Voyeurismo por Jorge Bruce (*)
Colocar sin pruebas concluyentes al ex presidente Toledo como el supuesto protagonista de una violación, en una bacanal que transcurriría en una especie de matadero de su amigo Pollack, es una maniobra política burda, una grave trasgresión ética y una basura periodística, que ningún jefe de redacción serio aceptaría como dinero contante y sonante. Sin embargo, lo que le otorga alguna verosimilitud en el imaginario popular son los antecedentes del "acusado". Alejandro Toledo pasa por un gozador empedernido, cuyos excesos han dado lugar a múltiples especulaciones (tanto en el sentido conjetural como en el del reflejo en el espejo). Desde el hotel Melody hasta el avión parrandero, pasando por el culebrón de Lady Bardales, la reputación de movedizo del hijo de Cabana lo convierte en el blanco perfecto para una empresa difamatoria, con un grueso trasfondo de operativo psicosocial.
Aunque el denunciante sea un personaje tan desacreditado como Gustavo Espinoza, el escenario fantasmático es ideal para excitar las pulsiones voyeuristas de masas ávidas de entretenimiento mediático y trasgresor. Como un ampay de los urracos de Magaly, el caso reúne los ingredientes para un fugaz episodio de masturbación política (en donde el masturbado es el público). Las miradas excitadas se desentienden no solo de la indispensable censura al ministro Alva Castro y los demás casos de corrupción que comienzan a saltar por todas partes en el Gobierno, sino del fracaso en la reconstrucción de las zonas devastadas en el sur que, como era previsible y de temerse, ya comenzaron a ser olvidadas.
Cuando se trata de la función continuada, nada como una porno para relajarse y pensar en otra cosa. Mejor si el galán se ha ganado una extendida fama de juerguero impenitente, mientras otros gobernaban y hacían negocios (y la fractura social se ahondaba). El Apra parece cada vez más proclive a revolcarse en esas miasmas contaminadas y peligrosas, que deben producir nostalgia en reos como Montesinos y Fujimori, cuyas perversiones, la una voyeurista y la otra sádica, se complementaban en una clásica folie a deux. Fue así que hicieron de estas prácticas un negocio floreciente y funcional a sus actividades mafiosas. Cuando se trata de fascinar la mirada del otro, el sexo no tiene pierde. Lo preocupante no es solo la regresión que nos están infligiendo, con el ahondamiento en el desprestigio del régimen y el sistema político. También resulta angustioso colocar a Toledo de víctima -su posición favorita-, pues lo están animando a volver a la política. Eso es lo que anunció, con ese tono insoportable -pero rentable- del mártir mortificado, con ocasión de su conferencia en una universidad local. Se diría que están confabulados, así sea inconscientemente, para mantenernos en el subdesarrollo cultural.
El voyeurista quiere ver, pero también quiere que lo vean... viendo. Esa fue la perdición de Montesinos (y, en consecuencia, de Fujimori, librado a su suerte). Nuestros representantes deberían meditar esas trayectorias pulsionales y sus enrejados finales. Los peruanos de a pie deberían preguntarse hasta cuándo se van a dejar manipular por proxenetas del imaginario. A menos que prefieran el goce pasivo de las imágenes que les devuelve el espejo en el techo de la habitación. Acaso el Perú ya no sea el burdel al que aludía Pablo Macera, pero su política sí que se le asemeja.
P:D. Mi solidaridad con Juan Carlos Tafur, "sancionado" por su libertad de expresión. Cuando coactan la suya, coactan la de todos. No hay que dejarlos pasar.
(*) De su columna del diario Perú21. Para variar: brillante.
(También nuestra solidaridad con Juan Carlos Tafur a quien se le pretende usar como "ejemplo" para amedrentar la libre expresión en un caso que tiene que ver con la fuga de un narcotraficante conocido como Mc Donald. Esto ocurrió cuando le cambiaron la detención por comparescencia. El delito del Sr Tafur habría sido informar sobre estos hechos.)
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