31.8.11

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN



Diario de la desocupación
Página 10 -  Cerca de la revolución


"Cerca de la revolución, el pueblo pide sangre, cerca de la revolución yo estoy cantando esta canción que alguna vez fue hambre" 


Una de las actividades que ejecuto con gusto y con verdadera fruición, es la de asistir, las mañanas de los sábados, a las reuniones de un grupo organizado de la 
izquierda nacional.
Un colectivo de cuadros que analiza con dedicación la actualidad e interviene con firmeza y sacrificio en el pálido juego de cartas marcadas que constituye la incipiente actividad de la partidaria política peruana.
Deseoso de la disciplina, suspendí mis viernes de turca con vino, rosas y Joaquin Sabina y los cambie por la visualización casera de películas piratas, la lectura del semanario de los viernes y el acostarme temprano como deportista ejemplar. 
Eso me permite llegar puntual a la cita. Casi siempre primero con quince minutos de anticipación lo que me deja tiempo para intercambiar conceptos con personas fascinantes como el caballero que me vende el café y que además me obsequia totalmente gratis diez minutos de sabiduría en estado puro. 
Como en todo evento de esta naturaleza hay varios tipos de personas que debo presentarles en esta ocasión.   
Está, naturalmente, el innegable líder y Presidente del Comité. 
Ya algo tocado por el paso de los años y con la fama de sufrir de un mal carácter casi apocalíptico (por el que se exalta con facilidad dando golpes de puño sobre la mesa) y con el que defiende sus convicciones con suma vehemencia.
En verdad, en esa actitud radica su debilidad, ya que esas explosiones de ira deterioran su salud y lo hacen generarse distancias con sus propios amigos y también resplandece su fuerza absoluta porque esa maravillosa capacidad de indignación ante lo injusto lo convierten en una persona de amplia fibra moral e imbatible consecuencia en un país en donde lo que abunda son los tibios y los convenencieros. 
Cuando quiere, hace gala de una capacidad de estudio y trabajo sorprendente y hay semanas en la que me dejo ganar por la lucidez excepcional que pareciera emanar como un chorro de luz desde su frente calva. 
Es un tipo admirable. Es honesto. Y nadie puede dudar de su compromiso permanente con la causa de los desposeídos. 
Es el personaje -por méritos propios- de nuestra pequeña organización. 
Están también los militantes de base. Los que hace años se casaron por convicción de clase con el cambio. 
Son la gente del pueblo (que como bien decía el Facu Cabral, son los que le dan la personalidad al mundo en donde los ricos son iguales de insufribles en todas partes) la que asiste, trabaja, agita, hace escuela y no se deja seducir por alguna colocación en el aparato estatal, así no estén bien remunerados o vivan con estrechez económica. 
Son los que más admiro porque representan la semilla de la hermosa flor que nos depara el futuro. Y aunque no se dan cuenta de su real dimensión, en sus manos siempre esta la posibilidad de un mundo y de una vida mejor. 
Hay también intelectuales renombrados y profesionales prestigiosos que, como yo, cargan las muletas de los vicios de todo pequeño burgués, que quieren modificaciones drásticas y absolutas, y que por falta de convicción total no entienden ni clarifican como hacer la revolución para el pueblo por medio de ese mismo pueblo que necesita de su participación, entrega y sacrificio.
Son gente valiosa que aporta su conocimiento (en algunos casos casi enciclopédico) y que si llegase a prescindir de las comodidades de una buena posición y de las facilidades tecnológicas (como el blueberry por ejemplo) quizás acompañarían en su travesía a cualquier Javier Heraud de nuestros días. No dudo de que ellos son cuestión de tiempo.
Yo soy el que escucha. Soy de los que no hablan porque cree que es mejor que la gente tenga dudas sobre tu posible idiotez antes de que abras la boca y confirmes a rajatabla, que eres un perfecto idiota. 
Porque ando infectado con el bicho de la anarquía en medio de un feroz hedonismo y porque mis frases son letales como hamarticas y porque ya no me queda nada de nada en el pastillero de las medias tintas. Contradictorio y jodido.
Hasta ahora creo que el cambio es posible. Pero que todo esa posibilidad radica en que venga del corazón.
No soy un tipo de masas. Ni se lo que es hacer trabajo de bases. Y a veces soy capturado por mis propias conjuras, aquellas por las que abandono el mundo por completo, entregándome a muy feroces lecturas de novelas o largas sesiones de cine continuado, cuando no a escribir, artículos de variado tono insolente o poemas en los que dejo bien sentado que mi neurosis sigue ahí vivita y coleando. 
Pero por sobre todas las cosas me une con fuerza a estas personas mi incansable e inacabable esperanza de que podemos conseguir una sociedad equitativa con justicia social y un mundo en el cual no se le niegue a nadie la posibilidad de ser feliz, de crecer y evolucionar y de alcanzar la anhelada armonía y la conciencia tranquila. 
Mientras tanto seguiré, como canta Charly García, cerca de la revolución. 
Este sábado sin falta, camaradas. 


H.D.P.

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