Diario de la desocupación
Pagina 20: Ángeles en el techo.
En este mundo nada hay tan cruel como la desolación de no desear nada
(Haruki Murakami)
“Quienes han tendido sobre sus pies la alfombra del indescriptible honor de conocer mis aposentos domiciliarios, saben que acompaña mi estancia en ese espacio sin tiempo, unos cuadros sin más valor que el del buen recuerdo, un mar de fotografías, afiches agresivos como la voz de Tyler Durden, adornos raros, no necesariamente de marca ficha, o del refinamiento nacido de la billetera oportuna, música variada, películas reveladoras, vino como un maná rojo de ambrosía, cigarros por doquier, y una ruma de libros para los némesis del deleite de un lector maniaco y obsesivo, como yo soy.
Todo bajo un manto de harto polvo, que sacude, meneando un monumento a los pechos deseables, una morena de dientes de marfil y risa de esperanzas (pese a la dura pobreza diaria) y que viene los días sábados a limpiar toda clase de poluciones permitidas.
Y además están los huacos eróticos y la representación diversa de muchos símbolos esotéricos que nunca, aunque no lo crean, se ensucian, como si por su relevante vida propia, estuviesen protegidos por alguna deidad inmaculada de la limpieza eterna.
Cuelgan de mi puerta campanillas, lunas sonrientes con dijes de coloridos vidrios, y llama ángeles metálicos que tienden a regalarme sus dulces sonidos de visita cuando uno de estos seres alados, que tanto me cuidan, suele tocar el umbral que pone una pequeña distancia entre mis peculiares maneras y un mundo entregado a la poesía del cinismo como forma de vida y del azote metafórico de las lanzas de la tristeza.
Siempre, a su especial convocatoria, levanto el puente imaginario y abro los portales a su canto. Y entonces, sólo entonces…
Cursos sin curso
Marilyn, se despierta todos los días a la hora del diablo.
Si la hora señalada por el maestro Jesús son las tres de la tarde, Lucifer, al otro extremo, ha escogido las mismas singularidades horarias pero de la madrugada.
Ahí, en el rincón junto al cielo, que es la habitación del techo de la casa paterna, observa y observa, a través de la grieta de un tejado, que amenaza con caerle encima a la primera insinuación movediza del grito sísmico de grado tumba casonas antiguas, creyó ver, hace un tiempo, un desfile etéreo de figuras celestiales con alas.
Entre el instante en que logró reconocerlos, pudo sentir latir en su piel mas profunda y en el forro más intimo de su esencia, una vibración que la convenció que la resistencia, a sus años, era inútil, que lo mejor que podía hacer para no sentir, ni enfrentar, los látigos del sufrimiento, era callar su injusta situación (condenada al rincón mas menesteroso del hogar familiar, por unas hermanas egoístas y una madre indiferente)era entregar la voluntad de no pelear y no reclamar lo que le correspondía y dejar que su hija, la pequeña Alondra, y la mascota familiar (un perrito irremediablemente maloliente, sumamente cojo, y medio ciego, al que irónicamente llaman Príncipe) convivieran en esa habitación casi derruida, sobrevivieran al paso, sin chistar, ni querer unos días un poco mejores, o el amor limpio de algún hombre bueno, luego sufrir de un matrimonio desastroso con un galeno iracundo, al que los influjos del licor convertían en un ser lleno de ciegas violencias y capaz de maltratos físicos y verbales que en pocos años anularon todas sus ilusiones de niña.
El pecado no existe, decía mi Maestro, nuestras justificaciones le dan ese carácter, y no hay peor falta a la enseñanza del Gran Viejo celestial, que agitarse la conciencia justificando y aceptando que se debe caminar por el mundo sin intentar ser feliz, sin tentar la dicha que la gran mente universal ha designado para nosotros.
Marilyn peca de omisión sin remedio, camina en el paraíso sin atreverse a verlo. Ha optado por vegetar.
Aunque se llene de falsos profetas:
Hay que tener el valor de saber discernir que los únicos maestros que cobran dinero por sus enseñanzas sin fondo espiritual real, son los inefables miembros del SUTEP y que los milagros no se envuelven en la palabrería de los seminarios New Age, como cursillos para la elaboración de cerámica, alfajores o platos típicos de moda.
La aceptación es un paso de la evolución consciente que implica lucha, sacrificio, confrontación (no con el medio externo sino con los fantasmas interiores) y trabajo, que es traer de abajo los temores para iluminarlos con la fe del que sabe que merece toda la gracia de la armonía, toda la luz que vive en su ser, siempre a la espera de ser hallada.
Así, con la vida decidida en tono menor, dio gracias por labores mal pagadas, bajó la cabeza cuantas veces pudo y sembró en la pequeña Alondra, un extraño afán de jugar sólo con los infantes más feos de su clase, esos que nadie empelota por pesados.
Supongo, que de mayor, se casará con alguno de ellos, el que sea lo mas inofensivo posible, aunque su rostro pueda inspirar una máscara de Halloween o su voz suene a incorregibles boberas que la hagan lamentar haberse unido a un inexorable chanta y la mala sangre hierva.
Pensar que las cosas, son como son, por algo, está bien.
Convencerse que la inmovilidad o la falta de respuesta lógica esta bien es ser bastante cruel con uno mismo, que es, quizás, la más imperdonable forma de maldad porque estás a cargo de tu átomo de luz y tienes la única y absoluta responsabilidad de velar por un único espíritu a tu cargo: el tuyo propio que tiene todas las respuestas que buscas.
El bienestar es una ley. Tontos, los que la desoyen. Suicidas quienes no creen en si.
…Y entonces, sólo entonces, me encuentro con un ángel, algo subido de peso, fuma como chino en quiebra, tiene el pelo largo sobre una cara de resaca sabinera, de esas noches de tiros sin pistolas, de las grandes matanzas de gatos negros de cartón o de sorber cátedras de vidrio desde el cuerpo plácido de una mujer mimosa y loca.
Una expresión sardónica de ser creador de la felicidad y amo de su destino porque ha aprendido que a cuanto mayor fue el dolor, menos es ahora el miedo.
El muy jodido, me mira de arriba para abajo y dice, sal del espejo, te estas viendo, y añade;
Yo vivo –como en todos los putos bípedos de este mundo- dentro, muy dentro, de ti, en tu afiebrado y efervescente corazón. Tu eres tu propio ser angelical”
H.D.P.