19.9.12

DIARIO DE LA DESOCUPACIÓN








Diario de la desocupación


Pagina 18: Otra vez, el sueño...

Ayer, y en menos de una semana, he vuelto a soñar otra vez con mi padre. Para nadie es un secreto que yo tenía un vínculo muy especial con el, pese a nuestros constantes desencuentros.
En el sueño lo acompañaba Eddy Arturo casi como un hermano para mi, y su intención era (en esas conversaciones borrosas y fellinescas de los juegos oníricos) que me entrevistara con mi ex esposa Patricia, para reconcili
arnos al momento.
La sola idea era radicalmente absurda, no solo porque entre ella y yo, no hay posibilidad de ser ni siquiera ligeros conocidos (para mi son patéticos esos boludos o esas boludas que dan vueltas de trescientos mangos alrededor de sus ex, con tortuosas intenciones) y además la principal enseñanza que más recuerdo de mi viejo, es la del humo que tanto nos gusta, el solía decir que un buen fumador no prende un cigarrillo que ya se ha apagado. Por eso que su proposición era extraña. Y obligaba a la interpretación.
Desperté otra vez con esa sensación que mordisquea mi cuerpo cuando van a iluminarme con cierta liberación. Claridad.
Escribí un par de mensajes en el Imbox (había dejado la notebook prendida, sobre la cama) y elimine una serie de contactos poco necesarios pero que me aseguraban el absoluto olvido que requiere todo lo que además de fastidiarnos se convierte en lastre.
Y es que siempre pero siempre:
El cartero llama solamente dos veces. El año pasado, en un momento de debilidad Malbec argentino, le ofrecí una pensión a mi ex-esposa, ella como chola orgullosa de la tribu de los chancas, me contestó, esa plata dásela a nuestro hijo, yo de ti no quiero nada.
Y me salvó el primer llamado del cartero.
Si ella hubiera aceptado ese dinero, iba a significar una serie de idas y vueltas y la posibilidad que en la primera de bastos termináramos en la cama (yo hecho un hamster, feliz en el celo de la hembra y luego muerto pasado el mismo) y todo se me iba a complicar como antes de estos tiempos de vino, gloria y rosas.
Este año le ofrecí mi casa a una dama. Segundo timbrazo del cartero, ella no quiso porque no entraban sus cosas en mi departamento (una serie de cacharpas de los tiempos de Morales Bermúdez) y porque mi divorcio no estaba ni siquiera en trámite (ustedes comprenden que no soy muy disciplinado que digamos)
y ahora que veo todo desde otra perspectiva se que eso hubiera sido la mejor representación del infierno con fondo de Sabina.
Se que no va a haber un tercer golpe y tengo que ir con pies de plomo en cualquier decisión que vaya a tomar. Lección aprendida.
Mira papá, o pá, como te decía, ya he entendido, si te me vuelves a presentar cuando este en los brazos de Morfea (solo un marica puede estar en los de Morfeo) voy a pensar que ya me toca mudarme al barrio que esta más allá de las estrellas.
Sigo adelante, yo no rompo promesas (hay gente que me facilita las cosas haciendo ese sucio trabajo) estate tranquilo que no he renunciado al mundo que dibujábamos con un lápiz, no te impacientes porque tu historia y tu verdad serán conocidas por el mundo entero, la novela va viento en popa, nada ha cambiado.
Este viernes me la voy a pegar con mi amigo Abel  y mañana iré de visita -como todos los jueves- donde mi tía María y mi tío Orestes, y en todas las noches limeñas comparto las ilusiones, mis soledades y mil proyectos con ese nieto fabuloso del que te vanaglorias en los confortables salones de lo eterno (y que ahora despierta las mezquinas pequeñas envidias, ya te contaré luego) y que hace del aprendizaje cotidiano una fuente inagotable como un maná desatado y tierno, de improvisados maestros, a quienes agradezco, lo bueno y lo malvado, porque plenan mi inalterable fe, despiertan mis escondidos talentos, alimentan mis furias y me hacen un tipo que siempre baila de contento aunque la tormenta del desamor no amaine.
 

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