3.11.08

DINERO PLÁSTICO


La crisis llega a las tarjetas de crédito (*)
Millones de personas no parece que tengan otra opción que tirar la pelota para adelante, y hacen cargos a la tarjeta de crédito con la certeza de que no van a poder hacer frente al pago. The New York Times estimaba esta semana en 21.000 millones de dólares (16.000 millones de euros) la pelota creada por las tarjetas de crédito impagadas en la primera mitad de 2008. En un año y medio esa cifra se puede elevar a 43.000 millones de euros.

Primero, la Casa Blanca tuvo que diseñar un plan para rescatar a los bancos. Luego a las aseguradoras. A continuación vino la industria automovilística. Le está llegando por fin el turno a las hipotecas. El siguiente caballo de Troya pueden ser las tarjetas de crédito.La metástasis de este órgano esencial de la vida económica norteamericana puede tener consecuencias imprevisibles.

En estos momentos las pérdidas equivaldrían al 5,5% del endeudamiento pendiente, y van en camino de sobrepasar el 7,9% que se vivió después del estallido de la burbuja tecnológica del 2001.Al día siguiente de publicarse esta información, American Express anunciaba la eliminación de 7.000 empleos, un 10% de su plantilla. Además anunció la suspensión de los incrementos salariales para 2009 en puestos de gestión y la renuncia a cubrir vacantes. Objetivo: rebajar en unos 1.402 millones de euros los costes del ejercicio de 2009.

El fin de un imperio

¿Es el fin de un imperio? Estados Unidos es hoy una nación de idólatras del plástico. La gente vive compulsivamente a crédito. Hasta hace no tanto cualquier hogar estaba constantemente bombardeado de ofertas para proveerse de nuevas y más ambiciosas tarjetas. Todo eran facilidades e incentivos. Pagar al contado estaba casi mal visto: podía significar que uno carecía de crédito, es decir, que era un don nadie. Privarse de cosas sólo por no disponer del dinero ya era de pusilánimes.De repente el país se ha llenado de personajes de novela de Raymond Carver, esa clase media-baja que se alcoholiza con el béisbol y con la mastercard tanto o más que con el alcohol mismo. Y que un día se pregunta cómo ha podido ser que le embarguen el coche y la casa. ¿No decían que siempre había otra solución, que de algún modo se podía quedar a deber siempre?Sí lo decían, y durante muchos años ganaron una fortuna diciéndolo. No cambiaba un dólar de mano sin movilizar un gran séquito en intereses. La morosidad no daba miedo porque en ella, precisamente, estaba la clave del negocio: en el endeudamiento perpetuo.Se podía asumir una porción fatal de morosos definitivos a cambio de las fabulosas ganancias obtenidas sobre los endeudados que siempre se desendeudan en el último minuto. Se pasa muy mal si no se tiene crédito en América.Todo eso empieza a cambiar. Mintel Comperemedia, una empresa de marketing directo encargada de publicitar las tarjetas de crédito entre los usuarios, informa de que la oferta ha descendido a mínimos del ejercicio 2004.Los bancos y las redes de tarjetas están endureciendo rápidamente sus condiciones para dar crédito y hasta lo recortan sin previo aviso a clientes de toda la vida. Hay quien se queja de que se lo han recortado hasta cuatro veces en un año.«El problema es que hace tiempo que hemos dejado de ver el crédito como un recurso de emergencia para confundirlo con el dinero de cada día», reconocía Susan en un comentario a la edición electrónica de The New York Times. Richard, un lector de Lenox, en Massachussets, se permitía ser irónico: «me he hecho la cirugía plástica...¡he cancelado mis tarjetas de crédito!».Lo que ocurre ahora se explica en parte porque la crisis hace cundir el desempleo y la morosidad, pero no sólo. Los beneficios de las tarjetas de crédito disminuyen por una serie de factores que incluyen desde los costes financieros, que se mantienen elevados en época de desconfianza bancaria, hasta la contención en el gasto por parte de los usuarios.En otros momentos la respuesta a ello ha sido incrementar las tasas y comisiones. En las circunstancias actuales el margen de maniobra se estrecha mucho. ¿El negocio se ahoga?En este contexto puede sorprender que la otra gran red de tarjetas de crédito, Visa, por la que pasan el 52% de las transacciones de todo el mundo, se haya descolgado este trimestre con unos resultados inesperadamente positivos. No es que sean unos resultados óptimos, pero sí quedan llamativamente por encima de lo esperado en estos tiempos de tribulación.Visa ha ganado 625 millones de euros en el ejercicio fiscal de 2008. Estos resultados contrastan con los 670 millones perdidos en el ejercicio anterior. Visa anunció un beneficio neto de 96 centavos por acción y un incremento del 20,6% sobre su facturación del año anterior. Entonces facturó por valor de 4.047 millones de euros y ahora lo ha hecho por valor de 4.881 millones.

Débito, mejor que crédito

Claro que hay un secreto: el presidente y consejero delegado de Visa, Joe Saunders, afirmó que hoy en día el 53 por ciento de las operaciones mundiales de la compañía son de débito y no de crédito. Este dato resulta coincidente con los datos de un análisis sobre la evolución de las tendencias de pago en los Estados Unidos publicado este mes de octubre en el boletín de la Reserva Federal. En él se lee que entre los años 2003 y 2006 se disparó en Estados Unidos el pago «sin dinero» a razón de un 4,6% cada año, pasando de 63.000 millones a 72.000 millones de euros.Por primera vez en este periodo las tarjetas de débito han empezado a imponerse a las de crédito, particularmente a la hora de hacer una multitud de pequeñas operaciones cotidianas de escaso valor. La proliferación de las facilidades tecnológicas y la generalización de la cultura del «dinero de plástico» crece rápidamente incluso en zonas rurales del Medio Oeste americano.¿Es el débito el futuro, es el crédito el pasado? Aunque esa sea la tendencia, queda por resolver el presente, donde todavía son legión los hechizados por la Circe de plástico, desde particulares acostumbrados a gastar lo que no tienen hasta pequeños negocios habituados a usar el crédito como forma de vida ante cualquier contrariedad. Nadie les había avisado de que hubiera ninguna razón para cortar el grifo. Hasta ahora.
(*) Insurgentes

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