25.9.08

OTRA FORMA DE VER CINE





LAS TRAMPAS ESCONDIDAS DEL SUPERHEROE
Por Hugo del Portal



Más que un cinemero o un cinéfilo siempre he sido un amante maniático del séptimo arte.
Puedo verme en un solo día, mas de ocho copias completas, incluso cuando descubro que lo que estoy observando no promete nada bueno.
Pero debo confesar que a veces, al espectar algo nuevo, evoco algunas escenas de antaño como aquella de Volver al futuro III en donde Marty McFly tenía que mantener el equilibrio, cuando lo provocaban para que reaccione llamándolo gallina, y opta por resolver el desafío con una pelea a puño limpio en donde las armas quedan a un lado (1*).
Hablo de una cinta con más de veinte años de antigüedad producida en tiempos menos violentos y en épocas en donde quizás la gran tentación consistía en la posibilidad de sucumbir ante el uso de armas definitivas y devastadoras. Y aunque ahora no ha desaparecido del todo esta terrible opción pareciera que el subliminal mensaje en las películas contemporáneas nos invita a aceptar la presencia permanente del abuso de la fuerza tecnológica de las armas y la violencia de la destrucción sistematizada como una forma normal de vida.
Batman, El caballero de la noche, es un buen ejemplo de esto. Durante todo el filme el personaje principal maneja un doble discurso de este tema que lo obliga a salirse del margen de la ley para alcanzar una supuesta justicia que pone las cosas en orden (rapta a un mafioso escondido en un país extranjero, interviene todos los teléfonos de ciudad Gótica con una avanzada tecnología)
El enmascarado llegará hasta donde no pueden ni podrían llegar las autoridades. Al final (y para sostener la idea de la necesidad de obedecer siempre las leyes) Batman quedará excluido del sistema porque la sociedad requiere la imagen de alguien que represente el triunfo del ordenamiento jurídico (El fiscal Harvey Dent convertido por efectos de una locura de venganza en Dos caras y cuyas acciones delictivas tienen que ocultarse para resguardar el concepto inspirador del triunfo de la ley) Entonces el héroe pasará a ser considerado como un criminal al que habrá que perseguir por su propia decisión en cargar con las culpas ajenas.
Pero todos los espectadores sabemos que no es así. Somos los silenciosos testigos de su inocencia y de su capacidad de sacrificio.
Y cuando ya lo registramos mentalmente tenemos que poner pausa en el pensamiento para entender claramente que nos están pegando una lavada de cabeza al mas puro estilo del Departamento de Estado Norteamericano que en el fondo nos quiere hacer creer que ellos –como el millonario Bruce Wayne- traspasan los límites legales del mundo civilizado por el bien del planeta (convertido para sus objetivos en una inmensa ciudad de comic) y que en su tarea son también injustamente sentenciados.
Impresionante el contrabando ideológico que pretende hacernos creer semejantes mentiras que buscan solamente justificar la fenicia violencia de los estadounidenses. Porque ellos no son, ni serán, la proyección de Batman. Y sus guerras y luchas como -auto nombrados- policías del mundo, obedecen simple y llanamente a los más mezquinos negociados y a los más sucios y miserables intereses. El superhéroe dista mucho de Bush y compañía.
Ahora que enfrentan una terrible crisis económica vamos a poder darnos cuenta de la verdadera esencia de su juego y de su real valentía: cuando se tenga que ajustar con dureza el cinturón, serán los países pobres del mundo los que paguen por la especulación y los manejos tramposos de la mafia de Wall Street mientras nuestros heroicos hermanos del norte salvan sus bastante curtidos y cobardes traseros.
Así Hollywood nos quiera pintar lo contrario en este carnaval veneciano que suelen ser sus producciones que gustan de justificar el mal uso del poder.
Brillante el desaparecido Ledger como un Guasón muy distinto al que encarnó Nicholson en el Batman de Tim Burton. Posible Oscar póstumo.
La cinta entretiene. Cuenta con muy buenos efectos. Hay un magnífico cuadro de actores. Desgraciadamente el belicismo que vende es fatal. Igual: véanla.
Le damos media caña (2*)

(1*) Marty McFly -inspirado en una película de Clint Estwood y en los consejos que le da uno de sus antepados advirtiéndole sobre los peligros de la violencia- no usa la pistola y derrota al “Perro Rabioso” Tanner con algo de boxeo, enterrandolo de pico, de un golpe, en una carreta cargada de estiércol. Al retirarse le regala el arma al familiar recomendándole que la venda por doce dólares.
(2*) Calificación: regular nomás.


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