Ayer fue un domingo especial. No había ruido por las calles y era difícil despegarse de la cama. Estaba invadido por la molicie más placentera del mundo y la alimentaba hojeando los diarios del día y desayunando entre las sábanas como en mis mejores epocas ociosas. Era el día del censo, y lo primero que hizo divertido mi café fue ver a nuestro Presidente contestar con confusión las preguntas de la encuesta que para estos efectos se la hacían a el, a su dignísima señora y a cuatro de sus galifardos. Era el mismísimo Jefe del INEI el que hacía los honores de lambiscón de turno. Conforme pasaron los minutos -y las horas- llamó a mi puerta la Srta Empadronadora (una pequeñísima encuestadora que llegó tarde porque muchos comprometidos para este trabajo ad-honorem se habían tirado para atras a último momento, aumentado la carga de entrevistas de quienes decidieron asistir a esta bobería) En 7 minutos exactos despachamos a la representante del INEI (que más se demoró en sobreempinarse para pegar el focking stickers que registraba la vivienda como censada). La tarde transcurrió entre alguna película de estreno bien pirateada y la sensación extraña de que muchos negocios y muchas personas para quienes el domingo resulta importantísimo para su supervivencia económica habían sido tontamente perjudicados por estas mandonerías arbitrarias de declarar inamovilidad para responder si tengo partida de nacimiento, si soy católico, cristiano o otros (los otros son varios millones en el mundo) si tengo cable, o alguna pelotudez que a nadie le importa. Nuevamente nuestros gobernantes de espaldas a la realidad, tanto así que el Sr García parecía no entender claramente que le preguntaba el chato (y compañero) Quizpe cuando lo requería sobre cuantas personas nacidas vivas cocinan aquí. Lucía como si no hubiera tomado su memorex efervescente reforzado con el rico Li. Claro que eso de salir a eso de las tres de la tarde a felicitar nuestro civismo domiciliario me sonó bastante cínico y medio cachaciento. Quedamos pues librados de este aparentar que somos organizados cuando, a) no se les da el dinero del refrigerio a los empadronadores, b) un pendejerete se levanta diez mil soles de ese dinero, c) se queman cedulas en protesta por los incumplimientos, d) se intenta asaltar encuestadores, o e) hay un intento de violación contra una voluntariosa censadora. Y de aqui al primer semestre del próximo año sabremos de que sirvió esta payasada improvisada y de tufo cutrero que acabamos de pasar -al mas puro estilo de Fuji-Montesinista envarado- presos en casa, en prisión domiciliaria. Apuntemos que los explotadores clásicos hicieron trabajar a sus personal de 7 y media de la noche hasta las 10 con las calles más vacias que el cerebro de un ministro del actual gobierno. Para terminar y no hacerla más larga que empadronador medio bruto digamos que: Es plena la anamnésis de la banalidad celebrada ayer, digna de este gobierno simplón, ramplón, sinverguenzón y como su censo, bastante zonzón.
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