor, El Comercio reconoce implícitamente su falta de razón para darse un título honroso y se llama “periódico serio y práctico”: tradúzcase “serio” por imaginación de topo, “práctico” por hombre que escribe con una mano y recibe con las dos. El Comercio tiene el espíritu serio del asno que no pudiendo desarmarnos con un chiste ni con una sonrisa irónica nos ensordece con un rebuzno y nos derriba de una coz; posee el genio práctico del gorrino que se instala en el mejor sitio del comedero, quiere engullir la ración ­ajena después de engullirse la propia y gruñe o muerde al primero que se le aproxima”.“Hará unos cincuenta años que don Felipe Pardo y Aliaga llamó a El Comercio “un carretón de basuras tirado por dos mulas chilenas”. Muertos Villota y Amunátegui (las dos “mulas” de Pardo) el diario continúa siendo el mismo vehículo repleto de la misma sustancia y jalado por algunos solípedos de nacionalidad ambigua…”“En El Comercio se ve la marcha ascendente del crimen: ayer mancharon honras con la difamación y la calumnia; hoy quieren suprimir vidas con el palo: ¿usarán mañana el veneno, el puñal y la dinamita? Son una amenaza pública. Los antiguos romanos tenían la costumbre de poner en la puerta de sus casas un letrero que decía cave canem, cuidado con el perro; los peruanos debemos escribir en todas las paredes de las calles: “Ojo al asesino”, “Cuidado con El Comercio”.“El Comercio” es el mal caballero abrumado por la reprobación general, es el reo condenado por la opinión pública: dejémosle revolcarse en el despecho y la rabia, emponzoñarse con su propio veneno. Ya no conviene insultarle ni denigrarle, porque al cubrirle de lodo se le hace el bien de disimularle la sangre. Rojo debe quedar para infundir el horror y el desprecio en todas las gentes honradas”. (Manuel González Prada, Fragmentaria, capítulo penúltimo del libro “El tonel de Diógenes”, ediciones Tezontle –México–, primera edición de 1945, con notas y supervisión de su hijo Alfredo González Prada, muerto poco antes de la publicación, y prólogo y cuidado final de Luis Alberto Sánchez)¡Pero si parece que fue ­ayer que se escribió todo eso! Y así pasa, en general, con los escritos de González Prada, un hombre que se enfrentó al sistema, escribió lo que quiso, fue maestro de obreros y ejemplo de ciudadanos y nunca quiso congraciarse con ese Perú hipócrita que hoy, tenazmente, sigue deslizándose entre matas haciendo sonar el cascabel. Un hombre que muchos han querido arrancar del corazón de sus lectores, convertidos en discípulos sin esfuerzo. Un hombre negado, mil veces preterido, diez mil veces vuelto a callar por los de siempre. Un hombre que hay que leer para saber qué honda es la enfermedad del país que él quiso salvar con su prédica. Un hombre rotundo en un ­país de tibios y ecuánimes conchudos. Un hombre indignado en un país de cómplices. Un hombre, en fin, que sigue siendo un faro en la tormenta y que, gracias a su coraje y lucidez, conserva una sorprendente lozanía. Hasta da ganas de decirle a don César Lévano que le pida alguna colaboración. En La Primera estaría feliz don Manuel.Posdata: está confirmado que la fiscal Loayza, la valerosa autora de su miedo, despacha con la DEA y sirve a esa agencia yanqui que tiene en El Comercio a su vocero. Pero hay una primicia que quiero compartir con ustedes: se ha sabido, gracias a la sesión secreta del Congreso con los fiscales supremos Peñaranda, Echaíz y Peláez Bardales, que la DEA le pidió a la Fiscal de la Nación “autorización” para que en ­una de sus bases –la de Uchiza, San Martín– se fabricara ­unos 25 kilos de cocaína de alta pureza con el propósito de que la droga sirviera de “anzuelo” para realizar algunos operativos policiales. La fiscal Adelaida Bolívar se negó rotundamente a dar tamaña “autorización”. Desde allí sus relaciones con la DEA y con sus voceros ha sido muy mala. Hay una carta de Bolívar dirigida a la DEA expresando el rechazo que comento. Es un deber del Ministerio Público difundirla. Me parece.




Juego de damas
En el diario que todos los días tiene que rectificar sus cocecitas de burro sobrecargado de mermelada (qué abuso, que intervenga la Sociedad Protectora de Animales), la procuradora antidrogas Sonia Medina me emplaza a rectificarme.¿Sobre qué debo rectificarme?Dice esta señora que yo he dicho “que se vendió a los Zevallos”. No, madame. Eso le ha hecho creer algún monguito de la redacción de “Correo”. ¿Cómo voy a decir algo así si no me consta, si no tengo pruebas, si ningún documento me respalda? ¿Cómo la voy a calumniar de esa manera?Esa tonta versión se la ha hecho creer el periódico de los visitantes del SIN, los señores Aguá. Lo que no me explico es cómo es que una mujer de su cociente intelectual se ha tragado tan hiriente anzuelo.Vamos a ver. Lo que yo dije, doctora Medina Calvo, es que usted, que se presenta como la virgen de la Macarena de la lucha en contra de la banda del narcotraficante Zevallos, usted, sin embargo, ordenó la liberación, cuando era jueza, del que resultó segundo de ­esa banda, es decir Jorge Chávez Montoya, alias Polaco.¿Puede usted negar que decretó la libertad de Polaco? No, no lo puede negar.Usted lo liberó el 2 de agosto del 2001 con una resolución que terminaba así: “RESUELVE: DECLARAR PROCEDENTE EL BENEFICIO DE LA semi-LIBERTAD solicitado por el sentenciado Jorge Chávez Montoya… y en consecuencia Ofíciese al Instituto Nacional Penitenciario para su inmediata excarcelación…”Y usted firma abajo. ¿Es cierto o no? Entonces, ¿de qué me voy a retractar? ¿A quién quiere usted atarantar?Pero veamos qué escribió usted, que disfuerzos jurídicos y qué acrobacias penalísticas tuvo que hacer para ordenar sacar a Polaco de la cárcel cuando éste, como usted misma señala en su resolución, había cumplido sólo cuatro años, seis meses y cinco días de una condena de quince (15) impuesta el 22 de julio de 1997.Ahora bien, usted puede decir que ese era el tiempo de la carcelería sufrida pero sin incluir los beneficios penitenciarios. Muy bien, usted sumó el Certificado de Cómputo Laboral y entonces la suma de la carcelería sufrida por Polaco llegó a cinco años, diez meses y siete días. A eso añadió usted el Informe Sicológico (“se notan condiciones favorables en el rematado para acogerse al beneficio solicitado, las mismas que le permiten reincorporarse adecuadamente a la sociedad”, señaló usted de lo más comprensiva); el de Buena Conducta (“datos que demuestran el grado de rehabilitación y reincorporación a que ha llegado el solicitante”) y, claro, su soberana gana, doctora Medina, porque parece que usted tenía ganas de ser generosa en este caso.¿Que no? ¡Claro que fue usted generosa!Como la ley vigente en el 2001 no alcanzaba para decirle sí a Polaco, usted escribió lo siguiente:“Quinto: Por lo que ante el beneficio solicitado cabe un ­análisis hermenéutico antes de incurrir en una simple denegatoria, puesto que si bien resulta imperativa la aplicación de las normas vigentes, también es imperativa la aplicación de normas anteriores en uso del Principio de Retroactividad IN BONAM PARTEM…verbigracia TEMPUS REGITACTUM es regla general que la ley aplicable es aquella que estuvo vigente en la fecha de la comisión del hecho o cuando se ejecuta la sanción impuesta…”Mucha erudición, mucho latín, mucha reflexión de jurisperita y todo para ordenarle al Inpe que soltara a Polaco. Usted puede decir que estaba en su derecho el emitir esa resolución. Yo no lo discuto. No discuta usted mi derecho de juzgar, como periodista, su actuación en ese caso. Y si quiere llevarme a los tribunales por lo que aquí ratifico, pues nos vemos en los tribunales. No me amenace porque yo no soy Luz Loayza y usted no me da miedo.En relación a la “valiente” Luz Loayza, la cosa ya se torna patética. Antes de ­ayer la agencia noticiosa de Cecilia Valenzuela de H. la entrevistó para arrancarle, entre otras cosas, algunas palabras en contra de este modesto columnista. La señora Valenzuela, sustituida con suma injusticia pero con mucho mejor rating por la señora Rampolla en las noches de Canal 2, está obsesionada hace años con enviar a este columnista al infierno de sus maldiciones de hija del Piojo y matriarca del periodismo de investigación.¿Qué logró la doctora Valenzuela? Que la señora Luz Loayza, la valiente que se orina las bragas de terror, le dijera que yo una vez la llamé por teléfono dos veces y que ella no me contestó.Claro que la llamé dos veces. La llamé para decirle que la iba a denunciar por hacerme perder el tiempo y prestarse a las jugadas sucias de El Comercio –con su sicario Miguel Ramírez a la cabeza–. ¿Y por qué no me contestó? Porque sabía qué tipo de porquería había hecho, a quién había servido, de quién recibía dineros y privilegios (de la DEA en combina con El Comercio) y hacia dónde apuntaban los pliegos interrogatorios que mandaba a Lima para que sus jefes (la DEA y El Comercio) vieran qué dócil había sido.Resulta, como ustedes sabrán, que un tipejo, un granuja que había sido sicario, delator, nuevamente sicario y más tarde confesor sincero para todo uso y siempre al servicio de la DEA y El Comercio, sostuvo, sin que viniera a cuento, que alguna vez vio a un camarógrafo de un programa dirigido por mí recibir “35 mil dólares en una caja de zapatos cerrada” de Fernando Zevallos nada menos. ¿Treinta y cinco mil dólares en una caja de zapatos, delante de testigos, en un mundo donde hay cuentas en el exterior como las negras de El Comercio? ¿Y a Orlando Cánepa, uno de los periodistas más honestos y modestos del gremio, un colega ejemplar en todos los sentidos?La cosa se caía de estúpida y ni siquiera fui mencionado, pero a la fiscal Loayza le “preocupó” tanto el asunto que envió preguntas dirigidas a mí, al camarógrafo y a Mariella Patriau, con quien alguna vez me tiré los trastos pero de cuya limpieza nadie puede dudar (también la acusaron de haber hecho un reportaje en un avión “fletado” por Aerocontinente).Detrás de esa caca de cacasenos que quedó en nada, estaban la DEA y el Chicago Chico que vive dentro de El Comercio. Delante de ella, dando la cara, estuvo Luz Loayza. Y ahora viene a decir que yo la llamé y que ella no me contestó “porque no hablo con quienes investigo”.Yo fui citado como testigo y mi testimonio corroboró el descargado por mis otros dos colegas, doctora Loayza. Allí están mis citaciones para desmentirla. Ni usted ni nadie me ha investigado a mí o a alguien de mi entorno por el caso Zevallos. Miente usted, doctora Loayza. Así que encima de teatrera, miedosa como una gata que va a la ducha, espía de una potencia extranjera por los servicios que presta en la DEA, y secretaria de El Comercio, es usted una mentirosa. Vaya, doctora Loayza. Es usted una joyita. Debería usted tener un programa de investigación en la tele. Ya hizo méritos suficientes.




El animal de la naturaleza
Había una vez un Gusano que pensaba que el mundo debía de cambiar porque así como estaba era muy injusto. Pisoteado por la vida, impotente y debatiéndose entre asfaltos y suelas, Gusano vio que había una vacante para una mutación. Postuló y la ganó con altos merecimientos. Convertido en todo un periodista, Gusano fue más tarde comprado por los Estados Unidos a tarifa de remate post incendio y usado como veneno sin antídoto. Gracias a su esfuerzo siguió un posgrado en la Universidad del Charco y un MBA en la universidad francesa de La Podre, donde lanzó su famosa teoría del igualitarismo ecuménico. Este igualitarismo fue enunciado así: como yo soy un traidor, un vendido a poderes oscuros y un calumniador a destajo, entonces todos tienen que ser iguales a mí para que yo no me sienta mal y para que, al fin, la uniformidad se imponga como sustituto de la armonía. De lo más filosófico, como se ve. Gusano fue escalando posiciones y, otra vez por méritos propios, fue responsable de dos crímenes y un asesinato de tumulto en tanto ministro del Interior del régimen que nació en el Emanuel, siguió en el Melody y terminó en el regazo de una guardaespaldas. Luchó contra el narcotráfico a pesar de que su presidente se coqueaba, como lo demostró “Caretas”, y que uno de sus amigos ministros había perdido el tabique en una escoba, aunque no consiguió reducir en una pulgada el hectareaje destinado a la siembra de la coca. No obstante eso, siguió cobrando mensualmente en la embajada de los Estados Unidos, o sea su país de adopción, y calumniando a todo el que se metiera con la podredumbre de la DEA, donde él solía hociquear y cambiar ideas por cromos. A Gusano le gustaba provocar para ver si le respondían en serio y a veces la jugada le salía. Por ejemplo, le encantaba decir que la fiscal de la nación, que no obedecía a sus amos, era como Blanca Nélida Colán y que todos los que le cantaban sus cuatro frescas a la fiscal del pañal siempre puesto (Luz Loayza) “eran sirvientes del narcotráfico”. Es decir, Gusano suponía que todos padecían de su penosa condición de tualé de gringos. Y a veces la fiscal aludida o algún desavisado, le contestaban. Era el peor error que se podía cometer. Porque entonces Gusano se inflaba, se frotaba las manos y se sentía importante. Pero cuando lo trataban como lo que era, es decir un mal bicho capaz de toda inmundicia, Gusano se desesperaba y seguía en campaña escribiendo matonadas, diciendo que quien no estaba con sus ideas es que estaba con el narcotráfico, babeando con su baba urticante a quien se cruzara en el camino de sus amos y lanzando su excrecencia favorita: “es que esos que están en contra mío y de la DEA, que me da de comer, es porque son cómplices de Fernando Zevallos”. Cuando escupía esa frase de tenues verdes, Gusano sentía el éxtasis que sólo su picado de viruela producía en las chicas que habían pasado por sus distintas comodoy. Es decir, gozaba como un chancho, ya no como el Gusano ancestral que serpenteaba en su arteria carótida. O sea que Gusano era un montón de bichos juntos, un Animal Planet de cuello duro y con licencia para difamar –licencia que le había otorgado el diario más joven del zoológico de cristal–, un resumen de medusa-avispa mezclada con chuchupe en fa. Y es por eso que cuando algún malestar interrumpa su buena salud, será el doctor Rondón quien lo atienda y lo ponga al día en sus vacunas. Y seguramente necesitará al doctor Rondón cuando alguien le cuente que, por enésima vez, no se le ha tomado en serio y nadie se ha asustado por su ladrido con espumarajo, su mirada de anaconda, su picadito de pulpo a la oliva y su alharaca de chimpancé a cien dólares la hora. Y no se le puede tomar en serio porque el problema aquí, en este país recolonizado, es saber quién manda: si el Perú o la podredumbre de la DEA asociada a podredumbres nativas. Ese es el problema, Gusano. No nos distraigas con tus muecas. Fernando Zevallos es un narcazo y un asesino y por eso está preso. Bien hecho. Pero tú, como la fiscal del pañal, eres un sirviente de la DEA, que sirve a una potencia extranjera, y quieres tumbarte a la fiscal de la nación porque ella se negó a “producir” 25 kilos de cocaína de alta pureza en Uchiza, pedido que le hizo la DEA y que ella rechazó por escrito. Eso es lo que quieres ocultar con tu barro y tu ventilador, Gusano de toda la vida. Y con tu misma malignidad, Gusano, alguien podría decir que tú estás con el narcotráfico porque te plegaste al pedido de la DEA de “producir oficialmente” 25 kilos de cocaína que sirvieran de anzuelo dizque para algunos “operativos”. Y no mezcles a Chávez, las FARC y a los que aquí queremos que la DEA te mande a ti y a sus otros sirvientes, pero no a todos los peruanos. Chávez es como tú –un mal bicho–, las FARC son una banda de delincuentes, pero los que aquí queremos que la DEA sólo mande a sirvientes como tú no es que estemos con el narcotráfico. Es que estamos con la soberanía y un cierto sentido de la dignidad. ¿O es que necesitamos a los marines para derrotar a Sendero? Decir que los que estamos en contra de la podredumbre de la DEA estamos con el narcotráfico, es una calumnia. Bueno, sería una calumnia digna de un proceso judicial si la soltara alguien serio. Pero no es este el caso, claro está. Este es el caso de alguien que muerde y ensucia en defensa de su sueldo. Nada más.



(*) Aparecido en su columna del diario La Primera los días jueves 07, viernes 08, sabado 09 y lunes 11 del presente. Incansable para la polémica, el maestro César Hildebrandt ha debatido toda la semana. Por eso decidimos juntar sus artículos para que sea más fácil de ver el contexto real.

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