23.7.08

¡ME CAMBIARON LA MÚSICA!





¿Es verdad que, si crezco,


me recaliento?


por Guillermo Giacosa (*)


“¡Qué feliz estoy! ¡Mi vecino acaba de comprarse un carro nuevo! Yo sigo con mi sonora carrindanga de siempre, pero él ya tiene un último modelo. Mañana sin falta lo voy a felicitar y, esta noche, brindaremos con mi familia por tan buena nueva”. Quizá esta expresión de generosidad complacería al presidente García o al premier Del Castillo como el modelo de conducta a seguir por todos los peruanos. Desafortunadamente no solo son pocos los que se alegran por los éxitos ajenos sino que, además, son menos los que se exaltan por logros económicos que la prensa difunde con bombos y platillos cuando a ellos no les llega ni siquiera el eco de tanta algarabía. Además de “no verla” se confunden cuando luego de decir que estamos creciendo a cifras récord, que somos líderes latinoamericanos en ese rubro, aparece un nuevo ministro que opina que no podemos crecer a ese ritmo, que eso es dañino, que genera inflación, que no estamos preparados, que la economía se recalienta, etc. Alguien me puede explicar cómo el ciudadano de a pie, aquel que espera que el prometido chorreo llegue a su hogar, puede entender que después de mil discursos y millones de publicidades diciéndole que con el crecimiento económico iba a tener una vida mejor, ahora le digan que tenemos que crecer menos, que hay que moderar el consumo para contener la inflación y que eso es por su bien. No discuto los detalles técnicos, que pueden ser ciertos o no, correctos o incorrectos (hay muchas fórmulas alternativas a las que seguramente aplicará un ex funcionario del desprestigiado y monotemático Fondo Monetario Internacional). Lo que me pregunto es cómo operará sobre el ánimo de la población esta información que crecer no nos lleva directamente al paraíso sino que hay muchas paradas intermedias en las cuales, sin duda, se seguirán sembrando los cadáveres de aquellos que no alcancen a ver la tierra prometida. Restringir el consumo significa que la pobre señora que soñaba con comprar un kilo y medio de arroz por semana tendrá que seguir comprando el mismo kilo de siempre y seguirá prescindiendo de la carne para que la economía no se recaliente, la inflación no llegue a casa y no se cuántas otras palabras que, escapando a su comprensión, reforzarán la actitud fatalista ante la vida que parece ser la dramática constante de los sectores marginados. ¿Creerán las autoridades que explicarles que la inflación viene de afuera será suficiente como para que, en las próximas elecciones, no depositen su fe y su voto en algún carismático líder antisistema que les ofrezca lo mismo que le ofreció el gobierno actual? ¿Qué huellas dejará en el alma de los desposeídos esta permanente apuesta a un cambio que no cambia nada? Quizá deberían explicarles que hay un orden internacional injusto y que los precios, tanto de la energía como de los alimentos, no se originan en su carencia sino en la descarada especulación que practican los grupos de poder a los que no son ajenos algunos ejemplares de la fauna local.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21.


Magnífico artículo de Guille. Remítanle copia a nuestros gobernantes y a sus amigos dizque empresarios.


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