14.11.07

TAN LEJOS ...TAN CERCA












Reflexiones en torno a la pobreza por Guillermo Giacosa (*)
Según el Banco Mundial, el 19% de los habitantes del planeta vive en extrema pobreza. Si a ello le sumamos quienes viven con menos de dos dólares diarios, llegamos al 40% de la población total. De ellos, 1,100 millones carecen de agua potable y alrededor de 1,200 niños mueren cada hora por enfermedades que la medicina podría curar.
En cuanto a las prioridades de los países ricos, en materia de ayuda el ejemplo de África es pavoroso. Este continente tiene asignados 25 mil millones de dólares para cumplir los llamados 'Objetivos del Milenio'.
La cifra es minúscula si se le compara con los 180,000 millones que EE.UU. está gastando en su guerra contra Irak. Esa evidencia nos hace preguntarnos: ¿estamos contribuyendo al desarrollo o promoviendo la demolición de los subdesarrollados?
Otro dato alucinante es el siguiente: "El 98% de las riquezas de la tierra están en manos de hombres; de los 2,500 millones de personas calificadas como pobres por PNUD, el 80% son mujeres; el 90% de las víctimas de prostitución infantil son mujeres (el 100% de los usuarios son hombres); las tres quintas partes de los menores de edad que no reciben educación estando en edad escolar son mujeres; y dos tercios de los 876 millones de adultos analfabetos son también mujeres".
Pero, además de estas diferencias de género, la pobreza, según una discusión que comienza a tomar cuerpo, no es solamente la carencia de elementos para mantenernos con vida, también tiene que ver con la discriminación antes mencionada, la que se origina por el color o por características culturales. Esa marginalidad en la que se ven obligados a vivir muchos individuos que, pudiendo acceder a un sustento suficiente, no pueden plasmar, sin embargo, su pleno desarrollo en el interior del conjunto de la sociedad que los estigmatiza y los segrega. En suma, superar la pobreza no es solo vencer las barreras del desempleo, del hambre o del analfabetismo; es superar la discriminación y el aislamiento que los condenará, por siempre, no solo a ocupar un lugar secundario sino, también -y eso es lo más trágico-, a sentir que ese es el lugar que fatalmente les corresponde. Recordar la actitud de los 'intocables' (India), quienes solían barrer sus propias huellas para que los no intocables, que venían detrás de ellos, no se contaminaran, es un ejemplo de cómo la degradación se puede incorporar a la conducta humana y terminar siendo casi una segunda naturaleza. Acaban, en algunos casos, aceptándose como inferiores.
Parte de la problemática pasa, entonces, por la desigualdad, y esta, cuando es interiormente aceptada, se convierte en un factor de desvalorización personal que, a la larga, termina siendo un instrumento determinante de la propia postergación y aumenta la vulnerabilidad de estos sectores frente a los poderes dominantes.
Esta reflexión debiera hacernos pensar cómo, sin pertenecer al sector altamente privilegiado, muchos de nosotros disfrutamos beneficios que, en su ejercicio cotidiano, contribuyen a acentuar las injusticias del orden existente.


(*) Aparecido en su columna del diario Perú21

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