El conflicto hija-madre por Fernando Maestre (*)
Nos vamos a referir a una crisis que se suele presentar entre la hija y la madre, a través de cual se definirá la identidad de la joven adolescente y la ayudará a devenir en una mujer completa.
En un primer momento, encontramos a una niña entre siete y nueve años, actuando como una perfecta hija: educada, amable, atenta con la madre y gran colaboradora en el hogar. También cuida a sus hermanos pequeños, recoge sus platos usados y actúa en el colegio como una excelente alumna, haciéndose evidente que es una hija modelo para la madre.
Pero, en un segundo momento, y a la manera de una posesión demoníaca, esta jovencita encantadora empieza a cambiar súbitamente. Ahora, actúa como si fuera otra, se vuelve agresiva, y su primitivo encanto se trastoca en desafiante, audaz. Se burla de los dichos de los padres y transita muchas veces por una vida sexual harto peligrosa y a espaldas de la madre. ¿Qué ha pasado? ¿Quién la está influenciando? ¿Serán las hormonas? ¿Es el enamorado?
A una determinada edad, la joven comprende que debe desarrollar su propia identidad y, así, poder devenir en una mujer plena. Hasta ese momento, ha tenido la imagen de la madre; por tanto, lo que se juega es ser un clon de la mamá o luchar para ser ella misma. Ahí empiezan una serie de preguntas: ¿Qué es ser una mujer? ¿Tener hijo, cocinar, hacer el amor, tener pareja? Así llega a una respuesta que la calma: ser mujer es poder ser deseada. Y, para ello, no le queda más remedio que tomar su propio camino y alejarse de la amada mamá.
Muchos pensarán que esta es una crisis que fácilmente podría ser superada, siempre y cuando se cuente con una mamá que pueda comprender la situación de su hija, pero no siempre es así. Hay veces que nos encontramos con madres que sienten en carne propia el desarrollo de sus hijas y sufren al constatar que, mientras la capacidad de tener hijos va disminuyendo en su cuerpo, su hija es un emporio de óvulos y de posibilidades de fertilidad y libertad. Mientras a ella el tiempo le deja marcas en su piel y cabello, el cutis de su hija brilla de tersura. Este es un panorama que muchas madres no pueden tolerar, con lo cual entran a la guerra y, en vez de comprender el desafío de su hijita, se lanzan al ataque en una pelea infernal.
La solución a un problema semejante es que la madre comprenda que el dicho "hay que denigrar para poder separarse" es, lamentablemente, cierto. Por lo tanto, no hay que tomarse en serio los desafíos de su joven hija, sino que se debe procurar ser tolerante e inteligente con ella, dándole el espacio y el tiempo para que desarrolle su feminidad, aunque los desafíos de la adolescente continúen por un tiempo más.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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