4.10.12

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN


Diario de la desocupación
Pagina 20: Ángeles en el techo.

En este mundo nada hay tan cruel como la desolación de no desear nada
(Haruki Murakami)

“Quienes han tendido sobre sus pies la alfombra del indescriptible honor de conocer mis aposentos domiciliarios, saben que acompaña mi estancia en ese espacio sin tiempo, unos cuadros sin más valor que el del buen recuerdo, un mar de fotografías, afiches agresivos como la voz de Tyler Durden, adornos raros, no necesariamente de marca ficha, o del refinamiento nacido de la billetera oportuna, música variada, películas reveladoras, vino como un maná rojo de ambrosía, cigarros por doquier, y una ruma de libros para los némesis del deleite de un lector maniaco y  obsesivo, como yo soy.
Todo bajo un manto de harto polvo, que sacude, meneando un monumento a los pechos deseables, una morena de dientes de marfil y risa de esperanzas (pese a la dura pobreza diaria) y que viene los días sábados a limpiar toda clase de poluciones permitidas.
Y además están los huacos eróticos y la representación diversa de muchos símbolos esotéricos que nunca, aunque no lo crean, se ensucian, como si por su relevante vida propia, estuviesen protegidos por alguna deidad inmaculada de la limpieza eterna.
Cuelgan de mi puerta campanillas, lunas sonrientes con dijes de coloridos vidrios, y llama ángeles metálicos que tienden a regalarme sus dulces sonidos de visita cuando uno de estos seres alados, que tanto me cuidan, suele tocar el umbral que pone una pequeña distancia entre mis peculiares maneras  y un mundo entregado a la poesía del cinismo como forma de vida y del azote metafórico de las lanzas de la tristeza.
Siempre, a su especial convocatoria, levanto el puente imaginario y abro los portales a su canto. Y entonces, sólo entonces…

Cursos sin curso
Marilyn,  se despierta todos los días a la hora del diablo.
Si la hora señalada por el maestro Jesús son  las tres de la tarde, Lucifer, al otro extremo, ha escogido las mismas singularidades horarias pero de la madrugada.
Ahí, en el rincón junto al cielo, que es la habitación del techo de la casa paterna, observa y observa, a través de la grieta de un tejado, que amenaza con caerle encima a la primera insinuación movediza del grito sísmico de grado tumba casonas antiguas, creyó ver, hace un tiempo, un desfile etéreo de figuras celestiales con alas.
Entre el instante en que logró reconocerlos, pudo sentir latir en su piel mas profunda y en el forro más intimo de su esencia, una vibración que la convenció que la resistencia, a sus años, era inútil, que lo mejor que podía hacer para no sentir, ni enfrentar, los látigos del sufrimiento, era callar su injusta situación (condenada al rincón mas menesteroso del hogar familiar, por unas hermanas egoístas y una madre indiferente)era entregar la voluntad de no pelear y no reclamar lo que le correspondía y dejar que su hija, la pequeña Alondra, y la mascota familiar (un perrito irremediablemente maloliente, sumamente cojo, y medio ciego, al que irónicamente llaman Príncipe) convivieran en esa habitación casi derruida, sobrevivieran al paso, sin chistar, ni querer unos días un poco mejores, o el amor limpio de algún hombre bueno, luego sufrir de un matrimonio desastroso con un galeno iracundo, al que los influjos del licor convertían en un ser lleno de ciegas violencias y capaz de maltratos físicos y verbales que en pocos años anularon todas sus ilusiones de niña.
El pecado no existe, decía mi Maestro, nuestras justificaciones le dan ese carácter, y no hay peor falta a la enseñanza del Gran Viejo celestial, que agitarse la conciencia justificando y aceptando que se debe caminar por el mundo sin intentar ser feliz, sin tentar la dicha que la gran mente universal ha designado para nosotros.
Marilyn peca de omisión sin remedio, camina en el paraíso sin atreverse a verlo. Ha optado por vegetar.
Aunque se llene de falsos profetas:
Hay que tener el valor de saber discernir que los únicos maestros que cobran dinero por sus enseñanzas sin fondo espiritual real, son los inefables miembros del SUTEP y que los milagros no se envuelven en la palabrería de los seminarios New Age, como cursillos para la elaboración de cerámica, alfajores o platos típicos de moda.
La aceptación es un paso de la evolución consciente que implica lucha, sacrificio, confrontación (no con el medio externo sino con los fantasmas interiores) y trabajo, que es traer de abajo los temores para iluminarlos con la fe del que sabe que merece toda la gracia de la armonía, toda la luz que vive en su ser, siempre a la espera de ser hallada.
Así, con la vida decidida en tono menor, dio gracias por labores mal pagadas,  bajó la cabeza cuantas veces pudo y sembró en la pequeña Alondra, un extraño afán de jugar sólo con los infantes más feos de su clase, esos que nadie empelota por pesados.  
Supongo, que de mayor, se casará con alguno de ellos, el que sea lo mas inofensivo posible, aunque su rostro pueda inspirar una máscara de Halloween o su voz suene a incorregibles boberas  que la hagan lamentar haberse unido a un inexorable chanta y la mala sangre hierva.
Pensar que las cosas, son como son, por algo, está bien.
Convencerse que la inmovilidad o la falta de respuesta lógica esta bien es ser bastante cruel con uno mismo, que es, quizás, la más imperdonable forma de maldad porque estás a cargo de tu átomo de luz y tienes la única y absoluta responsabilidad de velar por un único espíritu a tu cargo: el tuyo propio que tiene todas las respuestas que buscas.
El bienestar es una ley. Tontos, los que la desoyen. Suicidas quienes no creen en si.

…Y entonces, sólo entonces, me encuentro con un ángel, algo subido de peso, fuma como chino en quiebra, tiene el pelo largo sobre una cara de resaca sabinera, de esas noches de tiros sin pistolas, de las grandes matanzas de gatos negros de cartón  o de sorber cátedras de vidrio desde el cuerpo plácido de una mujer mimosa y loca.
Una expresión sardónica de ser creador de la felicidad y amo de su destino porque ha aprendido que a cuanto mayor fue el dolor, menos es ahora el miedo.
El muy jodido, me mira de arriba para abajo y dice, sal del espejo, te estas viendo, y añade;
Yo vivo –como en todos los putos bípedos de este mundo- dentro, muy dentro, de ti, en tu afiebrado y efervescente corazón. Tu eres tu propio ser angelical”

H.D.P.

27.9.12

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN



Diario de la desocupación
Página 19: Teoría del Rimember

Mientras secaba un Luigi Bosca, Malbec (en súper-oferta con 70% de descuento, te sale a 20 mangos) conversaba con mi buen amigo Lalo disfrutando su auto del año, bacán, reluciente, brillante, recién comprado.
Lalo es un magnífico profesional. Un buen cirujano que ha llegado a los sesenta pirulos, ensolterado por un divorcio anunciado, desde que frisando la cuarentena se le ocurrió unir su vida, con cura y alcalde de por medio, a la de una mujer veinte años menor que el  y de muy distinta condición cultural, psicológica y social.
Ella era una huachafita, hubiera dicho mi viejo y tiene demasiado acento de paisana, diría mi madre. Nada más lejos de la desnudez de una certeza para este caso.
La verdad es que eran diametralmente opuestos y sólo ese amor verdadero (que cantaban los trovadores provenzales empachados en excesivo chocolate) quizás les habría cedido la oportunidad de sobrevivir como pareja.
Decepciones van y vienen. Terminaron más distanciados que poetas y políticos en congreso de semiotecnias. Así de mal.
Calamaro canta, que todo lo que termina, termina mal. Estoy de acuerdo.
Lo que le sucede a los finales, si por casualidad se reactivan, es unas muy malas segundas partes o re-estrenos de fría calentura.
Odiosas recriminaciones como flechas de fuego.
Pasado unos calendarios de sucesivos y espaciados, choques y fugas con diferentes damas de variado pelambre, Lalo se ha vuelto a enamorar.
Luego de pasarse la vida en el gimnasio, conservando un buen estado físico, alimentando una cultureta con la profundidad de un plato de sopa y de ser uno de esos fieles inalterables tíos que van a la iglesia de Los Heraldos del Evangelio, todos los domingos a las siete (no como en el vals,que reza; cada domingo, a las doce, para verte pasar después de la misa) Lalo sigue siendo el buen tipo que era, sano, decente y de actuar siempre correcto.
Esta vez la tipa es menor por cuarenta años (no encuentro la filia correcta pero debe ser algo así como filoveinteañera o la famosa turbación senil por las carnes frescas)
Dependienta y cajera de una panadería de las que usan bromatos prohibidos de seguro. Ricotona, a la primera lengua de candela, de la lascivia que embriaga con la botella del diablo. 
Luego de salir un corto tiempo en el que Lalo confiesa haber tocado las puertas del cielo al gozar con la ternura de sus besos, me cuenta que visitó el quinto infierno cuando la muchacha ensopada en vodka (y de seguro con un par de estimulantes aspiraciones) le había cantado las coplas de la mujer maldita, con tal uso de gestos (y como mordiendo las palabras con mandíbula de fiera) que había salido volando de la situación romántica, metiendo el acelerador como lo haría un buen piloto de carreras en Le Mans.  
-No quería, pero me he encamotado- dijo encendiendo el undécimo cigarrillo de la noche (Lalo ha vuelto a fumar, ha bajado como diez kilos y hay en sus ojos buenos un ligero brillo de ansiedad como el de los infantes cuando les falta su implacable mamá castigadora)
-Y ella se ha dedicado al trago- añadió, -no me gusta eso, no me gusta- repetía como consternado
- Bueno, le dije, poniendo cara de banquero que teme dar un préstamo, con un solicitante poco seguro, para preguntarle, así  como quien no quiere la cosa…
-¿Y no te apetecería un buen rimember?-
A lo que Lalo respondió, claro, cómo no (sus ojos brillaban como con un endemoniado éxtasis de rijosidad) pero a una dama no se le pide eso, jamás, añadió resignado.
Debo confesar que alguna vez, instigado por mi prima más querida, observé las nuevas fotos de mi ex esposa en su facebook, utilizando el de mi hijo que la cuenta como uno de sus pocos contactos.  
Lucía su bonito derriere (reconozco que siempre lo tuvo lindo) y entonces, algunos animalitos se agolparon en mis sentidos reclamándome, exigiéndome, como deseando saborear otra vez ese cuerpo que alguna vez fue mío, tanto como mi propia sombra.
Los mande callar porque siempre se debe respetar las vidas que dejamos atrás y porque el Remimber solo se justifica si cuenta como mecenas y promotor al legítimo amor, cuando éste es como UNA LUZ ABSOLUTA Y TOTALIZADORA. 
Las uniones disparatadas (la diferencia de edades tan abismal o extracciones de clase tan distintas) tienden a empujarnos hacia la búsqueda desmesurada del placer, lo que tarde o temprano (siempre más pronto de lo que uno se imagina) nos conducirá al otro extremo, es decir a un inevitable (pero aleccionador) dolor.
No soy de los que dan consejos (y menos gratis) No es mi negocio.
Creo que sería para mi, una forma absurda de compromiso. Creo que todos debemos pasar por los procesos que nos enfilan hacia nuestra real necesidad de aprendizaje. 
Creo que está mal el interferir en lo que va a plenar, inexorablemente, la vida de los otros.
Sin embargo es bueno entender que al enterarme sin querer de estas cosas (y eso nos pasa a todos) hay una clave que debo interpretar y que es lo que constituye mi trabajo:
No dejes que la pasión te domine hasta neutralizar tu razón, sino arrasará con tus días como la estirpe condenada de los Buendía del Gabo, a cien años de soledad.
Aunque por lo demás, nadie ha de despojarte, de lo bailado, lo sentido, lo gozado. Tu lección son tus elecciones. 
Say no more.
H.D.P.

19.9.12

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN








Diario de la desocupación


Pagina 18: Otra vez, el sueño...

Ayer, y en menos de una semana, he vuelto a soñar otra vez con mi padre. Para nadie es un secreto que yo tenía un vínculo muy especial con el, pese a nuestros constantes desencuentros.
En el sueño lo acompañaba Eddy Arturo casi como un hermano para mi, y su intención era (en esas conversaciones borrosas y fellinescas de los juegos oníricos) que me entrevistara con mi ex esposa Patricia, para reconcili
arnos al momento.
La sola idea era radicalmente absurda, no solo porque entre ella y yo, no hay posibilidad de ser ni siquiera ligeros conocidos (para mi son patéticos esos boludos o esas boludas que dan vueltas de trescientos mangos alrededor de sus ex, con tortuosas intenciones) y además la principal enseñanza que más recuerdo de mi viejo, es la del humo que tanto nos gusta, el solía decir que un buen fumador no prende un cigarrillo que ya se ha apagado. Por eso que su proposición era extraña. Y obligaba a la interpretación.
Desperté otra vez con esa sensación que mordisquea mi cuerpo cuando van a iluminarme con cierta liberación. Claridad.
Escribí un par de mensajes en el Imbox (había dejado la notebook prendida, sobre la cama) y elimine una serie de contactos poco necesarios pero que me aseguraban el absoluto olvido que requiere todo lo que además de fastidiarnos se convierte en lastre.
Y es que siempre pero siempre:
El cartero llama solamente dos veces. El año pasado, en un momento de debilidad Malbec argentino, le ofrecí una pensión a mi ex-esposa, ella como chola orgullosa de la tribu de los chancas, me contestó, esa plata dásela a nuestro hijo, yo de ti no quiero nada.
Y me salvó el primer llamado del cartero.
Si ella hubiera aceptado ese dinero, iba a significar una serie de idas y vueltas y la posibilidad que en la primera de bastos termináramos en la cama (yo hecho un hamster, feliz en el celo de la hembra y luego muerto pasado el mismo) y todo se me iba a complicar como antes de estos tiempos de vino, gloria y rosas.
Este año le ofrecí mi casa a una dama. Segundo timbrazo del cartero, ella no quiso porque no entraban sus cosas en mi departamento (una serie de cacharpas de los tiempos de Morales Bermúdez) y porque mi divorcio no estaba ni siquiera en trámite (ustedes comprenden que no soy muy disciplinado que digamos)
y ahora que veo todo desde otra perspectiva se que eso hubiera sido la mejor representación del infierno con fondo de Sabina.
Se que no va a haber un tercer golpe y tengo que ir con pies de plomo en cualquier decisión que vaya a tomar. Lección aprendida.
Mira papá, o pá, como te decía, ya he entendido, si te me vuelves a presentar cuando este en los brazos de Morfea (solo un marica puede estar en los de Morfeo) voy a pensar que ya me toca mudarme al barrio que esta más allá de las estrellas.
Sigo adelante, yo no rompo promesas (hay gente que me facilita las cosas haciendo ese sucio trabajo) estate tranquilo que no he renunciado al mundo que dibujábamos con un lápiz, no te impacientes porque tu historia y tu verdad serán conocidas por el mundo entero, la novela va viento en popa, nada ha cambiado.
Este viernes me la voy a pegar con mi amigo Abel  y mañana iré de visita -como todos los jueves- donde mi tía María y mi tío Orestes, y en todas las noches limeñas comparto las ilusiones, mis soledades y mil proyectos con ese nieto fabuloso del que te vanaglorias en los confortables salones de lo eterno (y que ahora despierta las mezquinas pequeñas envidias, ya te contaré luego) y que hace del aprendizaje cotidiano una fuente inagotable como un maná desatado y tierno, de improvisados maestros, a quienes agradezco, lo bueno y lo malvado, porque plenan mi inalterable fe, despiertan mis escondidos talentos, alimentan mis furias y me hacen un tipo que siempre baila de contento aunque la tormenta del desamor no amaine.
 

7.9.12

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN


Diario de la desocupación

Página 17: Espinosa Espiritualidad





Hace años, cuando era un niño, un gordito bastante lacroso por cierto  (lo de lacroso dura hasta estos  tiempos de vino y rosas) se presentaron un par de curas a mi colegio de primaria.
Estudiaba yo en un pequeño negocio propiedad de un par de tías solteronas, castísimas, que como marca registrada usaban, para sus centros de desasnamiento,  los comerciales nombres de las vírgenes,  santos y señores  más rankeados,  Del Pilar, Del Carmen, De Lurén, De la Merced, De la Reconciliación y de la Reparinpanputa que las parió.
Así  pues que tan ligadas como andaban con Dios (*1) y la jerarquía eclesiástica que dice representarlo, cada año sometían a los alumnos del quinto de primaria a una especie de prueba o test  de vocación sacerdotal.
Los recuerdo como si los estuviese viendo, con sus sotanas mariconas, casposos, con esa mirada culposa del onanismo desmedido, con esa mentirosa vocación para la nada que tienen los fantasmas, los farsantes y los que pretenden agitarnos la conciencia.
Con su acento español de cinco esquinas y su actitud de aprovecharse de la sorpresa que nos presenta lo desconocido, repartieron en las carpetas, una especie de examen impreso que supuestamente iba a medir quienes de nosotros estábamos más cerca de Dios (*2)
El más desagradable de los dos se acercó a mi sitio y me dijo suavemente, que yo podía salir, que estaba exonerado del proceso. Y yo, feliz,  me fui al patio con mi pequeña pelotita y mientras mis compañeros eran testeados para ver su proximidad a Dios (*3), yo me jugué la final del mundial imaginario y logre darle el pase del gol, al Cholo Sotil, con el que fuimos por única vez, en nuestra jodida historia pelotera, campeones mundiales de futbol.
Años más tarde medité mucho sobre el tema y como yo era un intelectual y era un poeta y era de izquierda, joder, que tenía que ser ateo, y joder que después me volví agnóstico porque sonaba vargallosianamente más bonito y hasta tenía más estilo y más caché.
Creencias y poses que me duraron hasta cuando  mi viejo  fue llamado a su juicio personal siendo tan joven y decidí reconciliarme con Dios (*4) y hasta me casé por la iglesia, con misa, coro, y vestido de posible víctima para la inexorable mala sangre que nos causa la desmedida ilusión.
Incluso comencé a ir a misa, un par de veces por semana, a las doce como en el vals huachafo,  y tuve el atrevimiento de querer comulgar y hasta intente confesarme.
De seguro estaba embalado con semejante guiño al cinismo y con esa facundia de los buenos escribidores estaba relatándole mi dolce vita al hombre escondido tras la redecilla (confieso que en mi primera comunión me senté en el reclinatorio pensando que era una sillita para el alma aún enana) y de pronto el ibérico exclamo, hijo, por dios, que lo tuyo no tiene perdón del cielo.
Que no me joda. Quién, que no haya vivido con cierta intensidad, no sabe de los estragos del Cali Pachanguero (*5) de las noches de tiros sin pistolas. Quién, que no haya tomado como para una noches loca de copas, no se despierta en medio de dos cholas anónimas, o de alguna fauna femenina de saldo y esquina.
El sobresalto del  ensonatanado, con ese falsete delator obviamente homosexual, no venía al caso. Pero era evidente para un templo que representa las ruinas del perdón y la indulgencia.
Años más tarde, la metafísica,  con nombre, libros y maestros indexados,  me buscó sin que yo lo deseara y hasta ahora –cuchumil años después-  lo único que he podido determinar es que ni siquiera puedo domesticar mi inquieta esencia tan llena de debilidades y de inventarios de tinieblas y que la vida se me presenta tan deseable como la mirada apasionada de la desnudez del amor, o tan detestable como el levantarme de la cama tibia y protectora para ir a trabajar al mundo de la desprotección que es esta puta jungla de frío cemento.
El mejor consejo que suelo dar es que no me pidan consejos. No tengo autoridad moral, vocación de psicoanalista, tiempo, ni dinero para semejantes excentricidades.
Te digo, loco, loquita o whatever, que un loco es faltamente loco, así como un sabio es fatalmente sabio y que el mundo está lleno de buenas voluntades regadas por  las aceras de las buenas intenciones que han empedrado el camino de todos los infiernos.
Estamos rodeados y podridos en la más hedionda y adictiva hipocresía de querer vendernos como buenos sin importar el costo y por eso repartimos sentencias y juicios que no son más que la  auto sentencia del propio desmadre. 
Libérate siendo feliz y cumpliendo la tarea que se te ha encomendado desde que viniste a este planeta escuela, que es salvar al mundo salvando tu propia vida.
El cómo es lo que nos hará distintos. Usa tu propia fe.
Pero siempre entendiendo que no podemos huevear a nadie y menos a Dios (*6)
Say no more.
(*1)  El Padre celestial, para estas tías era como un socio secreto.
(*2) El viejo para nosotros era como un profesor con una larga palmeta.
(*3) El hombre de arriba para mis amigos seleccionados para ser futuros curas fue como el dueño de la hostería que se olvida siempre  servir el almuerzo y todos desertaron de su vocación religiosa unos pocos años más tarde
(*4) Desde ese entonces Él  y  yo estamos en paz, es más, yo diría que me engríe en exceso, siendo tan generoso y tolerante con mis diarias impertinencias.
(*5) Taquicardia e insomnio que se presenta la resaca después del uso y abuso de la cocaína
(*6) Dios no les cree nada a esa cáfila de pelotudos que andan regalándoles cosas a los niños pobres  (de Ripley, a crédito) o que se visten de morado en octubre, mientras en la misa del domingo le miran el trasero  (escaneándoselo) a la feligresa de la fila de adelante.
H.D.P.