"Balas para los jóvenes, dinero para los bancos". Este expresivo grito de ira de los amotinados de Grecia bien podría oírse, a lo largo de 2009, en otras ciudades europeas. Porque el año que empieza se va a caracterizar, como consecuencia de los despidos masivos que está causando la crisis, por un fuerte descontento social. Y éste desembocará en huelgas, manifestaciones y enfrentamientos que las elecciones europeas de junio próximo no calmarán. Numerosos jóvenes -estudiantes o no-, son conscientes de que su destino es ir a dar a la mar de la precariedad ("generación 700 euros") o del desempleo. Desean hacer tabla rasa. Algunos se sienten de nuevo atraídos por los movimientos libertarios. En la atmósfera de lucha social que se avecina, las filas del anarquismo podrían engrosarse (1). Como en los años 1930...
Aunque en materia de política internacional no caben supersticiones, los años terminados en 9 son a menudo convulsivos. Basta con observar que, a lo largo de éste, se conmemorarán: los 10 años de la revolución bolivariana de Venezuela (febrero); los 20 años de la caída del muro de Berlín y de la implosión del bloque soviético (noviembre); los 30 de la "revolución islámica" de Irán (febrero); los 40 de la "revolución libia" del coronel Gaddafi (septiembre); los 50 de la revolución cubana (enero); los 60 de la revolución china (octubre); los 70 de la derrota de la República española en la Guerra Civil (abril); y los 80 de la crisis de 1929 y de la Gran Depresión... Sin duda, la recesión económica será también la principal característica del año que comienza. Porque los efectos del triple crac de la construcción, de los bancos y de las Bolsas golpearán de lleno la economía real. En ese contexto de descontento social, ¿representa el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, una luz de esperanza? Menos de lo que creímos. Porque su equipo económico, en el que figuran varias personalidades ultraliberales responsables en parte de la crisis actual -como Robert Rubin, Lawrence Summers o Timothy Geithner-, no estará a la altura para cambiar las cosas. Además, parece evidente que la nueva Administración de Obama será de centro-derecha, es decir más a la derecha que el nuevo Congreso surgido de las elecciones del 4 de noviembre (2). Lo cual augura tensiones más fuertes de lo previsto entre el Ejecutivo y el Legislativo. Los nuevos congresistas demócratas no dejarán de hacerse eco de las impaciencias de los electores duramente afectados por la crisis y profundamente irritados por el gigantesco fraude del estafador Bernard Madoff, así como por las ayudas masivas ofrecidas por el Gobierno a los banqueros. En suma, el entusiasmo de hoy hacia el nuevo Presidente podría, a lo largo del año, cambiarse en decepción, frustración... y cólera. Su equipo de política exterior -constituido por Hillary Clinton, Robert Graves y el general Jim Jones- también resulta muy conservador para quien ha prometido dejar de imponer la democracia a punta de bayoneta. El "foco perturbador" del mundo seguirá siendo Oriente Próximo, como lo han mostrado los recientes acontecimientos trágicos de Gaza. En Irak, las fuerzas británicas y las de todos los demás aliados de Estados Unidos, se retirarán en primavera. Por su parte, las tropas estadounidenses de combate dejarán de patrullar en pueblos y ciudades para replegarse en sus cuarteles. Y su retirada se acelerará. Rebrotará la violencia. El zapatazo del periodista Muntazer Al Zaidi al presidente Bush, el pasado 14 de diciembre en Bagdad, da una idea de la rabia de una parte del pueblo iraquí contra la ocupación estadounidense. ¿Conseguirá el nuevo y corrupto ejército iraquí impedir la dislocación del país? Habrá elecciones decisivas en Israel, para la función de Primer Ministro, el 10 de febrero; y en Irán, para la Presidencia, el 12 de junio. La tensión entre estos dos países alcanzará niveles incandescentes ¿Desembocará en un conflicto abierto? Nadie debe desearlo pues las consecuencias geopolíticas serían imprevisibles. También económicas, ya que los precios del petróleo volverían a rondar los 150 dólares. Lo cual agravaría más aún la crisis actual... En cuanto a Afganistán, país que Barack Obama desea convertir en la prioridad militar de su mandato, si Washington intensifica su intervención tendrá que multiplicar los ataques ilegales contra Pakistán, gigante demógrafico y a la vez potencia nuclear. Eso provocará una posible desestabilización de Asif Zardari, presidente de este Estado en quiebra, amenazado además por su poderoso vecino indio, después de los atentados de Bombay del 26 de noviembre pasado. Washington entraría entonces en un nuevo engranaje intervencionista que podría favorecer el rápido retorno al Pentágono de los "halcones", partidarios de un imperialismo duro y dominador. En Kabul, los estadounidenses tratarán de imponer a un "dictador presentable". Lo cual significará un regreso al realismo político (o sea, al cinismo) y el abandono del proyecto ético que ha defendido Obama durante su campaña electoral. Otro gigante que puede reservar sorpresas es China. Porque la crisis -que se va a traducir en un aumento general del proteccionismo en el mundo y la consiguiente reducción de las exportaciones- le golpeará con mayor rudeza. Miles de fábricas cerrarán despidiendo masivamente a trabajadores desprovistos, en su mayoría, de seguridad social y de atención médica. Las protestas crecerán. ¿Conseguirán las autoridades de Pekín mantener la paz social? ¿A qué precio? En América Latina, la incógnita principal será saber si Barack Obama aceptará el ramo de olivo que le ha ofrecido el presidente de Cuba, Raúl Castro, y si negociará por fin el cese del embargo comercial de la isla. Lo sabremos el 17 de abril cuando, con ocasión de la Cumbre de las Américas en Puerto España (Trinidad y Tobago), el mandatario estadounidense defina su nueva política para el hemisferio. Entre tanto la crisis climática seguirá agravándose. Todo indica que el año 2009 será el de todos los peligros. Porque agoniza una era, la del neoliberalismo, y comienza, a tientas, un nuevo paradigma. Debiera también ser el momento de todas las oportunidades. Para empezar a edificar, por fin, un mundo mejor.
Aunque en materia de política internacional no caben supersticiones, los años terminados en 9 son a menudo convulsivos. Basta con observar que, a lo largo de éste, se conmemorarán: los 10 años de la revolución bolivariana de Venezuela (febrero); los 20 años de la caída del muro de Berlín y de la implosión del bloque soviético (noviembre); los 30 de la "revolución islámica" de Irán (febrero); los 40 de la "revolución libia" del coronel Gaddafi (septiembre); los 50 de la revolución cubana (enero); los 60 de la revolución china (octubre); los 70 de la derrota de la República española en la Guerra Civil (abril); y los 80 de la crisis de 1929 y de la Gran Depresión... Sin duda, la recesión económica será también la principal característica del año que comienza. Porque los efectos del triple crac de la construcción, de los bancos y de las Bolsas golpearán de lleno la economía real. En ese contexto de descontento social, ¿representa el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, una luz de esperanza? Menos de lo que creímos. Porque su equipo económico, en el que figuran varias personalidades ultraliberales responsables en parte de la crisis actual -como Robert Rubin, Lawrence Summers o Timothy Geithner-, no estará a la altura para cambiar las cosas. Además, parece evidente que la nueva Administración de Obama será de centro-derecha, es decir más a la derecha que el nuevo Congreso surgido de las elecciones del 4 de noviembre (2). Lo cual augura tensiones más fuertes de lo previsto entre el Ejecutivo y el Legislativo. Los nuevos congresistas demócratas no dejarán de hacerse eco de las impaciencias de los electores duramente afectados por la crisis y profundamente irritados por el gigantesco fraude del estafador Bernard Madoff, así como por las ayudas masivas ofrecidas por el Gobierno a los banqueros. En suma, el entusiasmo de hoy hacia el nuevo Presidente podría, a lo largo del año, cambiarse en decepción, frustración... y cólera. Su equipo de política exterior -constituido por Hillary Clinton, Robert Graves y el general Jim Jones- también resulta muy conservador para quien ha prometido dejar de imponer la democracia a punta de bayoneta. El "foco perturbador" del mundo seguirá siendo Oriente Próximo, como lo han mostrado los recientes acontecimientos trágicos de Gaza. En Irak, las fuerzas británicas y las de todos los demás aliados de Estados Unidos, se retirarán en primavera. Por su parte, las tropas estadounidenses de combate dejarán de patrullar en pueblos y ciudades para replegarse en sus cuarteles. Y su retirada se acelerará. Rebrotará la violencia. El zapatazo del periodista Muntazer Al Zaidi al presidente Bush, el pasado 14 de diciembre en Bagdad, da una idea de la rabia de una parte del pueblo iraquí contra la ocupación estadounidense. ¿Conseguirá el nuevo y corrupto ejército iraquí impedir la dislocación del país? Habrá elecciones decisivas en Israel, para la función de Primer Ministro, el 10 de febrero; y en Irán, para la Presidencia, el 12 de junio. La tensión entre estos dos países alcanzará niveles incandescentes ¿Desembocará en un conflicto abierto? Nadie debe desearlo pues las consecuencias geopolíticas serían imprevisibles. También económicas, ya que los precios del petróleo volverían a rondar los 150 dólares. Lo cual agravaría más aún la crisis actual... En cuanto a Afganistán, país que Barack Obama desea convertir en la prioridad militar de su mandato, si Washington intensifica su intervención tendrá que multiplicar los ataques ilegales contra Pakistán, gigante demógrafico y a la vez potencia nuclear. Eso provocará una posible desestabilización de Asif Zardari, presidente de este Estado en quiebra, amenazado además por su poderoso vecino indio, después de los atentados de Bombay del 26 de noviembre pasado. Washington entraría entonces en un nuevo engranaje intervencionista que podría favorecer el rápido retorno al Pentágono de los "halcones", partidarios de un imperialismo duro y dominador. En Kabul, los estadounidenses tratarán de imponer a un "dictador presentable". Lo cual significará un regreso al realismo político (o sea, al cinismo) y el abandono del proyecto ético que ha defendido Obama durante su campaña electoral. Otro gigante que puede reservar sorpresas es China. Porque la crisis -que se va a traducir en un aumento general del proteccionismo en el mundo y la consiguiente reducción de las exportaciones- le golpeará con mayor rudeza. Miles de fábricas cerrarán despidiendo masivamente a trabajadores desprovistos, en su mayoría, de seguridad social y de atención médica. Las protestas crecerán. ¿Conseguirán las autoridades de Pekín mantener la paz social? ¿A qué precio? En América Latina, la incógnita principal será saber si Barack Obama aceptará el ramo de olivo que le ha ofrecido el presidente de Cuba, Raúl Castro, y si negociará por fin el cese del embargo comercial de la isla. Lo sabremos el 17 de abril cuando, con ocasión de la Cumbre de las Américas en Puerto España (Trinidad y Tobago), el mandatario estadounidense defina su nueva política para el hemisferio. Entre tanto la crisis climática seguirá agravándose. Todo indica que el año 2009 será el de todos los peligros. Porque agoniza una era, la del neoliberalismo, y comienza, a tientas, un nuevo paradigma. Debiera también ser el momento de todas las oportunidades. Para empezar a edificar, por fin, un mundo mejor.
Notas: (1) Este 15 de enero se celebra el II centenario del nacimiento, en Besançon (Francia), de Joseph Proudhon, padre del anarquismo. (2) Moisés Naim, El País , Madrid, 30 de noviembre de 2008.
(*) De Le Monde Diplomatique. Perfecta coincidencia del Dr Peter Garca que hizo un análisis muy similar al de Ignacio Ramonet. Lástima que no lo quizo publicar.
-----------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario
HABLA JUGADOR