Diario de la desocupación
Página 6: Los adioses de mis fantasmas
Aunque (mi) la página suelta de éste diario (que aparece como referencia en este blog) es un texto muy bien logrado y casi redondo, con cierta cercanía al Bienvenido Bob de Onetti, (como bien señaló mi primo Alfredo Portal) creo que hay un aroma escondido en el mismo, que impregna el ambiente con un poco de mi desilusión personal.
Pero desde que lo escribí empecé sin querer a reconciliarme conmigo mismo para poder más tarde limar unas muy duras asperezas con un evidentemente enfuruñado entorno.
Me recuerdo en una de mis tantas noches insomnes sin poder concentrarme frente a la película que veía, que por lo demás era una comedieta bastante ligera.
Entonces recordé alguna lección de mi ahora lejano Sensei de metafísica, el flaco G.C. sobre el inconciente colectivo y la posibilidad de una comunicación diferente con la esencia extraordinaria de cada ser.
Prendí un cigarro y convoqué (suena loquísimo, pero lo hice) a las entidades que habitaban en los cuerpos de mi ex-mujer y su familia y esgrimí con mis mejores palabras, el pañuelo blanco de la paz.
Hubo algunas resistencias, (a veces los resentimientos ajenos pueden ser muy fuertes pese a estar basados en boberas que a menudo sirven únicamente para justificar nuestras mas odiosas bellaquerías) pero al final me invadió una tranquilidad extraña y un cansancio que me durmió por más de diez horas.
Al día siguiente fue otro hombre el que se levantó de la cama y fue también otro el que pudo mirarse en el espejo y reconocer que tras las hilachas (esas que el desencanto cultiva con un dañino entusiasmo) estaba el mismo tipo de siempre.
Aquel que tenía una visión distinta de las cosas, el que gustaba del cine con pasión, el que leía sin parar y que escribía sin ambages y al que la vida feliz le daba tanta coba que parecía gozar de alguna celestial consideración. Entonces volví.
Primero recuperé mi verdadera identidad. Luego la forma se fue amoldando a su correspondencia. Y ahora en definitiva soy mas el de antes del paréntesis que me tocó trazar en la cotidianidad (Todos hacemos un paréntesis en los anhelos que guardamos, como un secreto tesoro, para amoldarnos al momento que afrontamos y sin darnos cuenta nos convertimos en una expresión de conducta encerrada entre símbolos gramaticales)
La amargura se fue haciendo música por las cañerías. Me hice de pequeñas disciplinas que pude cumplir y me encontré pensando en diferente sintonía que unas semanas atrás.
Debo reconocer que se encargaron de mandarme instrucciones por interpósitas personas. Amigos que me dieron claridad con sus palabras precisas como Pedro, Jorge, Iván, Alma, Gianna, mi prima Rocío (mi hermana) y mi hijo Gonzalo (que es un sabio de verdad) que hace justificable y hasta buena, cualquier pellejería que se me cruce en el día a día, a lo largo de mil caminos que recorro con absoluta confianza en el destino.
Le debo parte importante de esta esmerada recuperación a Lito Nebbia, Joan Manuel Serrat, Fito Páez, Andrés Calamaro y en especial a mi propio eco personal, Joaquín Sabina.
Mi soledad sabe de los buenos dúos que hemos compartido entre vinos y rosas. Yo no quiero contigo, ni sin ti es mi voz.
Gracias también a Juan José Campanella por el cine que hace. Gracias Ricardo Darin por interpretarlo tan bien y por putear con tanta clase. Gracias, películas piratas.
No me he olvidado de ti. Tú sabes que no voy a poner ni las iniciales de tu nombre. Cada día te respeto más (ya te lo he dicho) y en tu presencia a cada momento comprendo que las tareas que uno pospone, evade, evita o cabrea, suelen regresar con inusitada fuerza para hacer pedazos el inventario de la experiencia, y sacudirte con una sonrisa, estremecerte con una mirada, matarte con una entrega, y al final devolverte a la existencia en la que con equilibrio suspiras y le das los adioses a los fantasmas.
H.D.P.
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