17.7.08

GUILLERMO GIACOSA POR DOS (*)





No malgastar papel ayuda al medio ambiente
Me llegó un correo electrónico con datos sobre el mal uso del papel con estadísticas que contienen información difícil de calibrar, pues casi nunca se menciona el contexto global, pero que de todas maneras demuestra que gastamos muchísimo más de lo que realmente necesitamos. Debe ser parte de una de las tantas variantes de la estupidez humana que sí o sí tendremos que corregir, si pretendemos que nuestros nietos tengan un planeta donde vivir. En todo caso, saber que una sola hoja de papel en blanco requiere 370 gramos de agua limpia para ser producida no deja de ser asombroso si dejamos que nuestra imaginación sobrevuele los miles de hojas que hemos empleado en el transcurso de nuestra vida. Fabricar mil kilos de papel blanco supone el consumo de 100,000 litros de agua. De ellos, un 10% altamente contaminado se vierte a los ríos. La industria papelera está entre las más contaminantes (27% de los residuos tóxicos en España, según estimados de Greenpeace). Su alta toxicidad se debe fundamentalmente al proceso de blanqueo con cloro, que es la auténtica pesadilla de la industria papelera. Según el informe que he recibido, un oficinista promedio imprime 10 mil hojas al año y un árbol produce 16.67 resmas de papel. Lo grave es que, estoy seguro, la mitad o más de las hojas impresas no eran necesarias y fueron a parar directamente al basurero. En la actualidad, yo utilizo todos los papeles que me llegan, luego de leerlos, si valen la pena, como material para imprimir, en la cara en blanco, lo que me es imprescindible. Un congresista nacional se ufanaba de hacer imprimir más de mil hojas por día de informes y correos que recibía. Un fantástico disparate pues, apuesto, solo el diez por ciento, y eso con suerte, podía ser útil a su labor legislativa o de supervisión. Es aquí cuando surge la necesidad de capacitar a quienes realizan estas tareas para que sean ellos los que estén en condiciones de decidir qué es necesario y qué no. En caso de duda, se guarda en la computadora, se consulta y, luego, se procede. Imprimir por imprimir es uno de los tantos atentados tontos contra el medio ambiente que solo dependen de nuestra voluntad y que, por tanto, podríamos evitar. El correo recibido aconseja:1.- Pensar antes de imprimir. Todos debemos modificar nuestra manera de ver el papel. Antes de imprimir cualquier cosa, pregúntese si es realmente necesario.2.- Usar siempre presentación preliminar. El empleado promedio imprime 6 páginas al día que no sirven para nada; lo que se puede solucionar si antes hemos visto la presentación preliminar. Un programa que ayuda a ello es el llamado Green Print, un paquete que automatiza el proceso.3.-Imprimir en PDF. Una gran ayuda es digitalizar sus documentos en formato PDF, los mismos que puede enviar y tener a la mano en cualquier momento, sin descartar cualquier otro formato que crea conveniente. El PDF ocupa menos espacio y puede representar un gran ahorro de papel.

Galeano ciudadano ilustre del Mercosur
Eduardo Galeano recibió, el 3 de julio de 2008, el título de Ciudadano Ilustre del Mercosur. Creo que fue un pretexto para disfrutar una vez más de su palabra. Sus relatos condensan sentimientos tan profundos que, a veces, es imposible leerlos sin hacer una pausa para que la respiración retome su ritmo. Contó muchas historias ligadas al dolor de esta región a la que yo siempre quisiera seguir llamando la Patria Grande, a pesar que hoy son tantos los que están dispuestos a rematarla implorando a los buitres que revolotean a su alrededor que bajen a consumar su festín. Pero los pueblos, empecinados en no volverse invisibles, siguen allí con una terquedad que los teóricos del mercado no solo no comprenden sino que combaten, como si en ello se les fuera la vida. Quizá sea así no porque nadie quiera matarlos sino, simplemente, porque para ellos no hay vida sin dividendos, ni patria de la que no se sientan dueños, mientras otros los miran comer. Dice Galeano que “nuestra región es rica en paradojas” y relata, entre otras muchas, esta historia de Bolivia: Corre 1978, tiempo en que “cinco mujeres voltearon una dictadura militar. Paradójicamente, toda Bolivia se burló de ellas cuando iniciaron su huelga de hambre. Paradójicamente, toda Bolivia terminó ayunando con ellas, hasta que la dictadura cayó. Yo había conocido a una de esas cinco porfiadas, Domitila Barrios, en el pueblo minero de Llallagua. En una asamblea de obreros de las minas, todos hombres, ella se había alzado y había hecho callar a todos. Quiero decirles estito –había dicho–; nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía, ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo y lo llevamos adentro. Y, años después, reencontré a Do-mitila en Estocolmo. La habían echado de Bolivia y ella había marchado al exilio con sus siete hijos. Domitila estaba muy agradecida de la solidaridad de los suecos y les admiraba la libertad pero ellos le daban pena, tan solitos que estaban, bebiendo solos, comiendo solos, hablando solos. Y les daba consejos: No sean bobos, les decía; júntense. Nosotros, allá en Bolivia, nos juntamos. Aunque sea para pelearnos nos juntamos. Y cuánta razón tenía. Porque, digo yo: ¿existen los dientes, si no se juntan en la boca? ¿Existen los dedos, si no se juntan en la mano? Juntarnos: y no solo para defender el precio de nuestros productos sino, también, y sobre todo, para defender el valor de nuestros derechos. Bien juntos están, aunque de vez en cuando simulen riñas y disputas, los pocos países ricos que ejercen la arrogancia sobre todos los demás. Su riqueza come pobreza y su arrogancia come miedo. Hace bien poquito, pongamos por caso, Europa aprobó la ley que convierte a los inmigrantes en criminales. Paradoja de paradojas: Europa, que durante siglos ha invadido el mundo, cierra la puerta en las narices de los invadidos, cuando le retribuyen la visita. Y esa ley se ha promulgado con una asombrosa impunidad, que resultaría inexplicable si no estuviéramos acostumbrados a ser comidos y a vivir con miedo”.
(*) Aparecido en su columna del diario Perú21
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