Diario de la desocupación
Yo soy (a la fuente no le interesa tu sed, le importa la razón de la misma)
"Y entonces me dije: chan-chán. Se acabo el tango. La vida tiene que seguir."
(El hijo de la novia)
La semana pasada, de regreso a mi casa, en el mismo focking carro de siempre y con los mismos focking proletarios de siempre, tuve una visión o como decimos los iluminados medio malcriados: una puta epifanía.
En una esquina, primer paradero entre la Av Bolivar y la Universitaria, esperando el transporte público -seguramente- divisé a mi ex-cuñado, J.C. en el medio del tumulto de los laburantes y otros tan anónimos como el.
Lo observé y comprendí que estaba mas viejo (aunque igual de extraño) y me sentí sacudido por la sensación que decía que la dictadura de la vejez nos estaba acechando sin piedad. Siempre pienso en esas cosas cuando veo gente al tiempo. Me parece como una idea reflejo: cuando veo a alguien que la vida se ha encargado de dar con palo y finalmente cagar, yo -solidario- me estremezco.
Recorde también algunos momentos compartidos. Las trancas de vodka con néctar de piña (que yo pagaba naturalmente) y los porritos de marihuana (que el compraba generosamente) en la mezcla fatal por la que terminabamos hablando de metafísica en onanistas analogías con la Guerra de las Galaxias: "Como puedes volar el Halcón Milenario de Han Solo si no puedes ni con una pequeña nave caza" es una de esas frases que me genera un desatado buen humor y un inigualable estado de ánimo, como un oleaje de sonrisas.
Un día en el juego de la inconciencia casi terminamos todos en la Estrella de la muerte y los muy cobardes, el y su hermana, P, mi ex-compañera, dejaron que yo cargue la culpa para proteger sus bastante pequeñas y endebles enterezas.
Hoy lo puedo contar, a la distancia, con cierta alegría e indiferencia, porque todo aquello que no me fue, ni me es, ni me será, afín de verdad, porque ha querido el tiempo, que la evolución y la involución, que nuestras dramaticas metamorfosis personales nos separen en definitivo (y para lo que les quede de vida, en las nimias expectativas de conocimiento que nos queden) nos revelan que juntos jamas fuimos hechos para nada que sea realmente expectácular.
Que nuestra misión fue procrear el hijo extraordinario que tenemos y que -la sabiduría de la jerarquía celestial- ha convertido en un ser maravilloso dotado de la una belleza espiritual y personal, ahora inalcanzable para la obscuridad de su progenitora y la de su parentela en su entorno. Es una lástima. Pero es y uno debe saber aceptar estas cosas y a estos seres para liberarlos.
Mi homenaje a ellos será éste acto de silenciosa aceptación por el cual los libero, les abro la puerta final para que -en otra vida quizás- sean luz.
Ni siquiera voy a responder la mezquindad de la que hace gala P cuando pretende provocarme alguna molestia tratando de criticarme vanamente (lo que para ella debe ser como una especie de justificación barata ante el clan) y de ahora en adelante sólo rebatiré sus agravios recordando en silencio, algún momento en que trascendieron su limitación natural y genética y fueron por breves instantes ligeramente buenos, cordiales, llevaderos.
Como seres humanos sabemos que cuando partimos a nuestra realización personal o cuando volvemos al monte en busca del pasado (en el que encontramos amigas quebrantadas por una vejez fatua o amigos a los que traicionamos sin asco con la primera billetera con plata que se nos cruzó por el camino) nos espera algo así como la pelea definitiva, brutal, en la lluvia, entre Neo y el agente Smith en la reveladora Matrix Revolutions.
Esa búsqueda se llama tentativa de redención y es válida cuando es sincera.
Invoco -para el propio beneficio, de quien lea estas líneas- una atrevida y final mirada al espejo. Eso somos. Más lo de adentro. Menuda chamba nos espera.
Buen a viaje a todos. Chan-chán.
H.D.P.
13 Abril 2011
Yo soy (a la fuente no le interesa tu sed, le importa la razón de la misma)
"Y entonces me dije: chan-chán. Se acabo el tango. La vida tiene que seguir."
(El hijo de la novia)
La semana pasada, de regreso a mi casa, en el mismo focking carro de siempre y con los mismos focking proletarios de siempre, tuve una visión o como decimos los iluminados medio malcriados: una puta epifanía.
En una esquina, primer paradero entre la Av Bolivar y la Universitaria, esperando el transporte público -seguramente- divisé a mi ex-cuñado, J.C. en el medio del tumulto de los laburantes y otros tan anónimos como el.
Lo observé y comprendí que estaba mas viejo (aunque igual de extraño) y me sentí sacudido por la sensación que decía que la dictadura de la vejez nos estaba acechando sin piedad. Siempre pienso en esas cosas cuando veo gente al tiempo. Me parece como una idea reflejo: cuando veo a alguien que la vida se ha encargado de dar con palo y finalmente cagar, yo -solidario- me estremezco.
Recorde también algunos momentos compartidos. Las trancas de vodka con néctar de piña (que yo pagaba naturalmente) y los porritos de marihuana (que el compraba generosamente) en la mezcla fatal por la que terminabamos hablando de metafísica en onanistas analogías con la Guerra de las Galaxias: "Como puedes volar el Halcón Milenario de Han Solo si no puedes ni con una pequeña nave caza" es una de esas frases que me genera un desatado buen humor y un inigualable estado de ánimo, como un oleaje de sonrisas.
Un día en el juego de la inconciencia casi terminamos todos en la Estrella de la muerte y los muy cobardes, el y su hermana, P, mi ex-compañera, dejaron que yo cargue la culpa para proteger sus bastante pequeñas y endebles enterezas.
Hoy lo puedo contar, a la distancia, con cierta alegría e indiferencia, porque todo aquello que no me fue, ni me es, ni me será, afín de verdad, porque ha querido el tiempo, que la evolución y la involución, que nuestras dramaticas metamorfosis personales nos separen en definitivo (y para lo que les quede de vida, en las nimias expectativas de conocimiento que nos queden) nos revelan que juntos jamas fuimos hechos para nada que sea realmente expectácular.
Que nuestra misión fue procrear el hijo extraordinario que tenemos y que -la sabiduría de la jerarquía celestial- ha convertido en un ser maravilloso dotado de la una belleza espiritual y personal, ahora inalcanzable para la obscuridad de su progenitora y la de su parentela en su entorno. Es una lástima. Pero es y uno debe saber aceptar estas cosas y a estos seres para liberarlos.
Mi homenaje a ellos será éste acto de silenciosa aceptación por el cual los libero, les abro la puerta final para que -en otra vida quizás- sean luz.
Ni siquiera voy a responder la mezquindad de la que hace gala P cuando pretende provocarme alguna molestia tratando de criticarme vanamente (lo que para ella debe ser como una especie de justificación barata ante el clan) y de ahora en adelante sólo rebatiré sus agravios recordando en silencio, algún momento en que trascendieron su limitación natural y genética y fueron por breves instantes ligeramente buenos, cordiales, llevaderos.
Como seres humanos sabemos que cuando partimos a nuestra realización personal o cuando volvemos al monte en busca del pasado (en el que encontramos amigas quebrantadas por una vejez fatua o amigos a los que traicionamos sin asco con la primera billetera con plata que se nos cruzó por el camino) nos espera algo así como la pelea definitiva, brutal, en la lluvia, entre Neo y el agente Smith en la reveladora Matrix Revolutions.
Esa búsqueda se llama tentativa de redención y es válida cuando es sincera.
Invoco -para el propio beneficio, de quien lea estas líneas- una atrevida y final mirada al espejo. Eso somos. Más lo de adentro. Menuda chamba nos espera.
Buen a viaje a todos. Chan-chán.
H.D.P.
13 Abril 2011
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