13.2.08

LAS EMOCIONES COMPROMETIDAS







Amor e idealización por Fernando Maestre (*)
El presente artículo empieza con el análisis de dos denominaciones: amor e idealización. Dos conceptos totalmente diferentes que se entremezclan creando confusión entre quienes padecen el uno o el otro impacto emocional. Muchas personas se quejan de lo desdichadas que son porque siempre les va mal con sus parejas. Se esfuerzan para conseguir una y, luego, al poco tiempo, llegan a la conclusión de que esta pareja, que parecía ser el ángel bajado del cielo para constituir el hogar soñado, no era más que una ilusión (otra más) que se esfuma como el viento.
El problema radica en el hecho de que resulta muy difícil distinguir y ponerles nombre a las emociones que, naciendo de nuestro corazón, nos perturban al punto de llevarnos a elecciones trascendentales en medio de una borrachera pasional de incalculables dimensiones. En efecto, quién no se confunde y equivoca al intentar reconocer la diferencia entre un enamoramiento, una sensación de vacío, un estado melancólico producto de una separación o un amor verdadero.
Prácticamente resulta imposible destacar una diferencia significativa entre semejantes emociones, muy parecidas, que buscan el mismo resultado: dejar de sufrir por aquella persona a quien creemos amar en el momento en que nos abandona.
Partamos del hecho que el amor nada tiene que ver con la idealización. La idealización es el resultado de un estado emocional pasajero que se crea en medio de un compromiso entre el Yo y la libido sexual que nos invade. Consiste en elevar a categoría de ideal a un objeto que nos interesa y, como presentimos que corre peligro de evaporarse o sentimos miedo de estar en un vínculo, el inconsciente realiza una operación excepcional: idealizar a la persona y la 'elevamos a los altares' para, desde una distancia razonable, contemplarla.
A quien ocupa la posición de ideal le admitiremos todo, sus caprichos y gustos, abandonaremos a nuestros padres y hogares para correr a su lado, el fruto de nuestro trabajo será íntegro para el 'ideal' y nuestro pensamiento tendrá como fin darle gusto. Lo más importante para aquel que adora a quien está montado en una nube de idealización es convertirse en imprescindible para quien hemos elevado a los altares de nuestra fantasía.
Así, sintiéndonos imprescindibles, creeremos que somos importantes, plenos y en posición de atributos fálicos que nos harán brillar más. Cuando estamos envueltos en una idealización, nuestro sentido común se entorpece, ya no distinguimos cuánto es realidad y cuánto simple ilusión, al punto que, cuando pasa la fiebre y el objeto cae del 'altar', nos avergonzamos y reprochamos nuestra conducta.
Pero para describir el amor necesitamos pocas palabras. A diferencia del anterior, el que ama de verdad está dispuesto a sacrificios a favor del vínculo, hay responsabilidad mutua, y lo que se proyecta es el compromiso de una vida en conjunto.

(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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