El horizonte Grau
Hace 128 años cayó en combate, a la cabeza de un puñado de héroes, uno de esos hombres que sintetizan el espíritu de un pueblo y que se agrandan hasta ser imagen misma de la patria: Miguel Grau.Grau parece amasado con la sustancia de nuestros sueños mejores. Fue encarnación del esfuerzo, del coraje y el sacrificio, elevados a la potencia máxima de la conciencia.Cuando libró el combate de Angamos, sabía que se enfrentaba a una fuerza naval abrumadoramente superior. No había victoria a la vista; pero en el horizonte divisó sin duda el rostro del país invadido y sufriente. Había empezado muy temprano su carrera de marino. En alta mar cumplió nueve años de edad. “Apenas un niño que hombreaba rumbo a lo desconocido”, escribe Guillermo Thorndike en su notable trilogía sobre el personaje.Después de intenso itinerario como marino mercante, se convirtió en oficial de nuestra Marina de Guerra. Para que su efigie de peruano estuviera completa, no le faltaron calumnias y denuestos. Todo lo atravesó con el escudo de su honradez impoluta y su alta pericia naval.Alguna vez, cuando le ofrecieron un homenaje, declaró: “Soy un pobre marinero que quiere servir a su patria”. Irradiaba modestia, luz de las almas grandes. Los testimonios indican que era, además, un hombre alegre, salvo en la hora severa de la prueba. La historia ha consagrado a Grau con la nombradía de “Caballero de los Mares”. Lo fue, así en la paz como en la guerra. Buena prueba fue el homenaje que rindió al marino chileno Arturo Prat, caído en combate, y el gesto de enviar las prendas de éste a la viuda. Ella le agradeció y exaltó en Grau “la hidalguía del caballero antiguo”.Grau conocía el Perú a fondo, y no sólo en su litoral o en su tierra piurana. Sabía sin duda que con la caída del “Huáscar” Chile quedaba dueño del mar y podía emprender con mayor facilidad su campaña terrestre.Un siglo después del sacrificio de Grau, el gran tacneño Jorge Basadre explicaría así la tragedia peruana en la Guerra del Pacífico: “El Perú iba a ser el país atacado e invadido en esta guerra y, por consiguiente, el que más severamente debía afrontar su prueba. Para no poder resistir las tensiones a ella inherentes tenía dos fallas esenciales que, si continúan existiendo, pueden llevarlo a nuevas catástrofes frente a las grandes pruebas del futuro: la supervivencia del Estado empírico y la del abismo social”.Con ese trasfondo emerge y crece la figura de Grau. No carga culpas; despeja sombras. Convoca esperanzas. Su presencia aclara el horizonte Perú. El 8 de octubre de 1879, la cubierta del “Huáscar” se manchó con sangre de héroes. Y vale lo que escribió el poeta José Gálvez: “pero el mar como nunca se tiñó de laurel”.
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